
“Esto es peor que una temporada entera de sólo partidos de copa.” Así se refirió Jack Borthwick a ese fatídico 28 de julio de 1916, cuando una bala perforó su pierna. Él era un futbolista inglés más que acudió al llamado de su país. La frase, irónica, pero futbolera, fue inmortalizada en ese monumento que ven ahí. El Monumento al Batallón “Futbolistas”.
En 1914, el conflicto mundial está por detonar. El llamado a la movilización es general. En este marco, el 12 de diciembre de 1914, se crea el “17th Service Battalion of the Middlesex Regimen”, conocido como Batallón “Futbolistas”, porque invita a todos los futboleros del país a defender a la patria. Se respira patriotismo y el gobierno entiende que los futbolistas son atléticos, veloces, con buenos reflejos: biotipos del soldado.
Varios futbolistas profesionales, por patriotismo, sin estar obligados al tener contratos vigentes en una liga que seguía, acudieron al llamado del batallón. Tuvieron un efecto magnético. Imagínese: los Frank Lampard o Steven Gerrard de entonces aceptan unirse al Batallón, arrastrando con ellos centenares de jugadores amateur y miles de hinchas que sueñan con luchar a la par de sus héroes futboleros.
En el Batallón, al futbolista lo curtían y entrenaban al oficio militar. Recibían un entrenamiento de 5 meses antes de ser enviados a las trincheras. El fútbol seguía siendo una herramienta esencial en esa preparación a la guerra. Los mantenía unidos y solidarios; creaba compañerismo y lealtad; espíritu de equipo. Alrededor de 200 soldados compusieron la primera camada del Batallón; muchos de ellos futbolistas.
En el frente de batalla se jugaron cotidianamente el partido de sus vidas. Esquivaban balas y morteros creyéndose en Wembley sorteando barridas y empujones; se arrastraban en planicies minadas con la misma alerta de cuando saltaban al terreno de juego antes de una final; escapaban de granadas con el mismo júbilo con el que celebraban un gol.
Participaron en batallas esenciales de la Primera Guerra Mundial. Se vieron impotentes cuando los alemanes los bombardearon con gaz. Lloraron juntos las muertes de sus compañeros recordando quizás como ese cadáver, hace unos años atrás, había sido un hermano de gol. Con el compañerismo y la dignidad de un equipo de fútbol, el Batallón “Futbolistas” se ganó su inmortalidad. Se estima que al final de los 600 integrantes del batallón, perecieron cerca de 500.
Si alguna vez usted está cerca de Longueval, en Francia, hágase un favor como futbolero. Vaya rinda tributo al Batallón… “Futbolistas”.
En 1914, el conflicto mundial está por detonar. El llamado a la movilización es general. En este marco, el 12 de diciembre de 1914, se crea el “17th Service Battalion of the Middlesex Regimen”, conocido como Batallón “Futbolistas”, porque invita a todos los futboleros del país a defender a la patria. Se respira patriotismo y el gobierno entiende que los futbolistas son atléticos, veloces, con buenos reflejos: biotipos del soldado.
Varios futbolistas profesionales, por patriotismo, sin estar obligados al tener contratos vigentes en una liga que seguía, acudieron al llamado del batallón. Tuvieron un efecto magnético. Imagínese: los Frank Lampard o Steven Gerrard de entonces aceptan unirse al Batallón, arrastrando con ellos centenares de jugadores amateur y miles de hinchas que sueñan con luchar a la par de sus héroes futboleros.
En el Batallón, al futbolista lo curtían y entrenaban al oficio militar. Recibían un entrenamiento de 5 meses antes de ser enviados a las trincheras. El fútbol seguía siendo una herramienta esencial en esa preparación a la guerra. Los mantenía unidos y solidarios; creaba compañerismo y lealtad; espíritu de equipo. Alrededor de 200 soldados compusieron la primera camada del Batallón; muchos de ellos futbolistas.
En el frente de batalla se jugaron cotidianamente el partido de sus vidas. Esquivaban balas y morteros creyéndose en Wembley sorteando barridas y empujones; se arrastraban en planicies minadas con la misma alerta de cuando saltaban al terreno de juego antes de una final; escapaban de granadas con el mismo júbilo con el que celebraban un gol.
Participaron en batallas esenciales de la Primera Guerra Mundial. Se vieron impotentes cuando los alemanes los bombardearon con gaz. Lloraron juntos las muertes de sus compañeros recordando quizás como ese cadáver, hace unos años atrás, había sido un hermano de gol. Con el compañerismo y la dignidad de un equipo de fútbol, el Batallón “Futbolistas” se ganó su inmortalidad. Se estima que al final de los 600 integrantes del batallón, perecieron cerca de 500.
Si alguna vez usted está cerca de Longueval, en Francia, hágase un favor como futbolero. Vaya rinda tributo al Batallón… “Futbolistas”.