
La historia dice que Zinedine Zidane hizo dos goles en la final del Mundial de 1998. El recuerdo (para los que quieran acordarse) revelará que su mundial fue muy discreto. Es algo que dos tiros de esquina archivaron.
¿Se acuerda? En el segundo partido de grupos contra Arabia Saudita se hizo expulsar de manera irresponsable. Un gesto incomprensible que le valió dos fechas. Dejando a su equipo huérfano, los franceses supieron llegar a octavos donde vencieron con mucho sufrimiento al aguerrido Paraguay de Chilavert. ¿Los heróes galos? Laurent Blanc, Barthez, Lizarazu…
Para los cuartos de final, volvía Zidane. Se esperaba muchísimo de él, pero sin ritmo, se diluyó en un partido cerrado contra los italianos que terminaría decidiéndose desde el punto penal. Ante Croacia fue algo parecido: todos le apostaban a Zinedine para ser el salvador pero fue Lilian Thuram, lateral en ese entonces, quién con dos goles clasificó a los galos a la final.
En la final, fue providencial… con dos goles de tiro de esquina. Los dos goles más importantes de su carrera, en un guión atípico donde el mago, el artista del balón en los pies terminaba salvando a su equipo con la cabeza. Lo de Zidane en 1998 fue de un oportunismo admirable: llegaba en deuda, con un balance muy regular y de tiro de esquina grabó su nombre en el Olimpo del Fútbol.
La historia dice también que Roberto Baggio erró un penal decisivo en la final de 1994. El recuerdo (para el que quiera acordarse) revelará que pocas veces en la historia del fútbol un jugador había sido tan decisivo en las Copas del Mundo. Lo de Baggio en Estados Unidos fue de otro planeta.
El comienzo fue para el olvido. Los italianos se clasificaron de mejores terceros evidenciando muchas falencias ante Irlanda, Noruega y México. Contra Nigeria, en octavos, los daban por muertos. Con un hombre menos, la adversidad terminó inspirando a Baggio quién con dos anotaciones terminó clasificando a su equipo.
En cuartos de final, contra España, fue providencial. Deslumbró con su juego y además marcó el gol decisivo, el de la victoria 2-1 en los últimos minutos del partido cuando con maestría sorteó un mano a mano con Zubizarreta. En la semifinal contra Bulgaria tuvo el mejor partido de su carrera. Dos golazos le dieron a la Azzurra el paso a la final. Haga la cuenta: 5 goles decisivos, de octavos de final en adelante, en Copa del Mundo. Algo muy pocas veces visto en la historia.
Si, en la final jugó lesionado. Si, desperdició el penalti decisivo, aun cuando bien la gente olvida que antes de él Baresi y Massaro ya habian desperdiciado. Baggio no escribió la historia como un vencedor a pesar de su brillante nivel; Zidane si lo hizo siendo apenas regular en 1998.
En últimas lo de Baggio y Zidane es una metáfora de la vida y del devenir de la memoria. Lo que importa es como terminan las historias, no como empiezan.
Se puede ser intermitente y anónimo para ser deciviso al final y eso basta para ser inmortal, como Zidane. A otros les toca hacer de Baggio:son decisivos en el proceso, constantes en su contribución pero un error humano los exilia a la isla de los leprosos, donde ya nadie quiere saber nada de ellos.
Si, ya los veo venir a todos, con su frío pragmatismo, utilitarismo moderno: “¡Es que Baggio es un fracasado y Zidane hizo dos goles en la final!”
Afortunadamente, para los que quieran acordarse, el recuerdo perdura.
¿Se acuerda? En el segundo partido de grupos contra Arabia Saudita se hizo expulsar de manera irresponsable. Un gesto incomprensible que le valió dos fechas. Dejando a su equipo huérfano, los franceses supieron llegar a octavos donde vencieron con mucho sufrimiento al aguerrido Paraguay de Chilavert. ¿Los heróes galos? Laurent Blanc, Barthez, Lizarazu…
Para los cuartos de final, volvía Zidane. Se esperaba muchísimo de él, pero sin ritmo, se diluyó en un partido cerrado contra los italianos que terminaría decidiéndose desde el punto penal. Ante Croacia fue algo parecido: todos le apostaban a Zinedine para ser el salvador pero fue Lilian Thuram, lateral en ese entonces, quién con dos goles clasificó a los galos a la final.
En la final, fue providencial… con dos goles de tiro de esquina. Los dos goles más importantes de su carrera, en un guión atípico donde el mago, el artista del balón en los pies terminaba salvando a su equipo con la cabeza. Lo de Zidane en 1998 fue de un oportunismo admirable: llegaba en deuda, con un balance muy regular y de tiro de esquina grabó su nombre en el Olimpo del Fútbol.
La historia dice también que Roberto Baggio erró un penal decisivo en la final de 1994. El recuerdo (para el que quiera acordarse) revelará que pocas veces en la historia del fútbol un jugador había sido tan decisivo en las Copas del Mundo. Lo de Baggio en Estados Unidos fue de otro planeta.
El comienzo fue para el olvido. Los italianos se clasificaron de mejores terceros evidenciando muchas falencias ante Irlanda, Noruega y México. Contra Nigeria, en octavos, los daban por muertos. Con un hombre menos, la adversidad terminó inspirando a Baggio quién con dos anotaciones terminó clasificando a su equipo.
En cuartos de final, contra España, fue providencial. Deslumbró con su juego y además marcó el gol decisivo, el de la victoria 2-1 en los últimos minutos del partido cuando con maestría sorteó un mano a mano con Zubizarreta. En la semifinal contra Bulgaria tuvo el mejor partido de su carrera. Dos golazos le dieron a la Azzurra el paso a la final. Haga la cuenta: 5 goles decisivos, de octavos de final en adelante, en Copa del Mundo. Algo muy pocas veces visto en la historia.
Si, en la final jugó lesionado. Si, desperdició el penalti decisivo, aun cuando bien la gente olvida que antes de él Baresi y Massaro ya habian desperdiciado. Baggio no escribió la historia como un vencedor a pesar de su brillante nivel; Zidane si lo hizo siendo apenas regular en 1998.
En últimas lo de Baggio y Zidane es una metáfora de la vida y del devenir de la memoria. Lo que importa es como terminan las historias, no como empiezan.
Se puede ser intermitente y anónimo para ser deciviso al final y eso basta para ser inmortal, como Zidane. A otros les toca hacer de Baggio:son decisivos en el proceso, constantes en su contribución pero un error humano los exilia a la isla de los leprosos, donde ya nadie quiere saber nada de ellos.
Si, ya los veo venir a todos, con su frío pragmatismo, utilitarismo moderno: “¡Es que Baggio es un fracasado y Zidane hizo dos goles en la final!”
Afortunadamente, para los que quieran acordarse, el recuerdo perdura.