Gigi Meroni era un brillante prospecto del Torino, un joven y extrovertido jugador, para muchos el “Georges Best” italiano. Admirado por las mujeres, Gigi era un un amante de los Beatles, melenudo, rebelde, un icono social en devenir y gran jugador de fútbol.
Cuenta la anécdota que el seleccionador azzurro lo amenazó con no llevarle a la selección si no se cortaba el pelo: Gigi no se lo cortó… y aun así lo llevaron. Pretendido por la Juventus, Meroni siempre manifestó lealtad al Toro, lo cual le confirió estatus de ídolo con la tifoseria del Torino. Un trágico 15 de Octubre de 1968, tras una victoria 4-2 sobre la Sampdoria, Gigi se paseaba junto a su compañero Poletti por las calles de Turín. Despistado, Gigi cruza mal y es embestido por una motocicleta conducida por un joven de 19 años llamado Attilio Romero. Gigi iba a fallecer horas después con apenas 24 años de edad. Fue una enorme tragedia: Attilio Romero, el conductor de la moto, era un jovencito que idolatraba a Meroni. Se vestía como él, caminaba como él, tenia posters en su cuarto de él. Había sido participe de la muerte de su ídolo… Tras un juicio, Romero sale absuelto, y Turín se sumía en un doloroso duelo que duraría muchos años. En un giro sin precedentes, sacado del más loco de los guiones, 30 años después ocurriría algo muy peculiar. Ahora un importante ejecutivo de la FIAT, Attilio Romero, el mismo culpable de la muerte de uno de los máximos ídolos del Torino, iba a asumir en 1998 la presidencia del Toro. Ambicioso, Romero se veía llevando al Torino a lo más alto del fútbol europeo, pero no contaba con una hinchada que no olvidaba el trágico episodio de la muerte de Meroni. Resistido por la hinchada, una serie de malos resultados dañaron cualquier posibilidad de reconciliación: los tifosi le coreaban a Attilio cuando el equipo perdía que él había matado al gran ídolo, a Gigi… Terminó renunciando al cabo de un año. Un hincha… tiene memoria. |