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El himno: una nación improbable unida durante un minuto y treinta segundos

Sólo existimos como nación durante el himno

Hágalo durar
Hay que hacerlo durar, acaba de empezar: Colombia como proyecto de nación sólo es viable durante el himno (“¡Oh, gloria inmarcesible! ¡Oh, júbilo inmortal!…”).

Cuando suena el himno y juega la Selección, no existen estratos, clases sociales, ricos, pobres, pudientes, indigentes. Hay como un irreverente sentimiento de solidaridad donde usted en el estadio abraza al colombiano que esté a su lado sin conocerlo. (“¡En surcos de dolores, El bien germina ya!”)

No hay razas ni racismo; no hay blancos ni mestizos; no hay negros ni mulatos, tampoco indígenas. El himno los sublima a todos en lo que son. Colombianos, sin importar su color. (“¡Cesó la horrible noche!”). No hay regionalismo: Chocó, Guaviare, Amazonas, Vichada y los demás departamentos olvidados los empapa una inusitada lluvia de patriotismo.

Las ideologías se diluyen. No hay izquierda ni derecha, tampoco centro (¿democrático?). Las fracturas persisten, los rencores perduran pero las diferencias se vislumbran más humanas durante el himno: el otro no es nuestro enemigo, sólo piensa diferente. Ateos, católicos, musulmanes, lesbianas, homosexuales, transexuales… no importa: estamos cantando el himno. (“La libertad sublime, Derrama las auroras, De su invencible luz”)

Quedan veinte segundos. Se viene lo mejor: el pecho se hincha de un orgullo de ser Colombiano, de pertenecer a esta tierra azotada por la violencia pero que se levanta. A esa Colombia rica en biodiversidad, en paisajes, en paraisos. Los decibeles suben, se prepara el grito final. (“La humanidad entera, Que entre cadenas gime…”) Hay que cantarlo más duro que los demás. El patriotismo y la hermandad en su punto más altos.

Hay que hacerlo durar. Ya se va a acabar (“Comprende las palabras…”).

Si los colombianos tuvieran presente este instante previo al final del himno en su cotidianidad, ese grito final, ese sentimiento de hermandad, seríamos un mejor país. (¡¡Del que murió en la cruz!!)

Pero se nos olvida. Porque el himno ya se acabó. El encantamiento terminó. El pais vuelve a ser lo que es. Una nación improbable fracturada socialmente, en razas, en regiones y departamentos, en ideologías, en religiones y políticos.

En Rusia 2018, en el concurso de belleza de ver quién canta más duro el himno seguramente los colombianos estarán en la pugna.

La vaina es pensarnos como nación más allá de ese minuto y treinta segundos.