
No hay registro de que tan buen sacerdote era Juan Manuel Bazurco; pero quienes lo vieron jugar al fútbol señalaban que si en el púlpito era bueno, en la cancha era mucho mejor. Bazurco nació en España en 1944 y desde muy chico demostró destreza con la pelota, lo que lo llevó a fichar con el Motriko, equipo de su pueblo natal y que por entonces jugaba en la tercera división del fútbol español.
Sus goles llamaron la atención de la Real Sociedad. Pero el joven Juan Manuel había sentido el llamado para ponerse la sotana y colgar los guayos; pudo más la vocación sacerdotal que la fama y el glamour que le ofreció el equipo vasco. Pero nunca dejó de jugar fúbol: con la sotana arremangada siguió anotando goles en el patio de su parroquia o en cualquier potrero.
Bazurco llegó a Ecuador como misionero en 1969, a la localidad de San Camilo, donde pronto se volvieron bien conocidas sus habilidades para practicar el balompié. Fue tanta su fama que Liga de Porto Viejo envió a alguien para que diera fe de la calidad del cura; después de lo que vieron no dudaron en hacerle una oferta.
Esta vez, el sacerdote, se dejó tentar; esa oportunidad que en su momento rechazó volvía a presentársele. Si ya era increíble (¿un milagro?, ¿señal divina?) que le hubiera llegado en dos ocasiones, ¿qué probabilidad había de que le llegara una tercera? Así que esta vez, Bazurco, buscó la forma de compaginar su vocación y su pasión; pidió permiso a las autoridades eclesiásticas para jugar fútbol de manera profesional, permiso que le fue concedido con la condición de que no abandonara sus deberes como sacerdote.
Su actuación con Liga de Porto Viejo fue tan destacada que el Barcelona de Guayaquil, ávido de un delantero para reforzar el equipo para la Copa Libertadores, puso los ojos en el cura y lo fichó. Y Bazurco se haría leyenda del cuadro “torero”.
Se jugaban 63 minutos en el Estadio Único de la Plata, en el partido que enfrentaba a Barcelona con el local Estudiantes, equipo que para entonces dominaba la escena continental (tricampeón de la Copa Libertadores), cuando de repente un pase en profundidad de Alberto Spencer (leyenda del fútbol sudamericano) encontró al cura Bazurco que le ganó en velocidad a la defensa ‘pincharrata’ y ante la salida del mítico Gabriel "Bambi" Flores definió de pierna derecha y puso el 1-0 que al final sería definitivo. A este partido se le conoce como la “Hazaña de la Plata”, y no es para menos, ese día Estudiantes perdió un largo invicto sin perder en Copa.
La aventura del sacerdote culminaría pronto; en realidad sólo jugó 8 partidos con Barcelona, pero fue importante en el título local que consiguió el cuadro de Guayaquil esa temporada, y ese gol ante Estudiantes dejaría su nombre inscrito por siempre en la historia del cuadro ‘canario’. Volvió a jugar en Liga de Porto Viejo, ya que su estancia en Guayaquil le impedía cumplir con sus labores sacerdotales, pero sólo actuó lo que restaba de la temporada 1971 y dejó el fútbol profesional para siempre.
Después de eso, Bazurco, volvió a España, donde también abandonó el sacerdocio, se casó, tuvo dos hijos y se dedicó a la enseñanza de la filosofía. Falleció en 2014 a sus 70 años. Pocas personas, quizá sólo él, pueden decir que desempeñaron los roles de cura, futbolista profesional, esposo, padre, docente y filósofo. Bazurco pudo contar esa historia; historia que se cuenta aún después de su muerte, la historia del sacerdote de los “botines benditos”.
Sus goles llamaron la atención de la Real Sociedad. Pero el joven Juan Manuel había sentido el llamado para ponerse la sotana y colgar los guayos; pudo más la vocación sacerdotal que la fama y el glamour que le ofreció el equipo vasco. Pero nunca dejó de jugar fúbol: con la sotana arremangada siguió anotando goles en el patio de su parroquia o en cualquier potrero.
Bazurco llegó a Ecuador como misionero en 1969, a la localidad de San Camilo, donde pronto se volvieron bien conocidas sus habilidades para practicar el balompié. Fue tanta su fama que Liga de Porto Viejo envió a alguien para que diera fe de la calidad del cura; después de lo que vieron no dudaron en hacerle una oferta.
Esta vez, el sacerdote, se dejó tentar; esa oportunidad que en su momento rechazó volvía a presentársele. Si ya era increíble (¿un milagro?, ¿señal divina?) que le hubiera llegado en dos ocasiones, ¿qué probabilidad había de que le llegara una tercera? Así que esta vez, Bazurco, buscó la forma de compaginar su vocación y su pasión; pidió permiso a las autoridades eclesiásticas para jugar fútbol de manera profesional, permiso que le fue concedido con la condición de que no abandonara sus deberes como sacerdote.
Su actuación con Liga de Porto Viejo fue tan destacada que el Barcelona de Guayaquil, ávido de un delantero para reforzar el equipo para la Copa Libertadores, puso los ojos en el cura y lo fichó. Y Bazurco se haría leyenda del cuadro “torero”.
Se jugaban 63 minutos en el Estadio Único de la Plata, en el partido que enfrentaba a Barcelona con el local Estudiantes, equipo que para entonces dominaba la escena continental (tricampeón de la Copa Libertadores), cuando de repente un pase en profundidad de Alberto Spencer (leyenda del fútbol sudamericano) encontró al cura Bazurco que le ganó en velocidad a la defensa ‘pincharrata’ y ante la salida del mítico Gabriel "Bambi" Flores definió de pierna derecha y puso el 1-0 que al final sería definitivo. A este partido se le conoce como la “Hazaña de la Plata”, y no es para menos, ese día Estudiantes perdió un largo invicto sin perder en Copa.
La aventura del sacerdote culminaría pronto; en realidad sólo jugó 8 partidos con Barcelona, pero fue importante en el título local que consiguió el cuadro de Guayaquil esa temporada, y ese gol ante Estudiantes dejaría su nombre inscrito por siempre en la historia del cuadro ‘canario’. Volvió a jugar en Liga de Porto Viejo, ya que su estancia en Guayaquil le impedía cumplir con sus labores sacerdotales, pero sólo actuó lo que restaba de la temporada 1971 y dejó el fútbol profesional para siempre.
Después de eso, Bazurco, volvió a España, donde también abandonó el sacerdocio, se casó, tuvo dos hijos y se dedicó a la enseñanza de la filosofía. Falleció en 2014 a sus 70 años. Pocas personas, quizá sólo él, pueden decir que desempeñaron los roles de cura, futbolista profesional, esposo, padre, docente y filósofo. Bazurco pudo contar esa historia; historia que se cuenta aún después de su muerte, la historia del sacerdote de los “botines benditos”.