
Mientras el planeta se preparaba para ver a Brasil y Alemania cara a cara por primera vez en un mundial justamente en la final de Corea Japón 2002, a algunos cientos de kilómetros, en un país entre montañas y valles mágicos se preparaba la otra final mundial de ese día, la final entre los dos peores equipos del ránking FIFA: Bután contra Montserrat.
Matthijs de Jongh y Johan Kramer, holandeses, quedaron profundamente desilusionados pues su selección no clasificó al Mundial 2002 por lo que ambos, haciendo honor a la cultura neerlandesa, se embarcaron en un proyecto curioso: mostrar al Reino de Bután en un documental al resto del planeta. De Jongh había visitado este país sin salida a mar, rodeado de montañas y llamado el Reino de la Felicidad entre 2000 y 2001 y quería compartir su experiencia con el mundo exterior. El reto era mostrar a esta nación asiática más allá de lo turístico y fue así como decidió junto a Johan usar algo "mundano" para su propósito: el fútbol.
Siendo Bután penúltimo en el ránking FIFA surgió una pregunta: ¿quién era el último? ¿por qué no armar un partido entre ambas escuadras?. El último en dicho ránking resultó ser la isla caribeña de Montserrat, territorio británico, por lo que un partido entre ambas naciones parecía imposible, así que esta pareja de holandeses le presentó a la federación de Bután un proyecto para armar un encuentro entre el equipo asiático y el Ajax de Holanda: los dirigentes de Bután, entre ellos el primer ministro, creyeron que era una broma. Por lo tanto se volvió al ambicioso plan original: Bután contra Montserrat.
Luego de enviar faxes a ambas federaciones, los caribeños aceptaron de una vez mientras que los asiáticos demoraron cinco meses en los cuales tuvieron reuniones con el alto gobierno para discutir la propuesta, la cual por fin aceptaron faltando un mes para el Mundial 2002. Sin embargo para ese momento los de Montserrat se echarían para atrás por lo que un viaje al paraíso caribeño se hizo necesario con el fin de convencerlos de nuevo. Pero antes tocaba ir a Zürich para mostrarle el plan a la FIFA.
"Ustedes tienen como lema For the love of the game, por lo tanto, si aman al fútbol, deben darle el carácter de oficial a este encuentro entre dos naciones pequeñas con una historia que contar": así expusieron los holandeses su sueño a la FIFA la cual apoyó el evento siempre y cuando todo estuviera dentro de los estándares mínimos de un partido internacional. Con la bendición del ente máximo, la siguiente parada era la destruida Montserrat.
Meses antes Montserrat había sido destruida por una erupción volcánica que obligó a una evacuación masiva. Cuando los holandeses vendieron la idea, la vendieron como "inversión", una manera de atraer los ojos del mundo a la isla, de exponerla al turismo, a cosas buenas. Paul Morris, técnico del equipo isleño, se metió de lleno en el proyecto pero las directivas del fútbol local solo pensaban en dinero, si bien todos los gastos estaban garantizados, lo que llevó a la renuncia de Morris. Simultáneamente el técnico de Bután falleció lo que obligó a hacer cambios de última hora: el proyecto parecía naufragar. Pero los jugadores caribeños querían ser parte de este loco sueño lo que al final llevó a que el encuentro se diera luego de dejar establecido que cualquier ganancia no iría para los holandeses sino para ambas federaciones: Bután y Montserrat, Caribe y los Himalayas, dos mundos distintos frente a frente.
Timbú, capital de Bután, es una ciudad a gran altitud y luego de días de viaje, con cinco escalas en el camino, Montserrat llegó a dicha ciudad. Sobra decir que sufrieron de mareo y que incluso hubo casos de intoxicación por la comida lo que llevo a hacerlos dudar en jugar. Pero luego de ver un estadio de 15 mil sillas totalmente lleno y expectante, sabían que era por amor al fútbol que tocaba disputar el partido, aunque alguna vaca entrara en la cancha, como sucedió en algún momento.
El partido terminó 4 a 0 a favor de la selección asiática, su primer triunfo en un partido oficial pero eso no interesaba: al final del encuentro se mostró el trofeo: una copa que estaba dividida por la mitad así cada nación se quedaba con la mitad de la gloria o mejor aún, las dos compartían la gloria. El mundo estaba enfocado en la final entre Brasil y Alemania pero en lugar remoto la historia se escribía de manera diferente.
El documental de esta aventura "The other final" salió a la luz en 2003 obteniendo varios premios de cine pero la sola historia detrás de esto merece un lugar en la memoria del balón.
Matthijs de Jongh y Johan Kramer, holandeses, quedaron profundamente desilusionados pues su selección no clasificó al Mundial 2002 por lo que ambos, haciendo honor a la cultura neerlandesa, se embarcaron en un proyecto curioso: mostrar al Reino de Bután en un documental al resto del planeta. De Jongh había visitado este país sin salida a mar, rodeado de montañas y llamado el Reino de la Felicidad entre 2000 y 2001 y quería compartir su experiencia con el mundo exterior. El reto era mostrar a esta nación asiática más allá de lo turístico y fue así como decidió junto a Johan usar algo "mundano" para su propósito: el fútbol.
Siendo Bután penúltimo en el ránking FIFA surgió una pregunta: ¿quién era el último? ¿por qué no armar un partido entre ambas escuadras?. El último en dicho ránking resultó ser la isla caribeña de Montserrat, territorio británico, por lo que un partido entre ambas naciones parecía imposible, así que esta pareja de holandeses le presentó a la federación de Bután un proyecto para armar un encuentro entre el equipo asiático y el Ajax de Holanda: los dirigentes de Bután, entre ellos el primer ministro, creyeron que era una broma. Por lo tanto se volvió al ambicioso plan original: Bután contra Montserrat.
Luego de enviar faxes a ambas federaciones, los caribeños aceptaron de una vez mientras que los asiáticos demoraron cinco meses en los cuales tuvieron reuniones con el alto gobierno para discutir la propuesta, la cual por fin aceptaron faltando un mes para el Mundial 2002. Sin embargo para ese momento los de Montserrat se echarían para atrás por lo que un viaje al paraíso caribeño se hizo necesario con el fin de convencerlos de nuevo. Pero antes tocaba ir a Zürich para mostrarle el plan a la FIFA.
"Ustedes tienen como lema For the love of the game, por lo tanto, si aman al fútbol, deben darle el carácter de oficial a este encuentro entre dos naciones pequeñas con una historia que contar": así expusieron los holandeses su sueño a la FIFA la cual apoyó el evento siempre y cuando todo estuviera dentro de los estándares mínimos de un partido internacional. Con la bendición del ente máximo, la siguiente parada era la destruida Montserrat.
Meses antes Montserrat había sido destruida por una erupción volcánica que obligó a una evacuación masiva. Cuando los holandeses vendieron la idea, la vendieron como "inversión", una manera de atraer los ojos del mundo a la isla, de exponerla al turismo, a cosas buenas. Paul Morris, técnico del equipo isleño, se metió de lleno en el proyecto pero las directivas del fútbol local solo pensaban en dinero, si bien todos los gastos estaban garantizados, lo que llevó a la renuncia de Morris. Simultáneamente el técnico de Bután falleció lo que obligó a hacer cambios de última hora: el proyecto parecía naufragar. Pero los jugadores caribeños querían ser parte de este loco sueño lo que al final llevó a que el encuentro se diera luego de dejar establecido que cualquier ganancia no iría para los holandeses sino para ambas federaciones: Bután y Montserrat, Caribe y los Himalayas, dos mundos distintos frente a frente.
Timbú, capital de Bután, es una ciudad a gran altitud y luego de días de viaje, con cinco escalas en el camino, Montserrat llegó a dicha ciudad. Sobra decir que sufrieron de mareo y que incluso hubo casos de intoxicación por la comida lo que llevo a hacerlos dudar en jugar. Pero luego de ver un estadio de 15 mil sillas totalmente lleno y expectante, sabían que era por amor al fútbol que tocaba disputar el partido, aunque alguna vaca entrara en la cancha, como sucedió en algún momento.
El partido terminó 4 a 0 a favor de la selección asiática, su primer triunfo en un partido oficial pero eso no interesaba: al final del encuentro se mostró el trofeo: una copa que estaba dividida por la mitad así cada nación se quedaba con la mitad de la gloria o mejor aún, las dos compartían la gloria. El mundo estaba enfocado en la final entre Brasil y Alemania pero en lugar remoto la historia se escribía de manera diferente.
El documental de esta aventura "The other final" salió a la luz en 2003 obteniendo varios premios de cine pero la sola historia detrás de esto merece un lugar en la memoria del balón.