Soy Bogotano. No me siento particularmente orgulloso de mi ciudad. De niño, jamás me sentí atraído por Millonarios o Santa Fé. Viví 10 años en Europa: fui afortunado. Me enamoré de muchas cosas por allá. Soy un Bogotano hincha del América de Cali y el Newcastle United. ¿Y qué?
No puede ser que en el año 2017 todavía exista gente que crea que uno sólo puede ser hincha del equipo de la ciudad en donde nació. Es algo tan arbitrario. Una filiación predestinada; una pasión atada al lugar de expedición de su registro de nacimiento. Valiente concepción del fútbol. ¿Y si en mi ciudad no hay equipo de fútbol… debo entonces buscar la ciudad más cercana para respetar este mediocre requisito? Esta es una escuela radical de pensamiento. Que anda pordebajeando a quienes no son como ellos: obtusos, cerrados al mundo, replegados en su limitada identidad citadina.
Los hay también que, en su generosidad, le perdonan el requisito de la ciudad de nacimiento pero le exigen que sólo puede ser hincha de un equipo de su propio país. Para ellos, no se puede ser hincha de un equipo extranjero. En otras palabras, "papito, mire su pasaporte… ¿si ve ese escudo de Colombia? Ah… bueno, usted sólo puede enamorarse de un equipo colombiano". Por muy paupérrimo y malo que pueda ser el torneo local, su filiación futbolera no puede salir de ahí. Entonces el colombiano la saca barato, porque el nacido en Haiti entonces está jodido.
Yo pertenezco a una tercera escuela, permeada por una visión cosmopolita. Entiendo el fútbol como un fenómeno social y cultural, donde la identidad se construye en relación con su entorno. Déjeme explicarle.
Si el fútbol es un arte, entonces no tiene fronteras. Repito. Si el fútbol es un arte, entonces no tiene fronteras. Usted puede enamorarse de cualquier equipo del mundo: es así de simple. El arte es universal. Toca las fibras humanas sin fijarse en su número de pasaporte.
Vivimos en una época con millones y millones de refugiados y desplazados. Gente que construye su identidad por donde va viviendo, en ese cotidiano rebusque intentando ganarle el partido a la vida. Millones de niños refugiados sueñan con Messi y Cristiano. ¿Qué hacemos con ellos? ¿Les soltamos el estúpido “usted sólo puede ser hincha del equipo de su tierra”?
La globalización permite, en 2017, verse todos (si, TODOS) los partidos de su equipo extranjero a lo largo de la temporada, si usted así lo desea. A miles de kilómetros de distancia, usted puede vibrar y ser uno más de esa comunidad imaginaria de las tribus del fútbol. El conocimiento está más que nunca al alcance de todos para investigar sobre la esencia y cultura de cualquier equipo del mundo.
En un mundo globalizado, un hincha lo define las ganas de conocer la historia de su club, sus valores y su identidad, sea del continente que sea. Punto.
No puede ser que en el año 2017 todavía exista gente que crea que uno sólo puede ser hincha del equipo de la ciudad en donde nació. Es algo tan arbitrario. Una filiación predestinada; una pasión atada al lugar de expedición de su registro de nacimiento. Valiente concepción del fútbol. ¿Y si en mi ciudad no hay equipo de fútbol… debo entonces buscar la ciudad más cercana para respetar este mediocre requisito? Esta es una escuela radical de pensamiento. Que anda pordebajeando a quienes no son como ellos: obtusos, cerrados al mundo, replegados en su limitada identidad citadina.
Los hay también que, en su generosidad, le perdonan el requisito de la ciudad de nacimiento pero le exigen que sólo puede ser hincha de un equipo de su propio país. Para ellos, no se puede ser hincha de un equipo extranjero. En otras palabras, "papito, mire su pasaporte… ¿si ve ese escudo de Colombia? Ah… bueno, usted sólo puede enamorarse de un equipo colombiano". Por muy paupérrimo y malo que pueda ser el torneo local, su filiación futbolera no puede salir de ahí. Entonces el colombiano la saca barato, porque el nacido en Haiti entonces está jodido.
Yo pertenezco a una tercera escuela, permeada por una visión cosmopolita. Entiendo el fútbol como un fenómeno social y cultural, donde la identidad se construye en relación con su entorno. Déjeme explicarle.
Si el fútbol es un arte, entonces no tiene fronteras. Repito. Si el fútbol es un arte, entonces no tiene fronteras. Usted puede enamorarse de cualquier equipo del mundo: es así de simple. El arte es universal. Toca las fibras humanas sin fijarse en su número de pasaporte.
Vivimos en una época con millones y millones de refugiados y desplazados. Gente que construye su identidad por donde va viviendo, en ese cotidiano rebusque intentando ganarle el partido a la vida. Millones de niños refugiados sueñan con Messi y Cristiano. ¿Qué hacemos con ellos? ¿Les soltamos el estúpido “usted sólo puede ser hincha del equipo de su tierra”?
La globalización permite, en 2017, verse todos (si, TODOS) los partidos de su equipo extranjero a lo largo de la temporada, si usted así lo desea. A miles de kilómetros de distancia, usted puede vibrar y ser uno más de esa comunidad imaginaria de las tribus del fútbol. El conocimiento está más que nunca al alcance de todos para investigar sobre la esencia y cultura de cualquier equipo del mundo.
En un mundo globalizado, un hincha lo define las ganas de conocer la historia de su club, sus valores y su identidad, sea del continente que sea. Punto.