
Desconfío tanto de la “objetividad” en el periodismo como un árbitro ha de desconfiar de los jugadores en un partido. Hay hechos inobjetables y esos son fáciles de dirimir.
Pero en la mayoría de casos, en el periodismo y en el fútbol, cuando la complejidad aumenta, todos los actores involucrados creen tener la verdad y se la venden (al juez o al público) fingiendo faltas, distorsionando hechos, amañando jugadas, manipulando cifras acorde a sus intereses.
Si el médico, cuando se gradúa, hace un juramento hipocrático que orienta desde la ética su función, del periodista se espera un compromiso íntegro con la “verdad”.
Muy bien. Pero… ¿cuál verdad? ¿La suya, la mía, la de la izquierda, la de la derecha, la del centro (¿democrático?), la de los cristianos, la de los musulmanes, la de los ateos, la de los neoliberales, la de los socialistas, la de los indolentes que cazan refugiados y migrantes, la de los que dan su vida por los inmigrantes?
Victor Benítez, periodista paraguayo, lo plantea así: “Es una utopía. Es algo a lo cual deberías de llegar, pero no vamos a llegar nunca, porque todo es subjetivo. Al momento de dar una noticia, al decidir si le das más importancia al 'qué', al 'cuándo', al 'quién' o al 'dónde', ahí estamos decidiendo nosotros, y se acabó la objetividad. Todos los periodistas toman partido, algunos más, algunos menos, pero todos toman partido."
Un poco como el VAR (Videoarbitraje), otra gran utopía.
La premisa era simple: a través de la tecnología eliminar la margen de error arbitral para que prevaleciera la justicia y la “objetividad” (bendita palabra) en la aplicación de las reglas.
Tras millones de simulacros, miles de partidos y centenares de grotescos errores desde su introducción, el balance es más que dudoso. Se ha colectivizado la responsabilidad de la decisión en aras de la “verdad”, pero la margen de error persiste. Es que hoy en día ya se juega con unos 7 árbitros (3 en cancha y otros 4 en una cabina con la última tecnología) y ni así se ha podido ser “objetivos”, ni justos.
En medio de tanto caos, en el periodismo y en el fútbol, el desenlace es el más humano de todos.
La gente le dice “objetivo” al periodista que defendió su visión del mundo y para el jugador de fútbol un buen arbitraje es aquel que lo favoreció (o al menos, no lo robó).
Tanto el ´VAR´ como la “objetividad” en el periodismo aspiran a cosas nobles pero inalcanzables. Ambas utopías imperfectas.
Pero en la mayoría de casos, en el periodismo y en el fútbol, cuando la complejidad aumenta, todos los actores involucrados creen tener la verdad y se la venden (al juez o al público) fingiendo faltas, distorsionando hechos, amañando jugadas, manipulando cifras acorde a sus intereses.
Si el médico, cuando se gradúa, hace un juramento hipocrático que orienta desde la ética su función, del periodista se espera un compromiso íntegro con la “verdad”.
Muy bien. Pero… ¿cuál verdad? ¿La suya, la mía, la de la izquierda, la de la derecha, la del centro (¿democrático?), la de los cristianos, la de los musulmanes, la de los ateos, la de los neoliberales, la de los socialistas, la de los indolentes que cazan refugiados y migrantes, la de los que dan su vida por los inmigrantes?
Victor Benítez, periodista paraguayo, lo plantea así: “Es una utopía. Es algo a lo cual deberías de llegar, pero no vamos a llegar nunca, porque todo es subjetivo. Al momento de dar una noticia, al decidir si le das más importancia al 'qué', al 'cuándo', al 'quién' o al 'dónde', ahí estamos decidiendo nosotros, y se acabó la objetividad. Todos los periodistas toman partido, algunos más, algunos menos, pero todos toman partido."
Un poco como el VAR (Videoarbitraje), otra gran utopía.
La premisa era simple: a través de la tecnología eliminar la margen de error arbitral para que prevaleciera la justicia y la “objetividad” (bendita palabra) en la aplicación de las reglas.
Tras millones de simulacros, miles de partidos y centenares de grotescos errores desde su introducción, el balance es más que dudoso. Se ha colectivizado la responsabilidad de la decisión en aras de la “verdad”, pero la margen de error persiste. Es que hoy en día ya se juega con unos 7 árbitros (3 en cancha y otros 4 en una cabina con la última tecnología) y ni así se ha podido ser “objetivos”, ni justos.
En medio de tanto caos, en el periodismo y en el fútbol, el desenlace es el más humano de todos.
La gente le dice “objetivo” al periodista que defendió su visión del mundo y para el jugador de fútbol un buen arbitraje es aquel que lo favoreció (o al menos, no lo robó).
Tanto el ´VAR´ como la “objetividad” en el periodismo aspiran a cosas nobles pero inalcanzables. Ambas utopías imperfectas.