
José Richard Gallego nació con una enfermedad que le fue mermando paulatinamente el sentido de la vista y del oído, hasta que a los 15 años los perdió definitivamente. Eso en teoría le impediría disfrutar de su gran pasión: el fútbol; y de su gran amor: Millonarios, equipo del que se enamoró porque, según cuenta, el azul es el color que más recuerda de su época en la que podía ver.
César Daza es un intérprete para personas con discapacidades sensoriales. Él es hincha de Santa Fe. Era un asiduo asistente al Campín hasta que la violencia en las tribunas lo alejó del estadio.
Un día César conoció a José Richard, en lo que era, en principio, una relación profesional. Pero se forjó, en gran parte gracias al fútbol, una amistad. Sí, un hincha de Santa Fe puede ser amigo de un hincha de Millonarios. Las conversaciones de fútbol, con las que trascendieron en su relación, hicieron que César supiera lo mucho que José Richard anhelaba ir al estadio.
Parecía una locura; una hermosa locura. César lo hizo realidad: ideó un sistema para explicarle a José Richard en tiempo real lo que sucede en el partido. Con una tabla en braille, César mueve las manos de José y le indica por donde va la jugada, quién ataca y demás detalles del juego. José Richard está sentado, en una silla especial, dándole la espalda al partido. Allí sentado cuenta que: “con la tabla yo puedo sentir cuando la gente grita o cuando salta, las vibraciones me ayudan a comprender e imaginarme el entorno en el que estoy”.
El primer partido al que asistieron fue a Tigres vs. Once Caldas en Techo. Poco importó que no jugaran ninguno de los equipos de los protagonistas de esta historia. Fue hermoso, poético, pura vida. “Fue increíble poder sentir que Tigres se quedó con el triunfo ante el Once Caldas y que yo estuve ahí para acompañarlos”, afirma José Richard lleno de emoción.
Pero estos dos amigos se animaron y subieron la apuesta deportiva y han empezado a asistir cada 8 días al Campín; no importa si juegan embajadores o cardenales, ellos están allí, con una conexión que parece irrompible, como si durante 90 minutos fueran uno solo. Se les vio en los clásicos capitalinos; cada uno con la camiseta del equipo de sus amores, cada uno seguramente deseando que su equipo gane, pero sobre todo sintiendo el fútbol de una manera excepcional.
Nunca se sabrá que hubiera pasado si, por ejemplo, a José Richard no le hubiera gustado el fútbol; seguro no estaría, yo, contando esta historia; quizá no se habrían hecho amigos y todo hubiera quedado en el plano de lo profesional. Pero así sucedió, la vida hizo que estos dos futboleros se juntaran; el fútbol hizo que José Richard pueda disfrutar de su gran pasión a través de las manos de César, quien ha sido calificado como un ángel; pero para mí es más que eso: es un amigo; un amigo del fútbol.
César Daza es un intérprete para personas con discapacidades sensoriales. Él es hincha de Santa Fe. Era un asiduo asistente al Campín hasta que la violencia en las tribunas lo alejó del estadio.
Un día César conoció a José Richard, en lo que era, en principio, una relación profesional. Pero se forjó, en gran parte gracias al fútbol, una amistad. Sí, un hincha de Santa Fe puede ser amigo de un hincha de Millonarios. Las conversaciones de fútbol, con las que trascendieron en su relación, hicieron que César supiera lo mucho que José Richard anhelaba ir al estadio.
Parecía una locura; una hermosa locura. César lo hizo realidad: ideó un sistema para explicarle a José Richard en tiempo real lo que sucede en el partido. Con una tabla en braille, César mueve las manos de José y le indica por donde va la jugada, quién ataca y demás detalles del juego. José Richard está sentado, en una silla especial, dándole la espalda al partido. Allí sentado cuenta que: “con la tabla yo puedo sentir cuando la gente grita o cuando salta, las vibraciones me ayudan a comprender e imaginarme el entorno en el que estoy”.
El primer partido al que asistieron fue a Tigres vs. Once Caldas en Techo. Poco importó que no jugaran ninguno de los equipos de los protagonistas de esta historia. Fue hermoso, poético, pura vida. “Fue increíble poder sentir que Tigres se quedó con el triunfo ante el Once Caldas y que yo estuve ahí para acompañarlos”, afirma José Richard lleno de emoción.
Pero estos dos amigos se animaron y subieron la apuesta deportiva y han empezado a asistir cada 8 días al Campín; no importa si juegan embajadores o cardenales, ellos están allí, con una conexión que parece irrompible, como si durante 90 minutos fueran uno solo. Se les vio en los clásicos capitalinos; cada uno con la camiseta del equipo de sus amores, cada uno seguramente deseando que su equipo gane, pero sobre todo sintiendo el fútbol de una manera excepcional.
Nunca se sabrá que hubiera pasado si, por ejemplo, a José Richard no le hubiera gustado el fútbol; seguro no estaría, yo, contando esta historia; quizá no se habrían hecho amigos y todo hubiera quedado en el plano de lo profesional. Pero así sucedió, la vida hizo que estos dos futboleros se juntaran; el fútbol hizo que José Richard pueda disfrutar de su gran pasión a través de las manos de César, quien ha sido calificado como un ángel; pero para mí es más que eso: es un amigo; un amigo del fútbol.