
Abdón Porte escogió quitarse la vida en la mitad de la cancha, en el círculo central de su amado estadio Parque Central. No fue un acto de cobardía. Fue, a su manera, una declaración eterna de amor a su equipo. Uno de los mitos fundadores de esa entrega “charrúa”.
Corría el año 1918. Abdón Porte, a sus 25 años, era un consagrado jugador del Club Nacional de Football y de su selección uruguaya, con la que venía de ganar la Copa América un año antes.
Mediocampista recio, luchador, a su corta edad ya acumulaba 19 títulos a nivel local e internacional. Estaba comprometido: su boda prevista para el mes de abril.Su amor por su club, por sus colores, por ese escudo era bien sabido por todo su entorno. El orgullo que sentía Abdón vistiendo esa camiseta era literalmente el oxígeno que lo mantenía vivo. Pero en 1918 perdería la titularidad…
Ahora suplente, el oxígeno le faltaba. La impotencia de ver a su amado Nacional tan cerca pero tan lejos a la vez se hacía insoportable. Con el paso de las semanas, Abdón cayó en una profunda depresión.
El 4 de marzo de 1918, Nacional le ganó a Charley 3 -1. Un partido importante. Porte fue titular. Lo jugó con hambre; como si fuera el último partido de su vida. Dejándolo todo en cada barrida y cada duelo. Dicen que igual salió insatisfecho por su rendimiento.
En la madrugada, Porte abandona la celebración organizada por el equipo. Con la luna como única cómplice, emprende su camino hacia el estadio Parque Central.
Silencio. Olor a pasto mojado. Abdón recorre el campo. Ese mismo terreno que lo acogió desde niño. Tantos recuerdos; tantas victorias; tantas gestas épicas. Tantos títulos; tantas lágrimas; tanto amor.
Porte llega al círculo central. Mira a su alrededor. Toma un respiro; piensa en su club. Llora. Lágrimas humanas de quizás ya no sentirse a la altura del máximo honor de todos. Saca el revolver. No le tiembla la mano; hay convicción en este adiós. Toma un último respiro y se dispara en el corazón.
Al día siguiente, el perro del estadio fue el primero en percatarse. Dio alerta y pronto su cadáver fue encontrado. Con él, un sombrero de paja con dos cartas.
La primera: “En el Cementerio de la Teja con Bolívar y Carlitos." Abdón escogía su lugar de reposo junto a dos leyendas del Club, Bolívar y Carlos Céspedes.
La segunda, la dirige al Presidente y Médico del Club, José María Delgado: “Querido doctor. Le pido a usted y demás compañeros de Comisión que hagan por mí como yo hice por ustedes: hagan por mi familia y por mi querida madre. Adiós querido amigo de la vida”.
Debajo de su firma, se encuentra la declaración de amor más hermosa jamás escrita por unos colores, por un escudo, por una camiseta:
“Nacional aunque en polvo convertido / y en polvo siempre amante. / No olvidaré un instante / lo mucho que te he querido. / Adiós para siempre.”
Corría el año 1918. Abdón Porte, a sus 25 años, era un consagrado jugador del Club Nacional de Football y de su selección uruguaya, con la que venía de ganar la Copa América un año antes.
Mediocampista recio, luchador, a su corta edad ya acumulaba 19 títulos a nivel local e internacional. Estaba comprometido: su boda prevista para el mes de abril.Su amor por su club, por sus colores, por ese escudo era bien sabido por todo su entorno. El orgullo que sentía Abdón vistiendo esa camiseta era literalmente el oxígeno que lo mantenía vivo. Pero en 1918 perdería la titularidad…
Ahora suplente, el oxígeno le faltaba. La impotencia de ver a su amado Nacional tan cerca pero tan lejos a la vez se hacía insoportable. Con el paso de las semanas, Abdón cayó en una profunda depresión.
El 4 de marzo de 1918, Nacional le ganó a Charley 3 -1. Un partido importante. Porte fue titular. Lo jugó con hambre; como si fuera el último partido de su vida. Dejándolo todo en cada barrida y cada duelo. Dicen que igual salió insatisfecho por su rendimiento.
En la madrugada, Porte abandona la celebración organizada por el equipo. Con la luna como única cómplice, emprende su camino hacia el estadio Parque Central.
Silencio. Olor a pasto mojado. Abdón recorre el campo. Ese mismo terreno que lo acogió desde niño. Tantos recuerdos; tantas victorias; tantas gestas épicas. Tantos títulos; tantas lágrimas; tanto amor.
Porte llega al círculo central. Mira a su alrededor. Toma un respiro; piensa en su club. Llora. Lágrimas humanas de quizás ya no sentirse a la altura del máximo honor de todos. Saca el revolver. No le tiembla la mano; hay convicción en este adiós. Toma un último respiro y se dispara en el corazón.
Al día siguiente, el perro del estadio fue el primero en percatarse. Dio alerta y pronto su cadáver fue encontrado. Con él, un sombrero de paja con dos cartas.
La primera: “En el Cementerio de la Teja con Bolívar y Carlitos." Abdón escogía su lugar de reposo junto a dos leyendas del Club, Bolívar y Carlos Céspedes.
La segunda, la dirige al Presidente y Médico del Club, José María Delgado: “Querido doctor. Le pido a usted y demás compañeros de Comisión que hagan por mí como yo hice por ustedes: hagan por mi familia y por mi querida madre. Adiós querido amigo de la vida”.
Debajo de su firma, se encuentra la declaración de amor más hermosa jamás escrita por unos colores, por un escudo, por una camiseta:
“Nacional aunque en polvo convertido / y en polvo siempre amante. / No olvidaré un instante / lo mucho que te he querido. / Adiós para siempre.”