
La historia de los Mundiales está llena de anécdotas. Los que se disputaron antes de 1970 tienen sendos mantos de dudas en cuanto a los vencedores. La Copa del Mundo que se disputó en Italia en 1934 fue una de la más políticas que se ha jugado.
En pleno apogeo del fascismo, Benito Mussolini se dio cuenta de que como dice Martín Caparrós, “la patria es el efecto más eficaz del fútbol”. A “Il Duce” no le gustaba el fútbol, no obstante entendió que era un arma propagandística muy importante para el régimen. Ya en 1929 Mussolini se había hecho socio de la Lazio, equipo que aun hoy en día está fuertemente identificado con la ultra derecha italiana.
El gobierno italiano hizo todo el “lobby” necesario para que se le entregara la sede del mundial de 1934 y de esa manera poderle mostrar al mundo el poderío fascista; desde la elección del cartel del campeonato, un hombre con el brazo derecho estirado y un balón en sus pies, todo fue propaganda para el fascismo; Mussolini asistió a todos los partidos del Mundial en el palco de honor, rodeado de camisas negras que le rendían homenaje cuando llegaba a observar los encuentros, con la prepotencia propia de los dictadores; el Estadio Olímpico de Roma fue re nombrado como el estadio del partido Nacional Fascista; varios equipos, incluyendo por su puesto a Italia, realizaron el saludo romano antes de iniciar los partidos.
Pero el proyecto propagandístico italiano no hubiera estado completo si su representación deportiva no mostraba la fuerza de la raza italiana. La Federación Italiana estaba presidida por el general Giorgio Vacaro, quien tuvo esta charla con el buen Benito:
-“General, Italia debe ganar el Campeonato Mundial”.
-“Haremos todo lo posible, Duce”.
-“Creo que no me ha entendido bien, General. He dicho que Italia debe ganar este Campeonato Mundial. Tómelo como una orden”.
Vacaro comprendió que no había más salida que la victoria y por ello reclutó para el mundial, aunque resultara contradictorio con el ideario fascista, a 2 Argentinos recién nacionalizados y un brasilero, Amphilóquio Guarisi Marques, a quien re bautizaron Anfilogino Guarisi, para que sonara más italiano Ninguno de los 3 cumplía con los requisitos exigidos por la FIFA para que un nacionalizado hiciera parte de una selección nacional. Los 3 serían fundamentales para alzar la Copa Jules Rimet.
Días antes de comenzar la competición orbital “il Duce” se reunió con el seleccionador italiano Vittorio Pozzo y lo sentenció diciéndole: “Usted es el único responsable del éxito, pero que Dios le ayude si llega a fracasar”. Se cuenta también que Mussolini llegó a un almuerzo de la Selección Italiana y les dijo a sus jugadores: “Ganan o shhh”, pasándose el dedo índice por la garganta. Ya todos estaban advertidos.
Las dudas del triunfo italiano se acentúan cuando se tiene en cuenta por ejemplo las quejas que los españoles presentaron ante los dos durísimos encuentros que jugaron frente “La Nazionale”. Al parecer ambos arbitrajes estuvieron claramente parcializados hacia los locales. La actuación del árbitro del segundo encuentro fue tan mala, que la Federación Suiza, de donde era el colegiado, lo expulsó de por vida del arbitraje. Eran días en que los medios audiovisuales no habían alcanzado el desarrollo necesario para darle más trasparecía al juego.
Así consiguió Italia su primera consagración mundial en fútbol. Con ese espeso clima político y con la consigna de “ganar o morir” los “Azzurri” conquistaron el trofeo más preciado en el mundo del fútbol. Mussolini se dio un baño de popularidad enorme que sirvió para consolidar su proyecto político, que unos pocos años más tarde llevaría al mundo a la insensatez de la guerra.
En pleno apogeo del fascismo, Benito Mussolini se dio cuenta de que como dice Martín Caparrós, “la patria es el efecto más eficaz del fútbol”. A “Il Duce” no le gustaba el fútbol, no obstante entendió que era un arma propagandística muy importante para el régimen. Ya en 1929 Mussolini se había hecho socio de la Lazio, equipo que aun hoy en día está fuertemente identificado con la ultra derecha italiana.
El gobierno italiano hizo todo el “lobby” necesario para que se le entregara la sede del mundial de 1934 y de esa manera poderle mostrar al mundo el poderío fascista; desde la elección del cartel del campeonato, un hombre con el brazo derecho estirado y un balón en sus pies, todo fue propaganda para el fascismo; Mussolini asistió a todos los partidos del Mundial en el palco de honor, rodeado de camisas negras que le rendían homenaje cuando llegaba a observar los encuentros, con la prepotencia propia de los dictadores; el Estadio Olímpico de Roma fue re nombrado como el estadio del partido Nacional Fascista; varios equipos, incluyendo por su puesto a Italia, realizaron el saludo romano antes de iniciar los partidos.
Pero el proyecto propagandístico italiano no hubiera estado completo si su representación deportiva no mostraba la fuerza de la raza italiana. La Federación Italiana estaba presidida por el general Giorgio Vacaro, quien tuvo esta charla con el buen Benito:
-“General, Italia debe ganar el Campeonato Mundial”.
-“Haremos todo lo posible, Duce”.
-“Creo que no me ha entendido bien, General. He dicho que Italia debe ganar este Campeonato Mundial. Tómelo como una orden”.
Vacaro comprendió que no había más salida que la victoria y por ello reclutó para el mundial, aunque resultara contradictorio con el ideario fascista, a 2 Argentinos recién nacionalizados y un brasilero, Amphilóquio Guarisi Marques, a quien re bautizaron Anfilogino Guarisi, para que sonara más italiano Ninguno de los 3 cumplía con los requisitos exigidos por la FIFA para que un nacionalizado hiciera parte de una selección nacional. Los 3 serían fundamentales para alzar la Copa Jules Rimet.
Días antes de comenzar la competición orbital “il Duce” se reunió con el seleccionador italiano Vittorio Pozzo y lo sentenció diciéndole: “Usted es el único responsable del éxito, pero que Dios le ayude si llega a fracasar”. Se cuenta también que Mussolini llegó a un almuerzo de la Selección Italiana y les dijo a sus jugadores: “Ganan o shhh”, pasándose el dedo índice por la garganta. Ya todos estaban advertidos.
Las dudas del triunfo italiano se acentúan cuando se tiene en cuenta por ejemplo las quejas que los españoles presentaron ante los dos durísimos encuentros que jugaron frente “La Nazionale”. Al parecer ambos arbitrajes estuvieron claramente parcializados hacia los locales. La actuación del árbitro del segundo encuentro fue tan mala, que la Federación Suiza, de donde era el colegiado, lo expulsó de por vida del arbitraje. Eran días en que los medios audiovisuales no habían alcanzado el desarrollo necesario para darle más trasparecía al juego.
Así consiguió Italia su primera consagración mundial en fútbol. Con ese espeso clima político y con la consigna de “ganar o morir” los “Azzurri” conquistaron el trofeo más preciado en el mundo del fútbol. Mussolini se dio un baño de popularidad enorme que sirvió para consolidar su proyecto político, que unos pocos años más tarde llevaría al mundo a la insensatez de la guerra.