
14 de mayo, 1938. La Selección de Inglaterra recibe una orden de su gobierno: en su visita a Berlín, honrarán a sus huéspedes haciendo el saludo nazi. El fútbol manipulado por el poder. La cobarde política de apaciguamiento de Chamberlain roza ya la sumisión. Los jugadores no están de acuerdo; peones en un juego de ajedrez, no tienen opción.
Hitler huele sangre. Ve a sus rivales débiles, miedosos. Sale vencedor de los Acuerdos de Munich en septiembre de 1938: nadie cuestionó su anexión de los Sudetes. Checoslovaquia humillada. Le dieron la mano; Adolf va por el brazo entero. El 1 de septiembre de 1939 invade Polonia. Dos días después empezaría la Segunda Guerra Mundial.
Cambio en Inglaterra. Entra Winston Churchill. Tiene una visión del juego distinta. En la guerra, en la vida, en un partido de fútbol si usted sale a no perder, a no ser humillado, sólo va a atraer la derrota.
Inglaterra está contra las cuerdas. El prospecto es muy negativo. Winston se aferra a encontrarle un pulso al paciente desahuciado… lo logra con las palabras. Resucita una nación con su retórica. “Pelearemos en Francia; en los mares y océanos; con gran confianza pelearemos en los aires; en los campos; en las calles; nunca nos rendiremos.” La Batalla de Inglaterra es inminente…
Entre julio y octubre de 1940 los ingleses, cómo nación, se jugaron el partido de su vida, por lo alto, por los aires. Los incesantes bombardeos no los amedrentaron; la vida y la guerra se diluyeron en un mismo color gris. La Royal Air Force hizo lo suyo; “con gran confianza” pelearon en los aires. La dinámica de la guerra cambió. Los Aliados pasaron a la ofensiva.
4 de octubre de 1941. Estadio de Wembley. La Selección de Inglaterra no hizo el saludo nazi. Con la frente en alto, con orgullo, miraron en los ojos a su líder y le dijeron “gracias”, uno a uno. Winston, en plena guerra mundial, los vino a ver ganar contra Escocia. Inglaterra le sentó el cambio de técnico. Ganaron ese partido 2-0. Y la Guerra también…
Epílogo: El fútbol nunca paró del todo durante la guerra mundial en Inglaterra. La FA inclusive armó una liga para “tiempos de guerra”. Winston era hincha del Milwall.
Hitler huele sangre. Ve a sus rivales débiles, miedosos. Sale vencedor de los Acuerdos de Munich en septiembre de 1938: nadie cuestionó su anexión de los Sudetes. Checoslovaquia humillada. Le dieron la mano; Adolf va por el brazo entero. El 1 de septiembre de 1939 invade Polonia. Dos días después empezaría la Segunda Guerra Mundial.
Cambio en Inglaterra. Entra Winston Churchill. Tiene una visión del juego distinta. En la guerra, en la vida, en un partido de fútbol si usted sale a no perder, a no ser humillado, sólo va a atraer la derrota.
Inglaterra está contra las cuerdas. El prospecto es muy negativo. Winston se aferra a encontrarle un pulso al paciente desahuciado… lo logra con las palabras. Resucita una nación con su retórica. “Pelearemos en Francia; en los mares y océanos; con gran confianza pelearemos en los aires; en los campos; en las calles; nunca nos rendiremos.” La Batalla de Inglaterra es inminente…
Entre julio y octubre de 1940 los ingleses, cómo nación, se jugaron el partido de su vida, por lo alto, por los aires. Los incesantes bombardeos no los amedrentaron; la vida y la guerra se diluyeron en un mismo color gris. La Royal Air Force hizo lo suyo; “con gran confianza” pelearon en los aires. La dinámica de la guerra cambió. Los Aliados pasaron a la ofensiva.
4 de octubre de 1941. Estadio de Wembley. La Selección de Inglaterra no hizo el saludo nazi. Con la frente en alto, con orgullo, miraron en los ojos a su líder y le dijeron “gracias”, uno a uno. Winston, en plena guerra mundial, los vino a ver ganar contra Escocia. Inglaterra le sentó el cambio de técnico. Ganaron ese partido 2-0. Y la Guerra también…
Epílogo: El fútbol nunca paró del todo durante la guerra mundial en Inglaterra. La FA inclusive armó una liga para “tiempos de guerra”. Winston era hincha del Milwall.