
Wilder Medina fue un consumidor de marihuana y pagó el precio. Su adicción era un problema personal, sin voluntad alguna de hacer trampa deportiva: el cannabis no lo hubiera hecho correr más rápido o saltar más alto. La misma FIFA reconoce que la marihuana no mejora el rendimiento, en absoluto, pero por labor social se le sigue condenando, en acorde a la regulación de la agencia mundial del dopaje.
Maradona era otro adicto, en su caso de la cocaína. Diego vivió las noches catalanas y napolitanas bajo el idilio empoderador del polvo blanco, destrozándose en el proceso. La cocaína no le ayudó a jugar; en absoluto. Si algo, lo fue deteriorando progresivamente. Hablo por supuesto de su primer doping; el segundo es más complejo.
Wilder y Maradona pueden ser una primera categoría de aquellos que dan “positivo”: Tienen total conocimiento que infringen el reglamento, pero no buscan sacar ventajas. Son adictos o usuarios regulares de sustancias sicoactivas que no te hacen correr más rápido o resistir más el cansancio.
Una segunda categoría es, potencialmente, mucho más macabra. En 2004, un fallo en primera instancia determinó la culpabilidad del doctor de la Juventus Riccardo Agricola por haber inyectado entre 1994 y 1998 de manera sistemática a varios jugadores con Erythropoietin (EPO), una hormona que potencia la generación de oxígeno y resistencia física. En un caso así, el jugador es literalmente ganado al cual le inyectan lo que sea con tal de potenciar su rendimiento. ¿Los jugadores sabían? Varios fueron llamados a dar testimonio, pero no se les logró incriminar. Agricola terminó siendo absuelto en 2005 por la corte de apelación, pero como muchas cosas de dudoso manejo en Italia (¿Calciopoli 2?) el manto de sombra que deja detrás es inmenso. En 2017, el bueno de Agricola fue de nuevo contratado por la Juventus, generando por supuesto mucha suspicacia.
La tercera categoría es la más delicada. Es el típico caso donde el jugador ingiere sustancias que potencian su rendimiento pero va a decir que “eso se hizo a mis espaldas” y ya depende de usted decidir si le cree o no. Tomemos a Pep Guardiola como ejemplo. En 2001, jugando para el Brescia, dio positivo por nandrolona, la sustancia de moda por esos días y que vio caer también a Frank de Boer, Edgar Davids, Fernando Couto, Dugarry, Jaap Staam y muchos más. Esta sustancia mejora la fuerza, la velocidad, la agresividad y la potencia en el deportista de alto nivel. ¿La excusa? Que la culpa era de los médicos y los suplementos alimenticios que les daban. Pep sólo fue absuelto tras una larga batalla en los escritorios en 2009.
En esta tercera categoría entra el segundo doping de Maradona en 1994 por cinco sustancias entre las cuales la efedrina. Maradona, hasta la muerte dirá que sólo estaba tomando elementos autorizados por su preparador físico, Daniel Cerrini. ¿Le cree? Cada quién sacará sus conclusiones.
Dar “positivo” es mucho más complejo de lo que parece.
Maradona era otro adicto, en su caso de la cocaína. Diego vivió las noches catalanas y napolitanas bajo el idilio empoderador del polvo blanco, destrozándose en el proceso. La cocaína no le ayudó a jugar; en absoluto. Si algo, lo fue deteriorando progresivamente. Hablo por supuesto de su primer doping; el segundo es más complejo.
Wilder y Maradona pueden ser una primera categoría de aquellos que dan “positivo”: Tienen total conocimiento que infringen el reglamento, pero no buscan sacar ventajas. Son adictos o usuarios regulares de sustancias sicoactivas que no te hacen correr más rápido o resistir más el cansancio.
Una segunda categoría es, potencialmente, mucho más macabra. En 2004, un fallo en primera instancia determinó la culpabilidad del doctor de la Juventus Riccardo Agricola por haber inyectado entre 1994 y 1998 de manera sistemática a varios jugadores con Erythropoietin (EPO), una hormona que potencia la generación de oxígeno y resistencia física. En un caso así, el jugador es literalmente ganado al cual le inyectan lo que sea con tal de potenciar su rendimiento. ¿Los jugadores sabían? Varios fueron llamados a dar testimonio, pero no se les logró incriminar. Agricola terminó siendo absuelto en 2005 por la corte de apelación, pero como muchas cosas de dudoso manejo en Italia (¿Calciopoli 2?) el manto de sombra que deja detrás es inmenso. En 2017, el bueno de Agricola fue de nuevo contratado por la Juventus, generando por supuesto mucha suspicacia.
La tercera categoría es la más delicada. Es el típico caso donde el jugador ingiere sustancias que potencian su rendimiento pero va a decir que “eso se hizo a mis espaldas” y ya depende de usted decidir si le cree o no. Tomemos a Pep Guardiola como ejemplo. En 2001, jugando para el Brescia, dio positivo por nandrolona, la sustancia de moda por esos días y que vio caer también a Frank de Boer, Edgar Davids, Fernando Couto, Dugarry, Jaap Staam y muchos más. Esta sustancia mejora la fuerza, la velocidad, la agresividad y la potencia en el deportista de alto nivel. ¿La excusa? Que la culpa era de los médicos y los suplementos alimenticios que les daban. Pep sólo fue absuelto tras una larga batalla en los escritorios en 2009.
En esta tercera categoría entra el segundo doping de Maradona en 1994 por cinco sustancias entre las cuales la efedrina. Maradona, hasta la muerte dirá que sólo estaba tomando elementos autorizados por su preparador físico, Daniel Cerrini. ¿Le cree? Cada quién sacará sus conclusiones.
Dar “positivo” es mucho más complejo de lo que parece.