
El 19 de septiembre de 2017, el Barcelona goleó 6-1 al Eibar. Para Gonzalo Escalante, mediocampista, fue algo más que un partido, una derrota o una humillación. Fue, una experiencia religiosa.
Con una sonrisa de oreja a oreja, explicó, dichoso, que “Es Dios. Messi es Dios”. Tristeza, no había, a pesar de la goleada. Plétorico, para él, un buen creyente, hubo dicha en ser bailado por Lionel. Fue un honor haber perdido ante su santidad. ¿Por seis goles? ¡Mejor aún! ¿Qué le hacemos si jugamos contra Dios y es imparable? Escalante, no olvidará ese día: como buen creyente, a sus nietos les contará sobre aquella vez que tuvo el honor de perder contra Dios.
Como el bueno de Gonzalo, la mayoría de jugadores del mundo, son creyentes. La genialidad de Lionel Messi se confunde con discursos sobrenaturales: un Mesías destinado a cambiar la historia del fútbol. La reverencia por el argentino sobrepasa lo divino, adjudicándole propiedades sobrehumanas y poderes desde la cuna: él “nació” con la genialidad.
En la Religión de Messi, como es Dios, es perfectamente normal ser inferior a él. Es el Deber Ser. Como nuestro amigo Gonzalo Escalante, la inmensa mayoría es feliz perdiendo ante Dios. Hasta el mismo Neymar se la pasa diciendo que es inferior a Messi. ¿Cómo ser mejor que Lionel si él es Dios y yo un simple mortal? Con la suerte ya echada, la derrota asegurada, mejor estar pendiente de tomarse la foto con él (como Gonzalo) o propiciar ese momento para pedirle la sagrada túnica.
Sólo conozco un Ateo.
Donde los demás ven algo sobrenatural e inexplicable, él lo racionaliza y cuantifica, en horas de trabajo, el sacrificio necesario para ponerse a ese nivel.
Donde los demás, ven un ser “sobre humano”, un “extraterrestre”, un “ser de otro planeta”, él ve un hombre de carne y hueso al que se le puede ganar.
Donde los demás ven un “Dios” intocable, superior por definición, él ve un reto, un desafío, un planeta por conquistar. ¡Claro que se le puede ganar! ¡Es de carne y hueso, como yo! ¡Este duelo será hasta el final!
En un mundo de creyentes, Cristiano Ronaldo es el único Ateo y no cree en el Mesías. Amén.
Con una sonrisa de oreja a oreja, explicó, dichoso, que “Es Dios. Messi es Dios”. Tristeza, no había, a pesar de la goleada. Plétorico, para él, un buen creyente, hubo dicha en ser bailado por Lionel. Fue un honor haber perdido ante su santidad. ¿Por seis goles? ¡Mejor aún! ¿Qué le hacemos si jugamos contra Dios y es imparable? Escalante, no olvidará ese día: como buen creyente, a sus nietos les contará sobre aquella vez que tuvo el honor de perder contra Dios.
Como el bueno de Gonzalo, la mayoría de jugadores del mundo, son creyentes. La genialidad de Lionel Messi se confunde con discursos sobrenaturales: un Mesías destinado a cambiar la historia del fútbol. La reverencia por el argentino sobrepasa lo divino, adjudicándole propiedades sobrehumanas y poderes desde la cuna: él “nació” con la genialidad.
En la Religión de Messi, como es Dios, es perfectamente normal ser inferior a él. Es el Deber Ser. Como nuestro amigo Gonzalo Escalante, la inmensa mayoría es feliz perdiendo ante Dios. Hasta el mismo Neymar se la pasa diciendo que es inferior a Messi. ¿Cómo ser mejor que Lionel si él es Dios y yo un simple mortal? Con la suerte ya echada, la derrota asegurada, mejor estar pendiente de tomarse la foto con él (como Gonzalo) o propiciar ese momento para pedirle la sagrada túnica.
Sólo conozco un Ateo.
Donde los demás ven algo sobrenatural e inexplicable, él lo racionaliza y cuantifica, en horas de trabajo, el sacrificio necesario para ponerse a ese nivel.
Donde los demás, ven un ser “sobre humano”, un “extraterrestre”, un “ser de otro planeta”, él ve un hombre de carne y hueso al que se le puede ganar.
Donde los demás ven un “Dios” intocable, superior por definición, él ve un reto, un desafío, un planeta por conquistar. ¡Claro que se le puede ganar! ¡Es de carne y hueso, como yo! ¡Este duelo será hasta el final!
En un mundo de creyentes, Cristiano Ronaldo es el único Ateo y no cree en el Mesías. Amén.