
Si me hubiera tocado un viaje Bogotá-Barranquilla en bus con Marcos Coll (o Delio Gamboa, o Hernando Tovar, o Antonio Rada) al lado, probablemente no me habría dado cuenta quién era. No lo habría reconocido.
Lo hubiera saludado, a ese señor entrado en años, pidiéndole permiso para acceder a mi silla. ¿Después? Me habría puesto a dormir y matar tiempo sin saber que a mi lado estaba un héroe, un titán de la historia futbolera. Habría tenido a mi lado a un pionero, a un guerrero tricolor durante 14 horas y no me habría percatado.
Si mi cómplice en la eterna fila de un banco hubiera sido Marcos Coll, probablemente tampoco me habría dado cuenta quién era él. Habría estado desesperado, aburrido contando los pasos para salir de ahí, cuando detrás de mí estaba alguien que lo miró en los ojos a Lev Yashin y le hizo un gol.
Hablo, por supuesto, a título personal.
Hay muchos que viven pendientes de ellos; de los pioneros. Que si se los cruzan en la calle los reconocen, los saludan y les expresan todo la admiración que se merecen, o se merecían si ya fallecieron. A él, a Antonio Rada, al Caimán, a Hernando Tovar, a Germán Aceros, a Delio Gamboa.
Pero son la minoría. Y los aplaudo. Necesitamos más como ustedes. Que los piensan, andan pendientes de ellos y los mantienen vivos. Que con el respeto que les tienen en vida les hacen el mejor de los homenajes.
Ellos, los pioneros, el mejor homenaje que podemos hacerles es aprovecharlos en vida. Tener la curiosidad de ir a buscarlos, reírnos con ellos y darles las gracias. Ya muertos, se vuelven una efeméride.
No esperemos del "periodismo deportivo de entretenimiento" mucho más que un párrafo cuando se mueren; el pasado no vende. Depende de nosotros tener la curiosidad de escarbar ese pasado y entender que muchos héroes están aun con vida y podemos aprender mucho de ellos.
Marcos, buen viaje. Usted es mucho más que la efeméride del gol olímpico. Usted fue pionero en la historia del fútbol colombiano.
Lo hubiera saludado, a ese señor entrado en años, pidiéndole permiso para acceder a mi silla. ¿Después? Me habría puesto a dormir y matar tiempo sin saber que a mi lado estaba un héroe, un titán de la historia futbolera. Habría tenido a mi lado a un pionero, a un guerrero tricolor durante 14 horas y no me habría percatado.
Si mi cómplice en la eterna fila de un banco hubiera sido Marcos Coll, probablemente tampoco me habría dado cuenta quién era él. Habría estado desesperado, aburrido contando los pasos para salir de ahí, cuando detrás de mí estaba alguien que lo miró en los ojos a Lev Yashin y le hizo un gol.
Hablo, por supuesto, a título personal.
Hay muchos que viven pendientes de ellos; de los pioneros. Que si se los cruzan en la calle los reconocen, los saludan y les expresan todo la admiración que se merecen, o se merecían si ya fallecieron. A él, a Antonio Rada, al Caimán, a Hernando Tovar, a Germán Aceros, a Delio Gamboa.
Pero son la minoría. Y los aplaudo. Necesitamos más como ustedes. Que los piensan, andan pendientes de ellos y los mantienen vivos. Que con el respeto que les tienen en vida les hacen el mejor de los homenajes.
Ellos, los pioneros, el mejor homenaje que podemos hacerles es aprovecharlos en vida. Tener la curiosidad de ir a buscarlos, reírnos con ellos y darles las gracias. Ya muertos, se vuelven una efeméride.
No esperemos del "periodismo deportivo de entretenimiento" mucho más que un párrafo cuando se mueren; el pasado no vende. Depende de nosotros tener la curiosidad de escarbar ese pasado y entender que muchos héroes están aun con vida y podemos aprender mucho de ellos.
Marcos, buen viaje. Usted es mucho más que la efeméride del gol olímpico. Usted fue pionero en la historia del fútbol colombiano.