
Armenia y Turquía no mantienen relaciones diplomáticas e incluso desde 1993 la frontera de estos dos países se encuentra cerrada. La enemistad de las dos naciones se ha extendido casi durante todo el siglo XX y lo que va del XXI.
El Genocidio Armenio (1915-1923) donde se estima que murieron entre un millón y un millón y medio de armenios, y que Armenia quiere que sea reconocido por la comunidad internacional y que Turquía se empeña en negar (acepta que hubo armenios muertos pero se niega a llamarlo “genocidio”), es la razón de la tensión entre armenios y turcos.
Un día el fútbol les deparó que debían enfrentarse. Fue en el marco de las eliminatorias rumbo a Sudáfrica 2010. Fue extraño ya que la FIFA y la UEFA evitan algunos enfrentamientos por razones políticas. Un partido entre Armenia y Turquía parecía uno de esos partidos que debían estar vetados. Pero no fue así.
El 7 de septiembre de 2008 fue la fecha escogida para disputar el encuentro en Ereván, capital de Armenia. La tensión era máxima. El miedo a que grupos ultra nacionalistas armenios pudieran causar disturbios era una realidad imposible de descartar. Y cuando todo parecía indicar lo peor, un gesto de Serguie Sarkisian, presidente armenio por aquellos días, le bajó la tensión al partido: invitó a su homólogo Turco, Abdula Gül, a ver el encuentro.
Era un hecho sin precedentes; ningún presidente turco había pisado suelo armenio, el fútbol lo iba a hacer posible. Se tuvo que blindar el palco donde los mandatarios verían el juego y dersplegar un impresionante esquema de seguridad. Pero nada sucedió. Gül vio cómo su selección ganó 2-0 y le devolvió la invitación a Sarkisian para que viera el encuentro de vuelta en Estambul.
Cinco días antes del encuentro en suelo turco ambos mandatarios se reunieron en Zúrich y firmaron un acuerdo para la normalización de las relaciones, reabrir las fronteras y crear una comisión conjunta de verdad histórica sobre los hechos que comenzaron en 1915. Era histórico: un partido de fútbol estaba logrando lo que la política no había podido lograr durante tantos años. El partido en Turquía terminó 2-0 a favor del cuadro local, como anécdota.
Desafortunadamente meses después varios hechos políticos deshicieron lo que el fútbol había logrado y los acuerdos fueron paralizados. En 2015 el genocidio armenio cumplió 100 años; no hubo homenaje por parte de los turcos. Hoy las relaciones están tan mal como hace varias décadas. Pero que este relato sirva para ilustrar de lo que es capaz el fútbol, que puede crear ideas tan poderosas, como la de la reconciliación de dos pueblos, pero, lamentablemente, no puede sostenerlas por sí solo.
El Genocidio Armenio (1915-1923) donde se estima que murieron entre un millón y un millón y medio de armenios, y que Armenia quiere que sea reconocido por la comunidad internacional y que Turquía se empeña en negar (acepta que hubo armenios muertos pero se niega a llamarlo “genocidio”), es la razón de la tensión entre armenios y turcos.
Un día el fútbol les deparó que debían enfrentarse. Fue en el marco de las eliminatorias rumbo a Sudáfrica 2010. Fue extraño ya que la FIFA y la UEFA evitan algunos enfrentamientos por razones políticas. Un partido entre Armenia y Turquía parecía uno de esos partidos que debían estar vetados. Pero no fue así.
El 7 de septiembre de 2008 fue la fecha escogida para disputar el encuentro en Ereván, capital de Armenia. La tensión era máxima. El miedo a que grupos ultra nacionalistas armenios pudieran causar disturbios era una realidad imposible de descartar. Y cuando todo parecía indicar lo peor, un gesto de Serguie Sarkisian, presidente armenio por aquellos días, le bajó la tensión al partido: invitó a su homólogo Turco, Abdula Gül, a ver el encuentro.
Era un hecho sin precedentes; ningún presidente turco había pisado suelo armenio, el fútbol lo iba a hacer posible. Se tuvo que blindar el palco donde los mandatarios verían el juego y dersplegar un impresionante esquema de seguridad. Pero nada sucedió. Gül vio cómo su selección ganó 2-0 y le devolvió la invitación a Sarkisian para que viera el encuentro de vuelta en Estambul.
Cinco días antes del encuentro en suelo turco ambos mandatarios se reunieron en Zúrich y firmaron un acuerdo para la normalización de las relaciones, reabrir las fronteras y crear una comisión conjunta de verdad histórica sobre los hechos que comenzaron en 1915. Era histórico: un partido de fútbol estaba logrando lo que la política no había podido lograr durante tantos años. El partido en Turquía terminó 2-0 a favor del cuadro local, como anécdota.
Desafortunadamente meses después varios hechos políticos deshicieron lo que el fútbol había logrado y los acuerdos fueron paralizados. En 2015 el genocidio armenio cumplió 100 años; no hubo homenaje por parte de los turcos. Hoy las relaciones están tan mal como hace varias décadas. Pero que este relato sirva para ilustrar de lo que es capaz el fútbol, que puede crear ideas tan poderosas, como la de la reconciliación de dos pueblos, pero, lamentablemente, no puede sostenerlas por sí solo.