
Por cada matrimonio duradero que genera admiración, por cada cuento de hadas sobre almas gemelas que se conocieron jóvenes y vivieron por siempre (Totti y la Roma; Maldini y el Milan; Giggs y el Manchester…) hay miles de divorcios y separaciones en el mundo (del fútbol). Es la vida.
Es que el idealista en mí se aferra a creer que ese trasegar de un futbolista por el mundo no dista mucho de esa aspiración a encontrar ese verdadero amor. Ese lugar donde arraigarse por el resto de la vida y escribir una historia inmortal.
Están los cuentos de hadas. Aquellos que todos idealizamos y andamos reverenciando. Esos amores furibundos de infancia que se vuelven referentes para todos. Prueba de que los matrimonios son viables como fogata que nunca se apaga. Ya mencioné a Totti, Maldini y Giggs pero también están Tony Addams, Paul Scholes, Carles Puyol…
Pero los cuentos de hadas son minoritarios. Ese es su encanto.
Todos tienen (tenemos) una primera novia. Ese club donde se forjaron o debutaron como profesionales; donde se hicieron hombres creyéndose invencibles. Todos le guardan (amos) un cariño nostálgico a esa primera vivencia: unos más que otros.
Se añora el momento de volver a ver esa mujer décadas despúes y recordar un pasado que se funde en ese presente. Charlar con ella. No en vano, por ejemplo, Juan Román Riquelme decidió retirarse en Argentinos Juniors. Como él (Diego y Gabriel Milito, Romario, Dunga…) todos albergan esa curiosidad de rejuvenecer volviendo al pasado, a ese primer amor.
Los hay que del despecho de esa primera novia aprendieron que la vida sigue. La vida los obligó a crecer y supieron volverse a enamorar. Los hay suertudos que encontraron rapidamente esa mujer soñada y escribieron historias inmortales.
Javier Zanetti amó a Independiente, Talleres y Banfield pero amó incluso más al Internazionale con quién escribió una historia de 19 años que aun perdura. Alan Shearer tuvo dos novias que le enseñaron mucho (Southampton y Blackburn) pero fue con el Newcastle United con quién decidió comprometerse durante once (11) años, volviéndose el máximo anotador en la historia del club. Alessandro del Piero es un caso similar: las mieles del profesionalismo las conoció con el Padova pero su verdadera historia de amor fue con la Juventus (19 años).
Los hay infieles.
Figo, Luis Enrique, Higuaín y tantos más juraron amor eterno para traicionar la fé depositada en ellos. Mezcla de debilidad, sevicia y maldad sus actos son la prueba de que las heridas de la infidelidad nunca se olvidan.
Los hay timadores. Que por plata, se venden al mejor postor. Que besan escudos en tierras recóndidas y lejanas por la promesa de un cheque por cobrar. De esos, mejor ni hablar.
El fútbol es como la vida. Cada nueva relación, cada nuevo equipo es una página en blanco donde proyectamos nuestras más magnas ilusiones sin saber la fecha de expiración y sin darle la espalda a un pasado que nos acompaña, siempre.
Es que el idealista en mí se aferra a creer que ese trasegar de un futbolista por el mundo no dista mucho de esa aspiración a encontrar ese verdadero amor. Ese lugar donde arraigarse por el resto de la vida y escribir una historia inmortal.
Están los cuentos de hadas. Aquellos que todos idealizamos y andamos reverenciando. Esos amores furibundos de infancia que se vuelven referentes para todos. Prueba de que los matrimonios son viables como fogata que nunca se apaga. Ya mencioné a Totti, Maldini y Giggs pero también están Tony Addams, Paul Scholes, Carles Puyol…
Pero los cuentos de hadas son minoritarios. Ese es su encanto.
Todos tienen (tenemos) una primera novia. Ese club donde se forjaron o debutaron como profesionales; donde se hicieron hombres creyéndose invencibles. Todos le guardan (amos) un cariño nostálgico a esa primera vivencia: unos más que otros.
Se añora el momento de volver a ver esa mujer décadas despúes y recordar un pasado que se funde en ese presente. Charlar con ella. No en vano, por ejemplo, Juan Román Riquelme decidió retirarse en Argentinos Juniors. Como él (Diego y Gabriel Milito, Romario, Dunga…) todos albergan esa curiosidad de rejuvenecer volviendo al pasado, a ese primer amor.
Los hay que del despecho de esa primera novia aprendieron que la vida sigue. La vida los obligó a crecer y supieron volverse a enamorar. Los hay suertudos que encontraron rapidamente esa mujer soñada y escribieron historias inmortales.
Javier Zanetti amó a Independiente, Talleres y Banfield pero amó incluso más al Internazionale con quién escribió una historia de 19 años que aun perdura. Alan Shearer tuvo dos novias que le enseñaron mucho (Southampton y Blackburn) pero fue con el Newcastle United con quién decidió comprometerse durante once (11) años, volviéndose el máximo anotador en la historia del club. Alessandro del Piero es un caso similar: las mieles del profesionalismo las conoció con el Padova pero su verdadera historia de amor fue con la Juventus (19 años).
Los hay infieles.
Figo, Luis Enrique, Higuaín y tantos más juraron amor eterno para traicionar la fé depositada en ellos. Mezcla de debilidad, sevicia y maldad sus actos son la prueba de que las heridas de la infidelidad nunca se olvidan.
Los hay timadores. Que por plata, se venden al mejor postor. Que besan escudos en tierras recóndidas y lejanas por la promesa de un cheque por cobrar. De esos, mejor ni hablar.
El fútbol es como la vida. Cada nueva relación, cada nuevo equipo es una página en blanco donde proyectamos nuestras más magnas ilusiones sin saber la fecha de expiración y sin darle la espalda a un pasado que nos acompaña, siempre.