
“I'll Bambino de oro”, así quedaría inscrito para la eternidad del fútbol el nombre de Gianni Rivera, considerado por muchos como el mejor jugador de la historia italiana.
Lo curioso es que era uno que se destacaba por ser todo lo contrario a la filosofía del “catenaccio”, la elegancia y la creatividad en el campo de juego eran sus cualidades.
Con tan solo quince años fue objeto de una transferencia de escándalo para la época, pasó del pequeño Alessandria, al gigante Milán por una cifra que superaba los sesenta millones de liras más tres jugadores del “rossonero”. De allí en adelante todo sería éxito para la carrera de Rivera en un club que no abandonaría sino hasta dejar el fútbol.
"Il Bambino", se convirtió en símbolo de las primeras copas de Europa ganadas por el Milán en el 63 y 69, año este, en el que ganó el balón de oro, que lo identificó como el mejor jugador de ese año.
El medio campo era su territorio, y ser ofensivo su objetivo, algo que le trajo diferencias con algunos técnicos, pues se le criticaba en ocasiones por su falta de sacrificio defensivo, sin embargo cuando la pelota tocaba sus pies todos cambiaban, la visión de juego explotaba, y la técnica desbordaba cualquier limite.
La selección italiana también fue testigo de su grandeza, en especial en el mundial de México 70 cuando en las semifinales en un gran partido Rivera le dio el triunfo a la “azzurra” sobre Alemania, sin embargo diferencias con el técnico Valcareggi, solo le permitieron jugar seis minutos en la final, cuando ya Brasil había aplicado un baile a los italianos.
Así fue este niño dorado, objeto de amores y odios pero ante todo un magnifico exponente de elegancia de un deporte que siempre agradecerá estas cualidades, basta con terminar manifestando la descripción que la revista France Football dio sobre él: “"el capitán del Milán es el único que da sentido de poesía a este deporte. Como Oscar Wilde él mira más por la estética que por el resultado"
Lo curioso es que era uno que se destacaba por ser todo lo contrario a la filosofía del “catenaccio”, la elegancia y la creatividad en el campo de juego eran sus cualidades.
Con tan solo quince años fue objeto de una transferencia de escándalo para la época, pasó del pequeño Alessandria, al gigante Milán por una cifra que superaba los sesenta millones de liras más tres jugadores del “rossonero”. De allí en adelante todo sería éxito para la carrera de Rivera en un club que no abandonaría sino hasta dejar el fútbol.
"Il Bambino", se convirtió en símbolo de las primeras copas de Europa ganadas por el Milán en el 63 y 69, año este, en el que ganó el balón de oro, que lo identificó como el mejor jugador de ese año.
El medio campo era su territorio, y ser ofensivo su objetivo, algo que le trajo diferencias con algunos técnicos, pues se le criticaba en ocasiones por su falta de sacrificio defensivo, sin embargo cuando la pelota tocaba sus pies todos cambiaban, la visión de juego explotaba, y la técnica desbordaba cualquier limite.
La selección italiana también fue testigo de su grandeza, en especial en el mundial de México 70 cuando en las semifinales en un gran partido Rivera le dio el triunfo a la “azzurra” sobre Alemania, sin embargo diferencias con el técnico Valcareggi, solo le permitieron jugar seis minutos en la final, cuando ya Brasil había aplicado un baile a los italianos.
Así fue este niño dorado, objeto de amores y odios pero ante todo un magnifico exponente de elegancia de un deporte que siempre agradecerá estas cualidades, basta con terminar manifestando la descripción que la revista France Football dio sobre él: “"el capitán del Milán es el único que da sentido de poesía a este deporte. Como Oscar Wilde él mira más por la estética que por el resultado"