
Hoy, Carlos Raposo ni lo hubiera intentado. En la era de Youtube y las redes sociales ni se le hubiera ocurrido. No habría engañado a nadie. Pero en los 80’s, al parecer lo logró. Consiguió ser un futbolista profesional… cuando en realidad era un tronco. Durante 10 años, a punta de pinta, contactos y carreta logró estafar a cerca de 9 clubes de América y Europa.
Sus amigos de juventud lo bautizaron “Kaiser” por su similitud con el gran Franz Beckenbauer y asi se quedó. Carlos tenía pinta de jugador de fútbol. El problema, es que era un troncazo, negado para el fútbol de alto nivel. Pero eso tiene solución.
“Kaiser” tenía contactos. Para principios de los 80’s, se había hecho amigo de varios jugadores del Botafogo. Y cómo no, si Raposo te armaba las mejores rumbas, los mejores planes, te presentaba las mujeres más lindas; te tenía contento. En una era sin videos, sin youtube, la palabra de sus amigos pesó: lo contrataron en Botafogo. Un contrato corto, sin mayor riesgo.
Kaiser era malo en la cancha. Pero a la hora de echar carreta, nadie cómo él. Con Botafogo, empezó a perfeccionar su arte. Dilató lo más que pudo el entramiento con el grupo, y ya cuando le tocó, cuenta que le pedía a sus amigos del equipo que le entraran duro rapido, para así fingir una lesión y salir. Con el cuerpo médico era igual; carreta, mentiras, fiestica, rumba. Se los ganó. La prensa era primordial: se hizo tantos amigos en medios con su carisma que muchos le escribieron articulos vendiendo sus (falsas) cualidades.
“Kaiser” se cogió confianza. Vio que esto estaba funcionando. Pinta, contactos y carreta. Carlos Raposo, pasó del Botafogo al Flamengo y despúes al AC Ajaccio de Francia, Bangú, Fluminense, Vasco da Gama entre otros. Nunca jugó.
Quedan anécdotas de su “creatividad”:
Ronaldo Torres, preparador físico del Botafogo en esos tiempos, cuenta que “Kaiser” cargaba con un celular modelo “panela” (Casi nadie tenía celular; eran aparatos gigantes y muy caros para la época. El de Carlos era de juguete). Para parecer importante y esplayar su agenda de contactos internacional, Raposo se había armado un léxico limitado de palabras en inglés. Los usaba sin criterio, aleatoriamente, inventando, en conversaciones ficticias. Lo que fuera para parecer esa promesa que habla con equipos importantes de otros lares.
En Bangú, casi lo cogen. El presidente del club exigió que debutara. Resignado, “Kaiser” ya pensaba en fingir un desmayo pero se le ocurrió algo mejor. En su camino al campo, tomó un desvío para encararse con un hincha del equipo rival. Se dijeron de todo; a Raposo lo expulsaron. Furibundo, el presidente lo buscó en el camerino. “Kaiser”, con los ojos encharcados, le dijo que no pudo contenerse: “Señor presidente, ese hincha se metió con usted y su familia, con su honra y dignidad; yo lo defendí”. Al parecer le funcionó.
La mejor, en Ajaccio, entrenamiento de bienvenida con los aficionados presentes. Unos 23 balones para que fueran calentando. A estas alturas “Kaiser” estaba en la cima de su arte. Salió primero, y empezó, uno a uno, a patear los balones a la tribuna, al tiempo que besaba el escudo de su camiseta y saludaba a los hinchas. Lo aclamaban. Sin balones, cuenta, tuvieron que hacer entrenamiento físico.
PD: La historia de Carlos Raposo tiene huecos y grietas. Tiene testigos, y documentos que la prueban parcialmente pero también ha mentido: dijo que fue campeón de la Libertadores con Independiente, un club donde ni siquiera militó. No deja de ser un caso curioso donde “pinta, contactos y carreta” se juntan. Recuerda también el caso de Ali Dia, el jugador que a punta de carreta logró que Southampton lo contratara en 1996.
Hoy en día Carlos es entrenador físico. Dice que no se arrepiente de nada.
Sus amigos de juventud lo bautizaron “Kaiser” por su similitud con el gran Franz Beckenbauer y asi se quedó. Carlos tenía pinta de jugador de fútbol. El problema, es que era un troncazo, negado para el fútbol de alto nivel. Pero eso tiene solución.
“Kaiser” tenía contactos. Para principios de los 80’s, se había hecho amigo de varios jugadores del Botafogo. Y cómo no, si Raposo te armaba las mejores rumbas, los mejores planes, te presentaba las mujeres más lindas; te tenía contento. En una era sin videos, sin youtube, la palabra de sus amigos pesó: lo contrataron en Botafogo. Un contrato corto, sin mayor riesgo.
Kaiser era malo en la cancha. Pero a la hora de echar carreta, nadie cómo él. Con Botafogo, empezó a perfeccionar su arte. Dilató lo más que pudo el entramiento con el grupo, y ya cuando le tocó, cuenta que le pedía a sus amigos del equipo que le entraran duro rapido, para así fingir una lesión y salir. Con el cuerpo médico era igual; carreta, mentiras, fiestica, rumba. Se los ganó. La prensa era primordial: se hizo tantos amigos en medios con su carisma que muchos le escribieron articulos vendiendo sus (falsas) cualidades.
“Kaiser” se cogió confianza. Vio que esto estaba funcionando. Pinta, contactos y carreta. Carlos Raposo, pasó del Botafogo al Flamengo y despúes al AC Ajaccio de Francia, Bangú, Fluminense, Vasco da Gama entre otros. Nunca jugó.
Quedan anécdotas de su “creatividad”:
Ronaldo Torres, preparador físico del Botafogo en esos tiempos, cuenta que “Kaiser” cargaba con un celular modelo “panela” (Casi nadie tenía celular; eran aparatos gigantes y muy caros para la época. El de Carlos era de juguete). Para parecer importante y esplayar su agenda de contactos internacional, Raposo se había armado un léxico limitado de palabras en inglés. Los usaba sin criterio, aleatoriamente, inventando, en conversaciones ficticias. Lo que fuera para parecer esa promesa que habla con equipos importantes de otros lares.
En Bangú, casi lo cogen. El presidente del club exigió que debutara. Resignado, “Kaiser” ya pensaba en fingir un desmayo pero se le ocurrió algo mejor. En su camino al campo, tomó un desvío para encararse con un hincha del equipo rival. Se dijeron de todo; a Raposo lo expulsaron. Furibundo, el presidente lo buscó en el camerino. “Kaiser”, con los ojos encharcados, le dijo que no pudo contenerse: “Señor presidente, ese hincha se metió con usted y su familia, con su honra y dignidad; yo lo defendí”. Al parecer le funcionó.
La mejor, en Ajaccio, entrenamiento de bienvenida con los aficionados presentes. Unos 23 balones para que fueran calentando. A estas alturas “Kaiser” estaba en la cima de su arte. Salió primero, y empezó, uno a uno, a patear los balones a la tribuna, al tiempo que besaba el escudo de su camiseta y saludaba a los hinchas. Lo aclamaban. Sin balones, cuenta, tuvieron que hacer entrenamiento físico.
PD: La historia de Carlos Raposo tiene huecos y grietas. Tiene testigos, y documentos que la prueban parcialmente pero también ha mentido: dijo que fue campeón de la Libertadores con Independiente, un club donde ni siquiera militó. No deja de ser un caso curioso donde “pinta, contactos y carreta” se juntan. Recuerda también el caso de Ali Dia, el jugador que a punta de carreta logró que Southampton lo contratara en 1996.
Hoy en día Carlos es entrenador físico. Dice que no se arrepiente de nada.