
Wayne Rooney tiene un ritual: “Le pregunto siempre al utilero la combinación exacta de colores con la que vamos a jugar. Ya por la noche, antes de dormir, me visualizo en detalle jugando bien con esos colores, haciendo golazos.”
A Muhammad Ali le decían arrogante, ese concepto abierto a debate. Como sea, el tenía otro ritual: visualizaba en detalle, de una manera vívida, milimétrica cada una de sus peleas.
El ruido ensordecedor del público, el flash de las fotos, el calor asfixiante, el sudor en la cara. Sobre todo, se visualizaba siempre vencedor; escuchaba en su mente el clamor de los fanáticos. La visión la tenía; llegado el momento, cada uno de sus músculos sabía cual era el norte.
Diego Maradona cuando habla del gol a los ingleses, aquella jugada virtuosa, el gol del siglo, dice que fue un gol que se soñó haciéndolo desde que era un pibe y jugaba en el potrero. Lo visualizó tanto que llegado el momento, fue natural; se conjugaron la osadía, la visión, el coraje y la genialidad para lograrlo.
Jonny Wilkinson, en su momento el mejor jugador de rugby del mundo, visualizaba el tamaño del balón; el olor del cesped; las luces y las sombras; las miradas; los nervios inclusive pero sobre todo, se visualizaba marcando, haciéndolo bien.
La remontada del Liverpool en Istambul es legendaria. Djibril Cissé cuenta que Gerrard le pidió a Rafa Benitez que se saliera; quería estar sólo con los muchachos. Les dijo que él era un hincha del Liverpool desde niño y le dolían esos colores. Que si marcaban un gol en los primeros 15 minutos iban a ganar. Gerrard salió y marcó el primero de la remontada.
¿Quiere saber cual fue el ritual de Matuidi, Verratti, Meunier y Draxler antes de la debacle 6-1 contra el Barcelona?
Eso ya lo cubrí recientemente, pero, en resumen unos dias antes del fatídico duelo, compartieron una pizza. Visualizaban cómo era “imposible” llegar a tiempo para marcar a Neymar. Visualizaban cómo el Nou Camp era “gigante, inmenso” . Se pusieron a hablar de remontadas; de goles al último minuto. Todos sabemos como terminó eso.
Cuidado con lo que piensa
A Muhammad Ali le decían arrogante, ese concepto abierto a debate. Como sea, el tenía otro ritual: visualizaba en detalle, de una manera vívida, milimétrica cada una de sus peleas.
El ruido ensordecedor del público, el flash de las fotos, el calor asfixiante, el sudor en la cara. Sobre todo, se visualizaba siempre vencedor; escuchaba en su mente el clamor de los fanáticos. La visión la tenía; llegado el momento, cada uno de sus músculos sabía cual era el norte.
Diego Maradona cuando habla del gol a los ingleses, aquella jugada virtuosa, el gol del siglo, dice que fue un gol que se soñó haciéndolo desde que era un pibe y jugaba en el potrero. Lo visualizó tanto que llegado el momento, fue natural; se conjugaron la osadía, la visión, el coraje y la genialidad para lograrlo.
Jonny Wilkinson, en su momento el mejor jugador de rugby del mundo, visualizaba el tamaño del balón; el olor del cesped; las luces y las sombras; las miradas; los nervios inclusive pero sobre todo, se visualizaba marcando, haciéndolo bien.
La remontada del Liverpool en Istambul es legendaria. Djibril Cissé cuenta que Gerrard le pidió a Rafa Benitez que se saliera; quería estar sólo con los muchachos. Les dijo que él era un hincha del Liverpool desde niño y le dolían esos colores. Que si marcaban un gol en los primeros 15 minutos iban a ganar. Gerrard salió y marcó el primero de la remontada.
¿Quiere saber cual fue el ritual de Matuidi, Verratti, Meunier y Draxler antes de la debacle 6-1 contra el Barcelona?
Eso ya lo cubrí recientemente, pero, en resumen unos dias antes del fatídico duelo, compartieron una pizza. Visualizaban cómo era “imposible” llegar a tiempo para marcar a Neymar. Visualizaban cómo el Nou Camp era “gigante, inmenso” . Se pusieron a hablar de remontadas; de goles al último minuto. Todos sabemos como terminó eso.
Cuidado con lo que piensa