
Hay una escena en donde a Rocky Balboa, por viejo, le quieren negar sus licencias de boxeador para subirse una última vez al ring.
Con sesenta (60) años, arrastrando un desgaste físico y mental, la comisión reguladora quería “proteger” su salud. Su hijo también quería protegerlo… de la humillación, de hacer el ridículo.
Rocky le respondió a la comisión reguladora del boxeo lo siguiente: ”Agradezco lo que intentan hacer por mí pero quizás ustedes están velando más en sus interés que en los míos. (…) Quizás piensan que están haciendo su trabajo pero ¿por qué me van a impedir que yo haga el mío? (…) Quizás ustedes tienen algo que nunca terminaron, una tarea pendiente, una cosa que nunca le pudieron decir a alguien, algo… ¿quién sería yo para prohibirles eso a ustedes? ¿Quién tendría el derecho de prohibirlo? ¡Nadie!”
En el fútbol, hay muchos como Rocky.
Futbolistas que ya lo habían hecho todo. No tenían nada que demostrar. Se pudieron retirar tranquilamente pero atendieron esa súplica interior del alma: un último baile, una última canción, una última pelea. Por lo alto, entre más difícil mejor. Un último reto.
Anthony de Avila es el propio “Rocky” colombiano. A los 46 años (!), una década después de su retiro, el “Pitufo” quiso darse un baño de juventud volviendo al ring. Un contrato de seis meses pero más que nada, un reto personal. Llovieron las burlas. Había dudas sobre su salud. De Ávila bien podía ser el papá de varios de sus jóvenes rivales.
El 13 de septiembre de 2009 se jugaba el Clásico Vallecaucano n.270. Anthony no le podía pedir una mejor canción a la vida para un último baile. El “Cheché” Hernández ya había calentado el ambiente, juzgando poco apto al “Pitufo” para jugar a nivel profesional. Esa tarde, el “Pitufo” hizo la de Rocky: aguantó chiste y burlas para salirse con la suya. Marcó un golazo. Se retiró (otra vez) como un grande.
A los 34 años, Roberto Baggio, con las rodillas vueltas nada, se fue al modesto Brescia un club acostumbrado a salvarse del descenso al último segundo. Su familia ya temía por su salud. Roberto pudo optar por un retiro tranquilo en Estados Unidos pero quiso un último reto, aun cuando bien todos le decían que estaba acabado y que iba a hacer el ridículo.
Con el Brescia se lesionó muchas veces pero de todas se levantó logrando 46 goles en 101 partidos, un lugar en la lista del Balón de Oro en 2003 (premio que ya había ganado en 1994) y la inmortalidad en la historia del Calcio con 205 goles en 452 partidos.
Lo de Cruyff fue el típico boxeador que quiere demostrarle a todos que aún es el mejor. Leyenda del Ajax, el hijo pródigo volvía a casa para retirarse pero quería que fuera en sus propios términos. Cuando el Ajax decide no renovarle su contrato en 1983, Johan decide firmar por el enemigo: el Feyenoord. Es como si Omar Perez hubiera decidido irse a Millonarios porque en Santa Fe no le renovaron.
El reto era grande: subirse una última vez al ring con la pantaloneta del enemigo para demostrarle al equipo de sus amores el sentido de la verdadera lealtad. Muchos lo llamaron viejo, decrepito, acabado pero Johan jugó todos los partidos y sacó al Feyenoord campéon.
Ante el reclamo de su hijo por querer volver al ring, Rocky Balboa le replicó como “lo importante no son los golpes que das. Lo importante es cuanto eres capaz de soportar sin bajar los brazos. Cuanto eres capaz de resistir, sin tirar la toalla. Así es como se gana.”
Si, así es como se gana. Así es como Baggio, Cruyff y el “Pitufo” escogieron irse.
Con sesenta (60) años, arrastrando un desgaste físico y mental, la comisión reguladora quería “proteger” su salud. Su hijo también quería protegerlo… de la humillación, de hacer el ridículo.
Rocky le respondió a la comisión reguladora del boxeo lo siguiente: ”Agradezco lo que intentan hacer por mí pero quizás ustedes están velando más en sus interés que en los míos. (…) Quizás piensan que están haciendo su trabajo pero ¿por qué me van a impedir que yo haga el mío? (…) Quizás ustedes tienen algo que nunca terminaron, una tarea pendiente, una cosa que nunca le pudieron decir a alguien, algo… ¿quién sería yo para prohibirles eso a ustedes? ¿Quién tendría el derecho de prohibirlo? ¡Nadie!”
En el fútbol, hay muchos como Rocky.
Futbolistas que ya lo habían hecho todo. No tenían nada que demostrar. Se pudieron retirar tranquilamente pero atendieron esa súplica interior del alma: un último baile, una última canción, una última pelea. Por lo alto, entre más difícil mejor. Un último reto.
Anthony de Avila es el propio “Rocky” colombiano. A los 46 años (!), una década después de su retiro, el “Pitufo” quiso darse un baño de juventud volviendo al ring. Un contrato de seis meses pero más que nada, un reto personal. Llovieron las burlas. Había dudas sobre su salud. De Ávila bien podía ser el papá de varios de sus jóvenes rivales.
El 13 de septiembre de 2009 se jugaba el Clásico Vallecaucano n.270. Anthony no le podía pedir una mejor canción a la vida para un último baile. El “Cheché” Hernández ya había calentado el ambiente, juzgando poco apto al “Pitufo” para jugar a nivel profesional. Esa tarde, el “Pitufo” hizo la de Rocky: aguantó chiste y burlas para salirse con la suya. Marcó un golazo. Se retiró (otra vez) como un grande.
A los 34 años, Roberto Baggio, con las rodillas vueltas nada, se fue al modesto Brescia un club acostumbrado a salvarse del descenso al último segundo. Su familia ya temía por su salud. Roberto pudo optar por un retiro tranquilo en Estados Unidos pero quiso un último reto, aun cuando bien todos le decían que estaba acabado y que iba a hacer el ridículo.
Con el Brescia se lesionó muchas veces pero de todas se levantó logrando 46 goles en 101 partidos, un lugar en la lista del Balón de Oro en 2003 (premio que ya había ganado en 1994) y la inmortalidad en la historia del Calcio con 205 goles en 452 partidos.
Lo de Cruyff fue el típico boxeador que quiere demostrarle a todos que aún es el mejor. Leyenda del Ajax, el hijo pródigo volvía a casa para retirarse pero quería que fuera en sus propios términos. Cuando el Ajax decide no renovarle su contrato en 1983, Johan decide firmar por el enemigo: el Feyenoord. Es como si Omar Perez hubiera decidido irse a Millonarios porque en Santa Fe no le renovaron.
El reto era grande: subirse una última vez al ring con la pantaloneta del enemigo para demostrarle al equipo de sus amores el sentido de la verdadera lealtad. Muchos lo llamaron viejo, decrepito, acabado pero Johan jugó todos los partidos y sacó al Feyenoord campéon.
Ante el reclamo de su hijo por querer volver al ring, Rocky Balboa le replicó como “lo importante no son los golpes que das. Lo importante es cuanto eres capaz de soportar sin bajar los brazos. Cuanto eres capaz de resistir, sin tirar la toalla. Así es como se gana.”
Si, así es como se gana. Así es como Baggio, Cruyff y el “Pitufo” escogieron irse.