
“No me siento campeón del mundo (…) porque jugué tan pocos minutos que no puedo sentirme campeón. Eso lo deben sentir los muchachos que jugaron casi todos los partidos y que realmente hicieron méritos para lograr el título.”
Lo dice Ricardo Bochini, ese artista legendario del fútbol argentino, resumiendo su participación en México 86. El “Bocha” jugó 156 segundos, en el cierre del partido contra Bélgica. Su sinceridad es refrescante: es meritocrático. La gloria, en principio, para quienes hayan participado en conseguirla. Ni más, ni menos.
Es algo a ponderar a la hora de inmortalizar con la máxima de las glorias a jugadores que de pronto no jugaron o jugaron muy poco.
A Ronaldo Nazario, suelen adjudicarle dos (2) Copas del Mundo, aun cuando bien en 1994 no jugó: sólo pisó el cesped para celebrar. He llegado a leer que “Nazario ha ganado dos mundiales y Messi ninguno” (…). Con Kaká es lo mismo. En 2002, jugó 19 minutos contra Costa Rica en un partido ya consumado, pero a la hora de hacer un balance sobre su capacidad futbolística, se le ha entronado como un “campeón del mundo” al mismo nivel de un Ronaldo Nazario o Rivaldo. Recibieron la medalla, pero no participaron. No se ensuciaron. No sudaron.
A la hora de evaluar su carrera individual, Ronaldo (en 1994) y Kaká, son campeones del mundo, pero que no participaron. Con esa salvedad. Con la cordura de Bochini.
Por supuesto, desde lo colectivo es otra historia: hicieron parte del grupo, comulgaron, apoyaron a sus compañeros, fueron parte de la aventura y son efectivamente campeones. El hecho de no jugar no les quita mérito. De hecho son muy importantes. Un ejemplo perfecto es “Pepe” Reina, tercer arquero de la gloriosa España durante su época dorada. Reina nunca jugó, pero fue el mejor de los amigos, de los compañeros, de los motivadores. Fue clave. A ese título, fue esencial y determinante en la dinámica de grupo. Y es también un campeón del mundo.
Propongo entonces una diferenciación.
En lo colectivo, todos son campeones del mundo, pueden estar orgullosos porque se lo ganaron como equipo solidario que compartió un mismo latido de corazón, especialmente los suplentes por su compañerismo son esenciales. Ganó el grupo entero.
Pero en lo individual, en lo deportivo, en los debates futbolísticos, a la hora de hacer balances sobre una carrera, al César lo que es del César. Un poco más de meritocracia. Como la de Bochini.
Si bien todos son campeones, fueron los que jugaron y se ensuciaron que merecen salir, primero, en la foto.
Lo dice Ricardo Bochini, ese artista legendario del fútbol argentino, resumiendo su participación en México 86. El “Bocha” jugó 156 segundos, en el cierre del partido contra Bélgica. Su sinceridad es refrescante: es meritocrático. La gloria, en principio, para quienes hayan participado en conseguirla. Ni más, ni menos.
Es algo a ponderar a la hora de inmortalizar con la máxima de las glorias a jugadores que de pronto no jugaron o jugaron muy poco.
A Ronaldo Nazario, suelen adjudicarle dos (2) Copas del Mundo, aun cuando bien en 1994 no jugó: sólo pisó el cesped para celebrar. He llegado a leer que “Nazario ha ganado dos mundiales y Messi ninguno” (…). Con Kaká es lo mismo. En 2002, jugó 19 minutos contra Costa Rica en un partido ya consumado, pero a la hora de hacer un balance sobre su capacidad futbolística, se le ha entronado como un “campeón del mundo” al mismo nivel de un Ronaldo Nazario o Rivaldo. Recibieron la medalla, pero no participaron. No se ensuciaron. No sudaron.
A la hora de evaluar su carrera individual, Ronaldo (en 1994) y Kaká, son campeones del mundo, pero que no participaron. Con esa salvedad. Con la cordura de Bochini.
Por supuesto, desde lo colectivo es otra historia: hicieron parte del grupo, comulgaron, apoyaron a sus compañeros, fueron parte de la aventura y son efectivamente campeones. El hecho de no jugar no les quita mérito. De hecho son muy importantes. Un ejemplo perfecto es “Pepe” Reina, tercer arquero de la gloriosa España durante su época dorada. Reina nunca jugó, pero fue el mejor de los amigos, de los compañeros, de los motivadores. Fue clave. A ese título, fue esencial y determinante en la dinámica de grupo. Y es también un campeón del mundo.
Propongo entonces una diferenciación.
En lo colectivo, todos son campeones del mundo, pueden estar orgullosos porque se lo ganaron como equipo solidario que compartió un mismo latido de corazón, especialmente los suplentes por su compañerismo son esenciales. Ganó el grupo entero.
Pero en lo individual, en lo deportivo, en los debates futbolísticos, a la hora de hacer balances sobre una carrera, al César lo que es del César. Un poco más de meritocracia. Como la de Bochini.
Si bien todos son campeones, fueron los que jugaron y se ensuciaron que merecen salir, primero, en la foto.