El “Pecoso” Castro dijo alguna vez que Peláez “entrevistaba a los jugadores, pero prefería charlar con ellos fuera de micrófono”. Hernán fue el primero en reconocerlo: ”Eso es lo que más extraño: los vestuarios, las historias, las vivencias, más que las transmisiones. Me apasiona la parafernalia y la intimidad de los jugadores alrededor del fútbol, más que su vida familiar.”
Un sello distintivo en su periodismo que marcó a una generación. Como yo, estoy seguro que hay millones de personas que crecimos escuchando sus anécdotas sobre el fútbol y la vida, o más bien… la vida a través del fútbol.
Los destinos trágicos de Garrincha, Sócrates o Georges Best no resultaban tan aterradores cuando los narra Peláez: ¡como se habían gozado la vida! “Déjeeeelos… No los moleste a esos talentosos, ellos son bohemios.(…)” le decía a Iván Mejía como defendiendo a sus amigos.
Hernán Peláez no estudió periodismo deportivo. Lo vive. Lo aprendió ejerciéndolo. Se graduó con honores de la mejor y más selecta universidad de todas: el vestuario, con técnicos y jugadores como maestros. Una verdadera escuela de vida, como el fútbol.
Una universidad que no acepta a todos los candidatos. Se necesita de mucha empatía, carisma y química para abrirse las puertas que Hernán se abrió; para crear las amistades tan entrañables que Hernán forjó; para fomentar la confianza que todos los jugadores y técnicos le profesaban.
Peláez no discrimina. Nunca. Puede tratarse del “Ñaña” Velasco, lateral derecho del Pereira o del flamante Jorge Valdano, campeón del mundo y leyenda del Real Madrid, lo que le interesa a Hernán es una buena conversación. De todo le aprende porque en la vida a todos hay que aprenderle.
Peláez es agradecido. Nada como esa lealtad de acordarse siempre de aquellos que ya viajaron antes que él. Cuanta humildad y dignidad cuando ponía ese clarín fúnebre para rendirle tributo a un jugador olvidado por la sociedad que murió pasando dificultades. Era como esa manera de retribuirle esa conversación que los unió algún día.
Maestro, me extendí. Es el escrito de siempre, como cada año, para darle las gracias por todo. En serio, por todo.
Porque sin su influencia (con la de Eduardo Galeano y otros tantos) Pinceladas de Fútbol no existiría.
Y tengo un sueño: regalarle el libro de Pinceladas de Fútbol que vamos a publicar en 2018.
Feliz Cumpleaños, siempre joven como en la foto.
Un sello distintivo en su periodismo que marcó a una generación. Como yo, estoy seguro que hay millones de personas que crecimos escuchando sus anécdotas sobre el fútbol y la vida, o más bien… la vida a través del fútbol.
Los destinos trágicos de Garrincha, Sócrates o Georges Best no resultaban tan aterradores cuando los narra Peláez: ¡como se habían gozado la vida! “Déjeeeelos… No los moleste a esos talentosos, ellos son bohemios.(…)” le decía a Iván Mejía como defendiendo a sus amigos.
Hernán Peláez no estudió periodismo deportivo. Lo vive. Lo aprendió ejerciéndolo. Se graduó con honores de la mejor y más selecta universidad de todas: el vestuario, con técnicos y jugadores como maestros. Una verdadera escuela de vida, como el fútbol.
Una universidad que no acepta a todos los candidatos. Se necesita de mucha empatía, carisma y química para abrirse las puertas que Hernán se abrió; para crear las amistades tan entrañables que Hernán forjó; para fomentar la confianza que todos los jugadores y técnicos le profesaban.
Peláez no discrimina. Nunca. Puede tratarse del “Ñaña” Velasco, lateral derecho del Pereira o del flamante Jorge Valdano, campeón del mundo y leyenda del Real Madrid, lo que le interesa a Hernán es una buena conversación. De todo le aprende porque en la vida a todos hay que aprenderle.
Peláez es agradecido. Nada como esa lealtad de acordarse siempre de aquellos que ya viajaron antes que él. Cuanta humildad y dignidad cuando ponía ese clarín fúnebre para rendirle tributo a un jugador olvidado por la sociedad que murió pasando dificultades. Era como esa manera de retribuirle esa conversación que los unió algún día.
Maestro, me extendí. Es el escrito de siempre, como cada año, para darle las gracias por todo. En serio, por todo.
Porque sin su influencia (con la de Eduardo Galeano y otros tantos) Pinceladas de Fútbol no existiría.
Y tengo un sueño: regalarle el libro de Pinceladas de Fútbol que vamos a publicar en 2018.
Feliz Cumpleaños, siempre joven como en la foto.