
El “Pele ruso” fue su apelativo, apodo que de entrada se puede considerar un error: el joven Eduard era un talentoso jugador, con una pinta al mejor estilo británico, cabello rubio y peinado cuidado que atraía a cuanta mujer lo miraba.
Adicionalmente, se decía que si Pelé tomara tanto vodka como lo hacía Eduard, no sobreviviría. Por ello podría decirse que era un George Best antes que este fuera conocido por el mundo.
Un goleador nato, ese era Eduard Streltzov, pero no ese romperedes que agacha la cabeza y dispara a quemarropa al arquero,este atrevido revolucionario ruso driblaba y sacaba uno y dos jugadores en el área chica hasta dejarlos en el suelo, levantaba la mirada, ubicaba al arquero y colocaba la pelota al fondo de la red, en un derroche de clase nunca visto en ese momento.
El chico se convertía en ídolo, y un ejemplo de rebeldía que los altos mandos rusos no podían darse el lujo de exponer a la sociedad soviética, por ello imputaron cargos de violación a la estrella naciente, en hechos confusos que nunca se esclarecieron. “Si confiesas, jugarás el mundial”, le dijeron aquellos mandos, que se aprovecharon del amor por el fútbol del “nuevo Pelé” que no quería nada más que jugar el mundial de 1958.
Y así fue, lo hizo, confesó, y el premio obtenido fueron cinco años de reclusión en el gulag, obligado a los más forzosos trabajos que el joven Streltzov jamás había tenido, sencillamente su rebeldía fue oprimida y fue convertido en un ciudadano ruso rígido y sin esa sonrisa que le caracterizó en su momento cumbre.
Eduard regresó al fútbol pero no fue el mismo, se convirtió en uno de los máximos goleadores de la selección y su club, el torpedo, que hoy en día le rinde homenaje colocándole el nombre de su estrella a su estadio y construyendo dos estatuas en su honor. El régimen fracasó, el ariete se convirtió en un símbolo social.
Este goleador que pudo uno de los más grandes vistos en el mundo, murió en 1990 víctima de un tumor en un pulmón, sin embargo su muerte se dio antes, cuando la paranoia de la dictadura no le permitió exponer al mundo su clase, cuando los grandes equipos del mundo le seguían la pista, y por ello se consideró un futuro desertor, peligroso para la sociedad.
Adicionalmente, se decía que si Pelé tomara tanto vodka como lo hacía Eduard, no sobreviviría. Por ello podría decirse que era un George Best antes que este fuera conocido por el mundo.
Un goleador nato, ese era Eduard Streltzov, pero no ese romperedes que agacha la cabeza y dispara a quemarropa al arquero,este atrevido revolucionario ruso driblaba y sacaba uno y dos jugadores en el área chica hasta dejarlos en el suelo, levantaba la mirada, ubicaba al arquero y colocaba la pelota al fondo de la red, en un derroche de clase nunca visto en ese momento.
El chico se convertía en ídolo, y un ejemplo de rebeldía que los altos mandos rusos no podían darse el lujo de exponer a la sociedad soviética, por ello imputaron cargos de violación a la estrella naciente, en hechos confusos que nunca se esclarecieron. “Si confiesas, jugarás el mundial”, le dijeron aquellos mandos, que se aprovecharon del amor por el fútbol del “nuevo Pelé” que no quería nada más que jugar el mundial de 1958.
Y así fue, lo hizo, confesó, y el premio obtenido fueron cinco años de reclusión en el gulag, obligado a los más forzosos trabajos que el joven Streltzov jamás había tenido, sencillamente su rebeldía fue oprimida y fue convertido en un ciudadano ruso rígido y sin esa sonrisa que le caracterizó en su momento cumbre.
Eduard regresó al fútbol pero no fue el mismo, se convirtió en uno de los máximos goleadores de la selección y su club, el torpedo, que hoy en día le rinde homenaje colocándole el nombre de su estrella a su estadio y construyendo dos estatuas en su honor. El régimen fracasó, el ariete se convirtió en un símbolo social.
Este goleador que pudo uno de los más grandes vistos en el mundo, murió en 1990 víctima de un tumor en un pulmón, sin embargo su muerte se dio antes, cuando la paranoia de la dictadura no le permitió exponer al mundo su clase, cuando los grandes equipos del mundo le seguían la pista, y por ello se consideró un futuro desertor, peligroso para la sociedad.