
Para una persona del común, un actor, un músico o cualquier otra profesión que acarree algo de fama o reconocimiento, ser homosexual ya no es un tema tabú y socialmente es más aceptable que hace unas cuantas décadas atrás; pero para un hombre que pertenezca a una congregación de hombres en un deporte en conjunto como un jugador de fútbol, la cosa cambia radicalmente.
Esta es la historia de Justin Fashanu, moreno delantero inglés que despuntó en el Norwich City y maravilló con su velocidad, agilidad y técnica prometedora a la otrora Liga Inglesa –convirtió el mejor gol de la temporada 1980/1981-. Su suceso no tardó en llegar y el histórico Brian Clough lo apuntó para su poderoso Nottingham Forest; un fichaje histórico, ya que desembolsaron un millón de libras por él, todo un récord para un futbolista de color en la época.
El destino tomo otro rumbo y una vez instalado en City Ground, Fashanu tocó el cielo con las manos y en una época donde los clubes ya mimaban a los jugadores como si hubieran conseguido el éxito de antemano; llegó el comienzo del fin: de las gambetas y los goles a los bares, escándalos, alcohol y fiestas en sitios donde se reunían homosexuales. Los rumores no tardaron en llegar a oídos del gran estratega Clough, quien se disgustó y apartó de las formaciones titulares a Justin Fashanu. Al verse totalmente relegado, buscó la puerta de salida rápidamente y desfiló por un sinnúmero de equipos ingleses: Southampton, Notts County, Brighton y un puñado más, con un solo denominador, el fracaso. En medio de su irregularidad se le sumó otro calvario, el de una lesión de rodilla que amenazó seriamente con su carrera, ya hacia un tiempo venida abajo.
Con todo en contra y una vez operado de su rodilla en Estados Unidos, decidió quemar los últimos cartuchos en la misma liga donde supo triunfar en un comienzo: La Liga Inglesa. En su regreso a todas luces, aceptó quizá con la intención de relanzarse una entrevista del diario The Sun. En ella profirió dos palabras que fueron titulares en todo el Reino Unido: ‘Soy Gay’. En definitiva, el primer futbolista en aceptarlo públicamente y con lujo de detalles, para felicidad de la prensa rosa siempre atada al deporte; de nada le sirvió en su intento por ganar de nuevo la atención, ya que fue marginado y futbolísticamente sepultado sin vuelta atrás. Sus compañeros le acribillaron, sus rivales le denigraron y los hinchas le juzgaron. Aun así, siguió con su carrera en otro lado. Necesitaba un aire nuevo y se fue de Inglaterra a probar suerte en ligas mucho menores: Suecia, Escocia, Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda, aceptando que lo único que le quedaba era jugar el fútbol ya que ética y moralmente lo habían destrozado. Demostró que amaba a la pelota como a sus convicciones sexuales, algo ejemplar y netamente admirable.
Colgó las botas en 1994 y en Estados Unidos forjó su etapa como entrenador. En 4 años les enseño a muchos jóvenes norteamericanos el arte del fútbol, algo desconocido para ellos; pero la bomba de tiempo estalló en la vida de Fashanu. Uno de esos jóvenes le denunció por abuso sexual, pero en dicho caso nunca se encontraron pruebas fehacientes y se cerró por falta de las mismas. Aun así el daño estaba hecho y Fashanu no soportó más la vergüenza y la humillación pública. Se ahorcó en el garaje de su casa, dejando una nota de total tristeza y desolación.
Sus goles nunca se volvieron a cantar igual después de que se declaró abiertamente gay. Una historia de vida que como aficionados al fútbol, no podemos repetir.
Esta es la historia de Justin Fashanu, moreno delantero inglés que despuntó en el Norwich City y maravilló con su velocidad, agilidad y técnica prometedora a la otrora Liga Inglesa –convirtió el mejor gol de la temporada 1980/1981-. Su suceso no tardó en llegar y el histórico Brian Clough lo apuntó para su poderoso Nottingham Forest; un fichaje histórico, ya que desembolsaron un millón de libras por él, todo un récord para un futbolista de color en la época.
El destino tomo otro rumbo y una vez instalado en City Ground, Fashanu tocó el cielo con las manos y en una época donde los clubes ya mimaban a los jugadores como si hubieran conseguido el éxito de antemano; llegó el comienzo del fin: de las gambetas y los goles a los bares, escándalos, alcohol y fiestas en sitios donde se reunían homosexuales. Los rumores no tardaron en llegar a oídos del gran estratega Clough, quien se disgustó y apartó de las formaciones titulares a Justin Fashanu. Al verse totalmente relegado, buscó la puerta de salida rápidamente y desfiló por un sinnúmero de equipos ingleses: Southampton, Notts County, Brighton y un puñado más, con un solo denominador, el fracaso. En medio de su irregularidad se le sumó otro calvario, el de una lesión de rodilla que amenazó seriamente con su carrera, ya hacia un tiempo venida abajo.
Con todo en contra y una vez operado de su rodilla en Estados Unidos, decidió quemar los últimos cartuchos en la misma liga donde supo triunfar en un comienzo: La Liga Inglesa. En su regreso a todas luces, aceptó quizá con la intención de relanzarse una entrevista del diario The Sun. En ella profirió dos palabras que fueron titulares en todo el Reino Unido: ‘Soy Gay’. En definitiva, el primer futbolista en aceptarlo públicamente y con lujo de detalles, para felicidad de la prensa rosa siempre atada al deporte; de nada le sirvió en su intento por ganar de nuevo la atención, ya que fue marginado y futbolísticamente sepultado sin vuelta atrás. Sus compañeros le acribillaron, sus rivales le denigraron y los hinchas le juzgaron. Aun así, siguió con su carrera en otro lado. Necesitaba un aire nuevo y se fue de Inglaterra a probar suerte en ligas mucho menores: Suecia, Escocia, Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda, aceptando que lo único que le quedaba era jugar el fútbol ya que ética y moralmente lo habían destrozado. Demostró que amaba a la pelota como a sus convicciones sexuales, algo ejemplar y netamente admirable.
Colgó las botas en 1994 y en Estados Unidos forjó su etapa como entrenador. En 4 años les enseño a muchos jóvenes norteamericanos el arte del fútbol, algo desconocido para ellos; pero la bomba de tiempo estalló en la vida de Fashanu. Uno de esos jóvenes le denunció por abuso sexual, pero en dicho caso nunca se encontraron pruebas fehacientes y se cerró por falta de las mismas. Aun así el daño estaba hecho y Fashanu no soportó más la vergüenza y la humillación pública. Se ahorcó en el garaje de su casa, dejando una nota de total tristeza y desolación.
Sus goles nunca se volvieron a cantar igual después de que se declaró abiertamente gay. Una historia de vida que como aficionados al fútbol, no podemos repetir.