Hasta hace unos pocos años Guinea Ecuatorial tuvo una política que rayaba en los límites de la ilegalidad y de la ética deportiva. Se trataba de traer jugadores sudamericanos, especialmente, para nacionalizarlos de manera ‘express’ para jugar en su selección nacional.
Eran jugadores por lo general negros. Para convencerlos apelaban en primer lugar a todo un discurso de las raíces africanas y del panafricanismo, pero si esto no funcionaba, iban directo al ofrecimiento de dinero. Poco importaba que estos jugadores nunca hubieran puesto un pie en África o que ni siquiera supieran de la existencia del país que ahora los reclamaba como hijos pródigos, víctimas de las diásporas africanas.
Claudiney Ramos era un defensor central brasilero del montón que ya superaba los 30 años y que nunca había jugado en primera división. Un día cualquiera de 2012 recibió la llamada para ponerse de cortos con los colores guineo-ecuatoriales. Con dinero de por medio, la posibilidad de jugar la Copa Africana de Naciones, la eliminatoria mundialista y si se daba el milagro el Mundial ¿quién puede juzgar al buen Caudiney por decir que sí? Así que Ramos viajó desde Sao Paulo hasta Malabo, capital de Guinea Ecuatorial, y tras un par de entrenamientos fue alineado como titular frente a la República Democrática del Congo, partido que su nuevo seleccionado acabó ganado 2-1 con anotaciones de sus compatriotas guineo-brasileños Ricardinho y Judson.
En su segunda convocatoria, Claudiney anotaría su primer gol como internacional. Fue en la victoria 4-3 de Guinea Ecuatorial frente a Cabo Verde por la eliminatoria mundialista. Lamentablemente la FIFA invalidaría el resultado por alineación indebida de Guinea Ecuatorial. Pero no por los brasileños, colombianos y ecuatorianos que jugaron ese partido y que nada tenían que ver con el país africano. Curiosamente el problema se dio con Emilio Nsue, hijo de ecuatoguineano y con nacionalidad de pleno derecho, pero que había jugado en las inferiores de España y no había tramitado el cambio.
Una tercera convocatoria para jugar un partido amistoso y de regreso a Brasil. Menos de 15 días había durado la cita con “su” selección, lo suficiente para contraer malaria. Pese a los síntomas, el brasilero no recibió atención médica de manera oportuna. Sólo tuvo un diagnóstico tres semanas después, estando en Brasil, pero ya la enfermedad estaba muy avanzada y murió a causa de ella a los 33 años. Un precio altísimo pagó por ser internacional.
Eran jugadores por lo general negros. Para convencerlos apelaban en primer lugar a todo un discurso de las raíces africanas y del panafricanismo, pero si esto no funcionaba, iban directo al ofrecimiento de dinero. Poco importaba que estos jugadores nunca hubieran puesto un pie en África o que ni siquiera supieran de la existencia del país que ahora los reclamaba como hijos pródigos, víctimas de las diásporas africanas.
Claudiney Ramos era un defensor central brasilero del montón que ya superaba los 30 años y que nunca había jugado en primera división. Un día cualquiera de 2012 recibió la llamada para ponerse de cortos con los colores guineo-ecuatoriales. Con dinero de por medio, la posibilidad de jugar la Copa Africana de Naciones, la eliminatoria mundialista y si se daba el milagro el Mundial ¿quién puede juzgar al buen Caudiney por decir que sí? Así que Ramos viajó desde Sao Paulo hasta Malabo, capital de Guinea Ecuatorial, y tras un par de entrenamientos fue alineado como titular frente a la República Democrática del Congo, partido que su nuevo seleccionado acabó ganado 2-1 con anotaciones de sus compatriotas guineo-brasileños Ricardinho y Judson.
En su segunda convocatoria, Claudiney anotaría su primer gol como internacional. Fue en la victoria 4-3 de Guinea Ecuatorial frente a Cabo Verde por la eliminatoria mundialista. Lamentablemente la FIFA invalidaría el resultado por alineación indebida de Guinea Ecuatorial. Pero no por los brasileños, colombianos y ecuatorianos que jugaron ese partido y que nada tenían que ver con el país africano. Curiosamente el problema se dio con Emilio Nsue, hijo de ecuatoguineano y con nacionalidad de pleno derecho, pero que había jugado en las inferiores de España y no había tramitado el cambio.
Una tercera convocatoria para jugar un partido amistoso y de regreso a Brasil. Menos de 15 días había durado la cita con “su” selección, lo suficiente para contraer malaria. Pese a los síntomas, el brasilero no recibió atención médica de manera oportuna. Sólo tuvo un diagnóstico tres semanas después, estando en Brasil, pero ya la enfermedad estaba muy avanzada y murió a causa de ella a los 33 años. Un precio altísimo pagó por ser internacional.