
“Todos le daban palo a Falcao, pero ayer todos celebraron sus goles”. Esas fueron las palabras ayer de Nairo Quintana pidiendo que no le tiraran piedras si no lograba los títulos del Giro d’Italia o del Tour de Francia.
Es que el mismo Nairo, uno de los más grandes deportistas de nuestra historia, ha tenido que soportar la inclemente ingratitud del exitista hincha colombiano. No basta ganar dos de las tres carreras más importantes del mundo; no basta ser el goleador histórico de tu selección, ni basta ser el goleador de un mundial de fútbol para que, tan sólo un año después, acá pueda un deportista ser tratado de “mentira, acabado, agrandado o tronco”.
Una racha de mala suerte, un bajón en el rendimiento, decisiones técnicas ajenas a los jugadores parecen no ser analizadas por una fanaticada proclive a juzgar tan sólo por el resultado y la inmediatez. La gloria o la lápida, pero no hay punto medio.
“Falsao”, “exjugador”, “el Gago”, “el agrandado del (Juan Pablo) Montoya”, “el enano ese no puede con Froome”, son expresiones que de viva voz y letra he atestiguado en diversos escenarios cuando estos grandes deportistas han tenido que afrontar dificultades y las cosas no han salido como todos y ellos mismos, los más interesados, esperamos.
Cierto es que en el deporte no se puede vivir del recuerdo, al fin y al cabo se compite para ganar; pero no olvidemos que hay rivales que también quieren y trabajan por su gloria. Recordemos que hay muchos factores humanos que determinan el desempeño de un deportista.
Por eso nunca sobra, como lo hizo el gran Nairo, hacer un llamado a la paciencia, a la sana valoración, al juicio analítico (no apasionado, exitista e inmediato), y a la gratitud con estos grandes deportistas.
Es que el mismo Nairo, uno de los más grandes deportistas de nuestra historia, ha tenido que soportar la inclemente ingratitud del exitista hincha colombiano. No basta ganar dos de las tres carreras más importantes del mundo; no basta ser el goleador histórico de tu selección, ni basta ser el goleador de un mundial de fútbol para que, tan sólo un año después, acá pueda un deportista ser tratado de “mentira, acabado, agrandado o tronco”.
Una racha de mala suerte, un bajón en el rendimiento, decisiones técnicas ajenas a los jugadores parecen no ser analizadas por una fanaticada proclive a juzgar tan sólo por el resultado y la inmediatez. La gloria o la lápida, pero no hay punto medio.
“Falsao”, “exjugador”, “el Gago”, “el agrandado del (Juan Pablo) Montoya”, “el enano ese no puede con Froome”, son expresiones que de viva voz y letra he atestiguado en diversos escenarios cuando estos grandes deportistas han tenido que afrontar dificultades y las cosas no han salido como todos y ellos mismos, los más interesados, esperamos.
Cierto es que en el deporte no se puede vivir del recuerdo, al fin y al cabo se compite para ganar; pero no olvidemos que hay rivales que también quieren y trabajan por su gloria. Recordemos que hay muchos factores humanos que determinan el desempeño de un deportista.
Por eso nunca sobra, como lo hizo el gran Nairo, hacer un llamado a la paciencia, a la sana valoración, al juicio analítico (no apasionado, exitista e inmediato), y a la gratitud con estos grandes deportistas.