
Recuerdo cuando Marcelo Bielsa soltó a sus leones del Athletic de Bilbao una noche en Old Trafford en 2012. Felinos hambrientos, atentos al menor gesto de su líder argentino. En la mirada se veía como le creían y se harían matar por él. Salió con un agresivo 3-4-3; una manada de leones suelta en el Teatro de los Sueños.
Fue de esas noches que se convierten en leyenda. Partidazo. Una oda a la vida misma; un acto de rebeldía de aquellos que despierta consciencias y exorciza miedos; una postura existencial donde a la efímera mortalidad se le rinde tributo tomando riesgos, sintiéndose vivos; una fogata solidaria donde en cada mirada se refleja esa complicidad de compartir un sueño. Al final, todos lo aplaudían, cuando antes del partido 99% de los técnicos hubieran salido a defenderse. Sólo un genio para inspirar tantas cosas. Ese es Marcelo Bielsa, genio.
Recuerdo también cuando Marcelo Bielsa se fue como un gamín del Olympique de Marseille. Me molestó bastante. Prometió que se quedaba. Empezó inclusive pretemporada, pidió refuerzos, hizo promesas... para dejarlo todo tirado. Posteriormente, a la Lazio también los dejó con los crespos hechos; duró un día. Un irresponsable, egoísta, grosero, inestable, volátil; alguien que te renuncia si en el contrato encuentra una coma que no lo convenció. Ese también es Bielsa. Y que no cambie, por favor.
Todos en Manchester sabían a que se atenían con Eric Cantona. Un genio adelantado a su tiempo. Pero también un tipo temperamental. Algunos dirían una “bomba de tiempo” tal era la fogosidad con la que jugaba cada partido.
Cuando Cantona le propina su famosa patada al hincha, en el camerino todos esperaban un regaño monumental de Ferguson. Sir Alex, no le dijo ni una sola palabra. Ni una. A sus adentros, él sabía a lo que se atenía y llegado el momento de la catástrofe, entendió que la genialidad de Cantona respiraba por lapsos de ira. No servía de nada crucificarlo. ¿Pedirle que cambie? Mucho menos, nunca. Ese es Eric Cantona. Ese año perdieron el título.
Higuita no difiere mucho del caso de Cantona. Sabíamos a qué atenernos; sabíamos de su esencia, de su genialidad. La celebramos cuando le salía bien; era un motivo de orgullo.
Pero cuando la embarró… cómo país le dimos la espalda. Al menos en Manchester fueron leales con Eric.
Los genios, no les pidamos la perfección. No busquemos cambiarlos. Hay que ser consecuentes con el riesgo que se toma con ellos.
Fue de esas noches que se convierten en leyenda. Partidazo. Una oda a la vida misma; un acto de rebeldía de aquellos que despierta consciencias y exorciza miedos; una postura existencial donde a la efímera mortalidad se le rinde tributo tomando riesgos, sintiéndose vivos; una fogata solidaria donde en cada mirada se refleja esa complicidad de compartir un sueño. Al final, todos lo aplaudían, cuando antes del partido 99% de los técnicos hubieran salido a defenderse. Sólo un genio para inspirar tantas cosas. Ese es Marcelo Bielsa, genio.
Recuerdo también cuando Marcelo Bielsa se fue como un gamín del Olympique de Marseille. Me molestó bastante. Prometió que se quedaba. Empezó inclusive pretemporada, pidió refuerzos, hizo promesas... para dejarlo todo tirado. Posteriormente, a la Lazio también los dejó con los crespos hechos; duró un día. Un irresponsable, egoísta, grosero, inestable, volátil; alguien que te renuncia si en el contrato encuentra una coma que no lo convenció. Ese también es Bielsa. Y que no cambie, por favor.
Todos en Manchester sabían a que se atenían con Eric Cantona. Un genio adelantado a su tiempo. Pero también un tipo temperamental. Algunos dirían una “bomba de tiempo” tal era la fogosidad con la que jugaba cada partido.
Cuando Cantona le propina su famosa patada al hincha, en el camerino todos esperaban un regaño monumental de Ferguson. Sir Alex, no le dijo ni una sola palabra. Ni una. A sus adentros, él sabía a lo que se atenía y llegado el momento de la catástrofe, entendió que la genialidad de Cantona respiraba por lapsos de ira. No servía de nada crucificarlo. ¿Pedirle que cambie? Mucho menos, nunca. Ese es Eric Cantona. Ese año perdieron el título.
Higuita no difiere mucho del caso de Cantona. Sabíamos a qué atenernos; sabíamos de su esencia, de su genialidad. La celebramos cuando le salía bien; era un motivo de orgullo.
Pero cuando la embarró… cómo país le dimos la espalda. Al menos en Manchester fueron leales con Eric.
Los genios, no les pidamos la perfección. No busquemos cambiarlos. Hay que ser consecuentes con el riesgo que se toma con ellos.