
"Mi vieja me mentía siempre, pero lo entendí de grande. A la hora de comer decía que le dolía la panza, pero era mentira… ¡lo decía porque la comida no alcanzaba y quería que comiéramos nosotros!" En la casa de los Maradona la comida escaseó, siempre. Lo que no hacía falta era la admiración a ese padre que braveaba la pobreza con dignidad: “Veía mi papá todos los días laburar y le dolía la espalda. Eso me daba la pauta de que no podía esperar nada: era suficiente que mi viejo trajera la leche y que pudiéramos comer."
Siempre me pregunté de donde le venía al “Apache” Tevez esa imperiosa necesidad de dejar la vida en cada balón. Hoy, entiendo que su infancia se trató precisamente de sobrevivir, día a día: "Toda mi infancia fue fuerte. Yo crecí en un lugar donde cosas como la droga, o matar, eran cotidianas." Ese fue su mundo, donde aprendió quizás la cualidad más elusiva de todas. Reconocer como la luz se esconde precisamente en las sombras: “La calle me enseñó mucho. En las villas hay gente buena también".
Didier Drogba, a los cinco años, lo mandaron a vivir donde un tío en Francia. Sus papás lo amaban pero no tendían como mantenerlo. Una traumática separación para hacerle el quite a la pobreza, la miseria, la violencia: darle alas al hijo para verlo volar a la distancia añorando un incierto reencuentro.
Juan Guillermo Cuadrado, con cuatro años, vio el cadáver inerte de su padre. Un conflicto armado sin sentido cobraba una vida más. Huérfano, su mamá, tíos y abuelos lo cobijaron: el sacrificio fue de todos para permitirle a Juan Guillermo crecer, y en un regate, ponerle color a la vida.
Zlatan no se la deja montar de nadie porque su dura infancia fue su mejor educación: “Muchas veces solía volver a casa hambriento como un lobo pensando a mis adentros:”¡Que haya algo de comer, por favor!” Pero no, nada, lo de siempre: leche, mantequilla, algo de pan y de estar muy de buenas, jugo comprado en la tienda de la esquina de los árabes. Eso sí, siempre había cerveza: a veces solo había cerveza y uno con una hambre que hacía que el estomago me doliera. (…) Le declaré la guerra a la cerveza: echaba algunas laticas por el lavamanos de vez en cuando, que mi papá no lo notara. Guardaba eso si la latica. Es que en la casa siempre había cerveza, y yo reciclaba las latas y me hacia una plática chiquita de esta manera.”
Ángel di María corre tan rápido precisamente para dejar atrás esos recuerdos de jornadas extenuantes cargando bolsas de carbón y leña. A los entrenamientos llegaba con las manos negras generando suspicacia y curiosidad.
Ronaldinho vivía en una casa de madera en el corazón de una favela en Porto Alegre. La muerte de su padre lo traumatizó. Decidió que cada vez que tuviera un balón sería libre y feliz; que sentiría la presencia de su progenitor quién siempre lo apoyó en la penuria y la pobreza.
Podríamos seguir. La lista es infinita: Pelé, Javier Zanetti, Faustino Asprilla, Alexis Sánchez, Yaya Touré, Radamel Falcao, Antonio Valencia...
¡Bendita Pobreza, cuantas leyendas del fútbol y de la vida has curtido! La pobreza incómoda, se tiende a invisibilizar en los medios, a retratar a través de los prismas predecibles de la violencia y las drogas pero… ¡Cuánta dignidad hay en todas esas familias que lo dejaron todo por sus hijos! ¡Cuanta superación personal!
Por ser nuestros ídolos, sus relatos de superación nos llegan al corazón. Pero ojalá sintamos la misma empatía con cualquier persona que con dignidad hace, día a día, lo posible por superarse y alcanzar sus sueños. Ojalá vayamos más allá de los "estratos" y las "clases sociales" para entender ese sufrimiento cotidiano y ojalá extender una mano de ayuda cuando haya lugar.
Siempre me pregunté de donde le venía al “Apache” Tevez esa imperiosa necesidad de dejar la vida en cada balón. Hoy, entiendo que su infancia se trató precisamente de sobrevivir, día a día: "Toda mi infancia fue fuerte. Yo crecí en un lugar donde cosas como la droga, o matar, eran cotidianas." Ese fue su mundo, donde aprendió quizás la cualidad más elusiva de todas. Reconocer como la luz se esconde precisamente en las sombras: “La calle me enseñó mucho. En las villas hay gente buena también".
Didier Drogba, a los cinco años, lo mandaron a vivir donde un tío en Francia. Sus papás lo amaban pero no tendían como mantenerlo. Una traumática separación para hacerle el quite a la pobreza, la miseria, la violencia: darle alas al hijo para verlo volar a la distancia añorando un incierto reencuentro.
Juan Guillermo Cuadrado, con cuatro años, vio el cadáver inerte de su padre. Un conflicto armado sin sentido cobraba una vida más. Huérfano, su mamá, tíos y abuelos lo cobijaron: el sacrificio fue de todos para permitirle a Juan Guillermo crecer, y en un regate, ponerle color a la vida.
Zlatan no se la deja montar de nadie porque su dura infancia fue su mejor educación: “Muchas veces solía volver a casa hambriento como un lobo pensando a mis adentros:”¡Que haya algo de comer, por favor!” Pero no, nada, lo de siempre: leche, mantequilla, algo de pan y de estar muy de buenas, jugo comprado en la tienda de la esquina de los árabes. Eso sí, siempre había cerveza: a veces solo había cerveza y uno con una hambre que hacía que el estomago me doliera. (…) Le declaré la guerra a la cerveza: echaba algunas laticas por el lavamanos de vez en cuando, que mi papá no lo notara. Guardaba eso si la latica. Es que en la casa siempre había cerveza, y yo reciclaba las latas y me hacia una plática chiquita de esta manera.”
Ángel di María corre tan rápido precisamente para dejar atrás esos recuerdos de jornadas extenuantes cargando bolsas de carbón y leña. A los entrenamientos llegaba con las manos negras generando suspicacia y curiosidad.
Ronaldinho vivía en una casa de madera en el corazón de una favela en Porto Alegre. La muerte de su padre lo traumatizó. Decidió que cada vez que tuviera un balón sería libre y feliz; que sentiría la presencia de su progenitor quién siempre lo apoyó en la penuria y la pobreza.
Podríamos seguir. La lista es infinita: Pelé, Javier Zanetti, Faustino Asprilla, Alexis Sánchez, Yaya Touré, Radamel Falcao, Antonio Valencia...
¡Bendita Pobreza, cuantas leyendas del fútbol y de la vida has curtido! La pobreza incómoda, se tiende a invisibilizar en los medios, a retratar a través de los prismas predecibles de la violencia y las drogas pero… ¡Cuánta dignidad hay en todas esas familias que lo dejaron todo por sus hijos! ¡Cuanta superación personal!
Por ser nuestros ídolos, sus relatos de superación nos llegan al corazón. Pero ojalá sintamos la misma empatía con cualquier persona que con dignidad hace, día a día, lo posible por superarse y alcanzar sus sueños. Ojalá vayamos más allá de los "estratos" y las "clases sociales" para entender ese sufrimiento cotidiano y ojalá extender una mano de ayuda cuando haya lugar.