
El estadio de Teherán, capital de Irán, se llama Azadi, que en español traduce libertad; toda una paradoja si se tiene en cuenta que a las mujeres se les tiene prohibida (como muchas otras cosas) la entrada al escenario que además es la casa de la Selección iraní. 90000 personas es la capacidad del Azadi, bueno 90000 hombres porque rara vez una mujer ha podido ubicarse en sus tribunas.
Las mujeres iranís no pueden ir al estadio desde 1979 cuando estalló la Revolución Islámica. El fútbol como reflejo de la sociedad; antes de la Revolución, Irán era potencia asiática en fútbol: tres títulos continentales seguidos había conquistado (1968, 1972 y 1976), nunca volvió a alcanzar la gloria, Irán, bajo el gobierno de la Revolución.
1997, Irán queda cerca de conseguir el paso directo al Mundial de 1998, pero es superado, primero, por Arabia Saudita, en la fase de grupos, y luego por Japón, en el enfrentamiento entre los mejores segundos. Ahora deberá ir al repechaje frente a Australia. Los oceánicos, comandados por hombres de experiencia como Mark Viduka, eran los favoritos para conseguir el paso a Francia. En el Azadi, atestado de sólo hombres, Irán empata aun gol con Australia; parece que el sueño mundialista se aleja, como se ha alejado desde 1978, su última participación.
El partido de vuelta se disputó en Melbourne, Australia. Con todas las quinielas en contra, Irán da el batacazo; vence 0-2 a los “canguros” y consigue el tiquete a un Mundial, tras 20 años de ausencia. La alegría en Teherán es total ¿Tienen derecho las mujeres a alegrarse? No públicamente. Pero poco les importa y se unen a la algarabía; primero en las calles, donde la policía no se atreve a arruinar la celebración y luego en el estadio donde se va a recibir como héroes a los jugadores de la Selección. Pero allí, en el Azadi, la policía sí frena el intento de las 5000 iranís que quieren vitorear a sus deportistas.
El fútbol como vehículo de transformación social; las mujeres se sienten indignadas, su argumento es simple pero contundente: si el seleccionado iraní representa a la nación, ¿por qué ellas no pueden celebrar el triunfo nacional? ¿Acaso ellas no hacen parte de la nación? Sus arengas son este sentido y por eso desafían a la policía, rompen el cordón de seguridad que les impide la entrada y ante la mirada incrédula de las autoridades se adentran en el estadio. Pura rebeldía, pura poesía.
Pero en un país ultraconservador y religioso como Irán los pasos que se dan en pro de los derechos de las mujeres son cortos. Así la entrada de estas mujeres al Azadi ese día de noviembre de 1997 no significó de ninguna manera el levantamiento de la prohibición, aunque no hubiera consecuencias para las osadas rebeldes.
Aunque algunas medidas sí se tomaron o se intentaron tomar: los liberales intentaron levantar la prohibición en 2003, a las mujeres se les daría una grada separada, pero a último momento y con las mujeres apostadas en las taquillas para adquirir su boleta, la medida se echó para atrás; en 2004 en un partido frente a Alemania, a las alemanas se les permitió el ingreso al estadio lo que desató la furia de las iranís, “¿en qué somos diferentes a ellas?, fue su consigna; en 2005 un grupo de mujeres (jugadoras, árbitros y entrenadoras) fue admitido para ver un partido frente a Japón y luego frente a Corea del Norte; en 2006 cerca de 150 mujeres se acercaron al estadio con una bandera que decía: “Nosotras queremos alentar al equipo nacional”, pero esta vez sí fueron violentamente reprimidas.
Pero cualquier intento de reforma se vio truncado cuando el ayatollah Lankarani promulgó una fatvâ en la que afirmó que así como es un pecado para los hombres ver mujeres desnudas, tampoco es bueno, desde el punto de vista islámico, para las mujeres ver las piernas desnudas de los hombres. Y en un estado confesional como Irán la palabra de una autoridad religiosa como el Ayatolla es ley.
El ingreso de las mujeres a los estadios era ahora un tema de carácter político. La lucha de las iranís inspiró al cineasta Jafar Panahi para su película “Offside”, ganadora de Oso de Plata en Berlín de 2006, en la que cuenta las aventuras de unas chicas que se disfrazan de hombres para entrar al estadio nacional. La película está prohibida en Irán y Pahani fue condenado a seis años de prisión y a 20 años de proscripción de viajar y salir de Irán.
En marzo de 2017, 8 mujeres, quizá inspiradas por “Offside”, se disfrazaron de hombre para ver un partido entre el Esteghlal y el Persepolis correspondiente a la 21ª jornada de la Copa del Golfo, pero fueron sorprendidas por las autoridades que les impidieron la entrada y las enviaron de vuelta a casa.
Las mujeres en Irán pueden ver por televisión los partidos de fútbol, razón por la cual el argumento de que no deben asistir para no ver piernas desnudas se cae de su propio peso. El otro argumento es que no deben escuchar el lenguaje obsceno del estadio; como si en muchos casos sus propios esposos no usuran ese lenguaje contra ellas.
La lucha continúa y el fútbol se vuelve a mostrar como una “excusa” para la rebeldía, como afirma Foer: “Lo que hace diferente a una revolución con el fútbol es que ésta sucede dentro del fervor nacional y se vuelve contra el estado. El compromiso iraní con el Islam es tan grande como el compromiso con Irán – las dos cosas no han sido siempre lo mismo- Hay una historia reciente de nacionalismo secular que sirve como una alternativa (al régimen)”.
Las mujeres iranís no pueden ir al estadio desde 1979 cuando estalló la Revolución Islámica. El fútbol como reflejo de la sociedad; antes de la Revolución, Irán era potencia asiática en fútbol: tres títulos continentales seguidos había conquistado (1968, 1972 y 1976), nunca volvió a alcanzar la gloria, Irán, bajo el gobierno de la Revolución.
1997, Irán queda cerca de conseguir el paso directo al Mundial de 1998, pero es superado, primero, por Arabia Saudita, en la fase de grupos, y luego por Japón, en el enfrentamiento entre los mejores segundos. Ahora deberá ir al repechaje frente a Australia. Los oceánicos, comandados por hombres de experiencia como Mark Viduka, eran los favoritos para conseguir el paso a Francia. En el Azadi, atestado de sólo hombres, Irán empata aun gol con Australia; parece que el sueño mundialista se aleja, como se ha alejado desde 1978, su última participación.
El partido de vuelta se disputó en Melbourne, Australia. Con todas las quinielas en contra, Irán da el batacazo; vence 0-2 a los “canguros” y consigue el tiquete a un Mundial, tras 20 años de ausencia. La alegría en Teherán es total ¿Tienen derecho las mujeres a alegrarse? No públicamente. Pero poco les importa y se unen a la algarabía; primero en las calles, donde la policía no se atreve a arruinar la celebración y luego en el estadio donde se va a recibir como héroes a los jugadores de la Selección. Pero allí, en el Azadi, la policía sí frena el intento de las 5000 iranís que quieren vitorear a sus deportistas.
El fútbol como vehículo de transformación social; las mujeres se sienten indignadas, su argumento es simple pero contundente: si el seleccionado iraní representa a la nación, ¿por qué ellas no pueden celebrar el triunfo nacional? ¿Acaso ellas no hacen parte de la nación? Sus arengas son este sentido y por eso desafían a la policía, rompen el cordón de seguridad que les impide la entrada y ante la mirada incrédula de las autoridades se adentran en el estadio. Pura rebeldía, pura poesía.
Pero en un país ultraconservador y religioso como Irán los pasos que se dan en pro de los derechos de las mujeres son cortos. Así la entrada de estas mujeres al Azadi ese día de noviembre de 1997 no significó de ninguna manera el levantamiento de la prohibición, aunque no hubiera consecuencias para las osadas rebeldes.
Aunque algunas medidas sí se tomaron o se intentaron tomar: los liberales intentaron levantar la prohibición en 2003, a las mujeres se les daría una grada separada, pero a último momento y con las mujeres apostadas en las taquillas para adquirir su boleta, la medida se echó para atrás; en 2004 en un partido frente a Alemania, a las alemanas se les permitió el ingreso al estadio lo que desató la furia de las iranís, “¿en qué somos diferentes a ellas?, fue su consigna; en 2005 un grupo de mujeres (jugadoras, árbitros y entrenadoras) fue admitido para ver un partido frente a Japón y luego frente a Corea del Norte; en 2006 cerca de 150 mujeres se acercaron al estadio con una bandera que decía: “Nosotras queremos alentar al equipo nacional”, pero esta vez sí fueron violentamente reprimidas.
Pero cualquier intento de reforma se vio truncado cuando el ayatollah Lankarani promulgó una fatvâ en la que afirmó que así como es un pecado para los hombres ver mujeres desnudas, tampoco es bueno, desde el punto de vista islámico, para las mujeres ver las piernas desnudas de los hombres. Y en un estado confesional como Irán la palabra de una autoridad religiosa como el Ayatolla es ley.
El ingreso de las mujeres a los estadios era ahora un tema de carácter político. La lucha de las iranís inspiró al cineasta Jafar Panahi para su película “Offside”, ganadora de Oso de Plata en Berlín de 2006, en la que cuenta las aventuras de unas chicas que se disfrazan de hombres para entrar al estadio nacional. La película está prohibida en Irán y Pahani fue condenado a seis años de prisión y a 20 años de proscripción de viajar y salir de Irán.
En marzo de 2017, 8 mujeres, quizá inspiradas por “Offside”, se disfrazaron de hombre para ver un partido entre el Esteghlal y el Persepolis correspondiente a la 21ª jornada de la Copa del Golfo, pero fueron sorprendidas por las autoridades que les impidieron la entrada y las enviaron de vuelta a casa.
Las mujeres en Irán pueden ver por televisión los partidos de fútbol, razón por la cual el argumento de que no deben asistir para no ver piernas desnudas se cae de su propio peso. El otro argumento es que no deben escuchar el lenguaje obsceno del estadio; como si en muchos casos sus propios esposos no usuran ese lenguaje contra ellas.
La lucha continúa y el fútbol se vuelve a mostrar como una “excusa” para la rebeldía, como afirma Foer: “Lo que hace diferente a una revolución con el fútbol es que ésta sucede dentro del fervor nacional y se vuelve contra el estado. El compromiso iraní con el Islam es tan grande como el compromiso con Irán – las dos cosas no han sido siempre lo mismo- Hay una historia reciente de nacionalismo secular que sirve como una alternativa (al régimen)”.