1. Zlatan, Mourinho y Balotelli

Una anécdota entre Ibrahimovic, Mourinho y Balotelli cuando estaban en el Inter. El narrador ? Zlatan Ibrahimovic.
"Ya habíamos asegurado el Scudetto. Pero yo quería ser a como diera lugar el máximo goleador de la Serie A. Ser el “Cappocannoniere” te da un lugar en los libros de historia, y ningún sueco lo había logrado desde Gunnar Nordahl en 1955.
Ahora tenía la oportunidad aunque iba a ser difícil. Era un asunto reñido: Marco di Vaio del Boloña y Diego Milito del Genoa estaban en la pelea conmigo.
No era para nada algo que le quitara el sueño a Mourinho. El era antes que nada el entrenador de todo un equipo. Pero faltando pocas fechas, en un partido que teníamos, surgió en el camerino y dijo: “Ya ganamos el Calcio, ahora tenemos que ayudar a Ibra a que sea el máximo goleador, todos juguemos para él.” Mi objetivo se había vuelto el objetivo de todos. Todos me ayudarían: todos lo habían manifestado.
Pero Balotelli, el maldito… En uno de los últimos partidos, recibió el balón en el área: yo llegaba solito por el otro costado, con la portería a mi merced. Tenía la oportunidad perfecta… pero Balotelli empezó a driblar. Con mi mirada le decía “que putas hace!!! No que me iba a ayudar?”. Estaba muy enojado, pero él era joven. Y además hizo el gol… ya ni modo de recriminarlo. Gracias Balotelli…"
Extracto de la biografía de Ibrahimovic, I Am Zlatan: My Story on and Off the Field" Random House Inc, 2014; https://www.amazon.es/Am-Zlatan-Story-Off-Field/dp/081298692X
"Ya habíamos asegurado el Scudetto. Pero yo quería ser a como diera lugar el máximo goleador de la Serie A. Ser el “Cappocannoniere” te da un lugar en los libros de historia, y ningún sueco lo había logrado desde Gunnar Nordahl en 1955.
Ahora tenía la oportunidad aunque iba a ser difícil. Era un asunto reñido: Marco di Vaio del Boloña y Diego Milito del Genoa estaban en la pelea conmigo.
No era para nada algo que le quitara el sueño a Mourinho. El era antes que nada el entrenador de todo un equipo. Pero faltando pocas fechas, en un partido que teníamos, surgió en el camerino y dijo: “Ya ganamos el Calcio, ahora tenemos que ayudar a Ibra a que sea el máximo goleador, todos juguemos para él.” Mi objetivo se había vuelto el objetivo de todos. Todos me ayudarían: todos lo habían manifestado.
Pero Balotelli, el maldito… En uno de los últimos partidos, recibió el balón en el área: yo llegaba solito por el otro costado, con la portería a mi merced. Tenía la oportunidad perfecta… pero Balotelli empezó a driblar. Con mi mirada le decía “que putas hace!!! No que me iba a ayudar?”. Estaba muy enojado, pero él era joven. Y además hizo el gol… ya ni modo de recriminarlo. Gracias Balotelli…"
Extracto de la biografía de Ibrahimovic, I Am Zlatan: My Story on and Off the Field" Random House Inc, 2014; https://www.amazon.es/Am-Zlatan-Story-Off-Field/dp/081298692X
2. La infancia de Zlatan

“La mayor parte del tiempo me la pasaba afuera jugando fútbol y montando ciclas que robaba por ahí. Muchas veces solía volver a casa hambriento como un lobo pensando a mis adentros:”Que haya algo de comer, por favor!” Pero no, nada, lo de siempre: leche, mantequilla, algo de pan y de estar muy de buenas, jugo comprado en la tienda de la esquina de los árabes.
Eso sí, siempre había cerveza: a veces solo había cerveza y uno con una hambre que hacía que el estomago me doliera. Nunca olvidaré ese dolor. Eso me marcó mucho: hoy siempre le digo a mi esposa que el refrigerador tiene que estar lleno. El otro día mi hijo Vincent lloraba porque su plato de pasta no estaba caliente… si tan solo supiera cómo me tocaba a mí!
Yo solía buscar y escarbar todos los cajones buscando alguna albóndiga o macaroni que hubiera quedado. Solía llenarme el estomago con pan. En ese tiempo, vivía con mi papa. Cuando me aparecía donde mi mama la bienvenida no era la mejor:”Que se creyó? Que tenemos dinero de sobra aquí para alimentarlo?!” Igual intentábamos ayudarnos.
En la casa de mi papa le declaré la guerra a la cerveza: echaba algunas laticas por el lavamanos de vez en cuando, que no se notara. Guardaba eso si la latica. Es que en la casa siempre había cerveza, y yo reciclaba las latas y me hacia una plática chiquita de esta manera.”
Extracto de la biografía de Ibrahimovic, I Am Zlatan: My Story on and Off the Field" Random House Inc, 2014; https://www.amazon.es/Am-Zlatan-Story-Off-Field/dp/081298692X
Eso sí, siempre había cerveza: a veces solo había cerveza y uno con una hambre que hacía que el estomago me doliera. Nunca olvidaré ese dolor. Eso me marcó mucho: hoy siempre le digo a mi esposa que el refrigerador tiene que estar lleno. El otro día mi hijo Vincent lloraba porque su plato de pasta no estaba caliente… si tan solo supiera cómo me tocaba a mí!
Yo solía buscar y escarbar todos los cajones buscando alguna albóndiga o macaroni que hubiera quedado. Solía llenarme el estomago con pan. En ese tiempo, vivía con mi papa. Cuando me aparecía donde mi mama la bienvenida no era la mejor:”Que se creyó? Que tenemos dinero de sobra aquí para alimentarlo?!” Igual intentábamos ayudarnos.
En la casa de mi papa le declaré la guerra a la cerveza: echaba algunas laticas por el lavamanos de vez en cuando, que no se notara. Guardaba eso si la latica. Es que en la casa siempre había cerveza, y yo reciclaba las latas y me hacia una plática chiquita de esta manera.”
Extracto de la biografía de Ibrahimovic, I Am Zlatan: My Story on and Off the Field" Random House Inc, 2014; https://www.amazon.es/Am-Zlatan-Story-Off-Field/dp/081298692X
3. El triste final de Ruud

“Estábamos al mando, nadie nos quitaba esta final de Copa contra Wigan. Me pareció ideal meter a nuestras dos nuevas contrataciones, Evra y Vidic, para darles una prueba de lo que era jugar una final. Ellos eran mis dos últimas sustituciones. Me volteé y le dije a Ruud: “No te meto, voy a darle el debut a los dos nuevos”. Ellos iban a empaparse de gloria por primera vez.
“Malparido*” me respondió Ruud. Siempre recordaré eso. No podía creerlo. Carlos Queiroz se volteó y lo increpó. El ambiente se enrareció de repente. Los demás jugadores en el banco le decían a Ruud que se comportara.
Ese fue el final de Ruud. Comprendí que las cosas no podrían ser nunca como antes. Lo habíamos perdido. Su comportamiento solo empeoró después de eso.
En las últimas fechas de esa temporada le necesitábamos para ganar el último partido contra Charlton. Louis Saha, nuestro otro delantero, era propenso a las lesiones lo cual me inquietaba. Aun así, no creí que podía contar con Ruud.
Queiroz fue a su cuarto y le dijo “No viene con nosotros, váyase a su casa. Con ese comportamiento suyo, no contamos con usted.”
Cristiano Ronaldo había perdido a su padre recientemente. Durante esa semana, Ruud le había pegado un patadón a Ronaldo diciéndole de paso “que va a hacer? Llorarle a su papito?”. Ruud se refería a Carlos Queiroz, mi asistente portugués y no al papa de Ronaldo, pero Cristiano se sintió muy insultado y se le mandó a Van Nistelrooy.
Ruud se había vuelto irreconocible.”
-Extracto de la Biografia de Sir Alex Ferguson- "My Autobiography": https://www.amazon.es/My-Autobiography-Alex-Ferguson/dp/0340919396
* Ruud le dijo en inglés “You fuck” un insulto muy, muy, pesado: su traducción exacta al espagnol resulta complicada.
“Malparido*” me respondió Ruud. Siempre recordaré eso. No podía creerlo. Carlos Queiroz se volteó y lo increpó. El ambiente se enrareció de repente. Los demás jugadores en el banco le decían a Ruud que se comportara.
Ese fue el final de Ruud. Comprendí que las cosas no podrían ser nunca como antes. Lo habíamos perdido. Su comportamiento solo empeoró después de eso.
En las últimas fechas de esa temporada le necesitábamos para ganar el último partido contra Charlton. Louis Saha, nuestro otro delantero, era propenso a las lesiones lo cual me inquietaba. Aun así, no creí que podía contar con Ruud.
Queiroz fue a su cuarto y le dijo “No viene con nosotros, váyase a su casa. Con ese comportamiento suyo, no contamos con usted.”
Cristiano Ronaldo había perdido a su padre recientemente. Durante esa semana, Ruud le había pegado un patadón a Ronaldo diciéndole de paso “que va a hacer? Llorarle a su papito?”. Ruud se refería a Carlos Queiroz, mi asistente portugués y no al papa de Ronaldo, pero Cristiano se sintió muy insultado y se le mandó a Van Nistelrooy.
Ruud se había vuelto irreconocible.”
-Extracto de la Biografia de Sir Alex Ferguson- "My Autobiography": https://www.amazon.es/My-Autobiography-Alex-Ferguson/dp/0340919396
* Ruud le dijo en inglés “You fuck” un insulto muy, muy, pesado: su traducción exacta al espagnol resulta complicada.
4. Yo Soy El Diego - Aparte de la biografía de Diego Armando Maradona

Y para la final se venía Alemania, el equipo que había elegido papá desde el principio. Alemania.
Los alemanes siempre son bravos. Hasta que no les dan el certificado de defunción no se entregan... En ese Mundial, no sé si por primera vez, los equipos salían juntos para la cancha. En el camino nosotros hacíamos un montón de boludeces: gritábamos, nos pegábamos puñetazos en el pecho. Todos nos miraban con miedo. Pero los alemanes, no. Me acuerdo que le dije al Tata Brown: "Con éstos no hay caso, viejo... Estos no se asustan con nada".
En la final me mandaron a Matthaus encima. Ese sí que sabía, no era una marca al hombre común. Normalmente, los que te hacen marca personal son torpes, pero Lothar sabía jugar: podía ser diez, podía marcar, terminó siendo líbero. Un fenómeno. Yo busqué el gol desesperadamente, quería mi gol, pero más quería ganar, más quería ganar.
Hicimos dos golazos, primero: el cabezazo del Tata Brown, porque se lo merecía como nadie, porque lo había reemplazado a Passarella y había jugado mejor que todos, y el de Valdano, porque fue un resumen de lo que Carlos nos pedía y una demostración de lo que era Jorge física y futbolísticamente.
Cuando nos empataron, yo no me asusté. Para nada... Nos habían cabeceado dos veces en el área, sí, una cosa imperdonable para cualquier equipo en serio, pero... Le miraba las piernas a Briegel y estaban hechas un garrote, sabíamos que iba a llegar, que el triunfo iba a llegar. Cuando volvimos a la mitad de la cancha, para sacar, aplasté la pelota contra el piso, lo miré a Burru y le dije: "¡Dale, dale que están muertos, ya no pueden correr! Vamos a mover la pelotita que los liquidamos antes del alargue".
Y así fue, nomás: giré atrás de la mitad de la cancha, levanté la cabeza y vi cómo se le abría un callejón enorme a Burruchaga para que corriera, para que corriera hasta el arco... Briegel le había quedado de atrás, a sus espaldas, y ya no iba a tener potencia para alcanzarlo. Entonces, la cachetié así a la pelota, bien al claro. Y se fue Burru, se fue Burru, se fue Burru... ¡Gol de Burru! ¡Cómo grité ese gol de Burruchaga, cómo lo grité! Me acuerdo que hicimos una montaña enorme, uno arriba del otro, ya nos sentíamos campeones del mundo, faltaban seis minutos, ya estaba y... Bilardo nos empezó a gritar: ¡Déjense de joder, déjense de joder!¡Vayan a marcar vos y Valdano a marcar, dale, dale!
Cuando llegó, por fin, aquel gesto de Arppi Filho que yo campaneaba de reojo, cuando terminó el partido y en el estadio Azteca lo único que se escuchaba era los gritos de los argentinos que estaban ahí, porque los mexicanos se habían quedado mudos, entonces me largué a llorar... ¿¡Cómo no me iba a largar a llorar si siempre me había pasado lo mismo en los grandes momentos de mi carrera!? Y éste era el máximo, el más sublime. Con la Copa en las manos nos fuimos para el vestuario y empezamos a putear a todo el mundo, a todo el mundo. Era mucha bronca junta y en medio de esa bronca me pasó algo impresionante...
—¡Venga, Carlos, venga! ¡Desahogúese! ¡Diga todo lo que tiene adentro, grítelo...! —le dije a Bilardo con rabia, porque los dos sabíamos cuánto habíamos sufrido, mucho, demasiado. Y él, con los ojos llenos de lágrimas, me contestó, así, bajito...
--No, Diego, deja... Esto yo lo quería desde hace mucho tiempo y no es contra nadie... Déjame pensar en una sola persona, en Zubeldía.
Se acordaba de Osvaldo Zubeldía, de su maestro... Me dejó chiquitito así, me esfumó la bronca, no sabía qué más decir. Al tipo lo habían basureado, lo habían destrozado y no tenía ningún rencor, no gritaba revancha. Era campeón del mundo, había ganado todo... y no tenía resentimiento. Es una gran imagen que tengo, ésa de Bilardo.
Los alemanes siempre son bravos. Hasta que no les dan el certificado de defunción no se entregan... En ese Mundial, no sé si por primera vez, los equipos salían juntos para la cancha. En el camino nosotros hacíamos un montón de boludeces: gritábamos, nos pegábamos puñetazos en el pecho. Todos nos miraban con miedo. Pero los alemanes, no. Me acuerdo que le dije al Tata Brown: "Con éstos no hay caso, viejo... Estos no se asustan con nada".
En la final me mandaron a Matthaus encima. Ese sí que sabía, no era una marca al hombre común. Normalmente, los que te hacen marca personal son torpes, pero Lothar sabía jugar: podía ser diez, podía marcar, terminó siendo líbero. Un fenómeno. Yo busqué el gol desesperadamente, quería mi gol, pero más quería ganar, más quería ganar.
Hicimos dos golazos, primero: el cabezazo del Tata Brown, porque se lo merecía como nadie, porque lo había reemplazado a Passarella y había jugado mejor que todos, y el de Valdano, porque fue un resumen de lo que Carlos nos pedía y una demostración de lo que era Jorge física y futbolísticamente.
Cuando nos empataron, yo no me asusté. Para nada... Nos habían cabeceado dos veces en el área, sí, una cosa imperdonable para cualquier equipo en serio, pero... Le miraba las piernas a Briegel y estaban hechas un garrote, sabíamos que iba a llegar, que el triunfo iba a llegar. Cuando volvimos a la mitad de la cancha, para sacar, aplasté la pelota contra el piso, lo miré a Burru y le dije: "¡Dale, dale que están muertos, ya no pueden correr! Vamos a mover la pelotita que los liquidamos antes del alargue".
Y así fue, nomás: giré atrás de la mitad de la cancha, levanté la cabeza y vi cómo se le abría un callejón enorme a Burruchaga para que corriera, para que corriera hasta el arco... Briegel le había quedado de atrás, a sus espaldas, y ya no iba a tener potencia para alcanzarlo. Entonces, la cachetié así a la pelota, bien al claro. Y se fue Burru, se fue Burru, se fue Burru... ¡Gol de Burru! ¡Cómo grité ese gol de Burruchaga, cómo lo grité! Me acuerdo que hicimos una montaña enorme, uno arriba del otro, ya nos sentíamos campeones del mundo, faltaban seis minutos, ya estaba y... Bilardo nos empezó a gritar: ¡Déjense de joder, déjense de joder!¡Vayan a marcar vos y Valdano a marcar, dale, dale!
Cuando llegó, por fin, aquel gesto de Arppi Filho que yo campaneaba de reojo, cuando terminó el partido y en el estadio Azteca lo único que se escuchaba era los gritos de los argentinos que estaban ahí, porque los mexicanos se habían quedado mudos, entonces me largué a llorar... ¿¡Cómo no me iba a largar a llorar si siempre me había pasado lo mismo en los grandes momentos de mi carrera!? Y éste era el máximo, el más sublime. Con la Copa en las manos nos fuimos para el vestuario y empezamos a putear a todo el mundo, a todo el mundo. Era mucha bronca junta y en medio de esa bronca me pasó algo impresionante...
—¡Venga, Carlos, venga! ¡Desahogúese! ¡Diga todo lo que tiene adentro, grítelo...! —le dije a Bilardo con rabia, porque los dos sabíamos cuánto habíamos sufrido, mucho, demasiado. Y él, con los ojos llenos de lágrimas, me contestó, así, bajito...
--No, Diego, deja... Esto yo lo quería desde hace mucho tiempo y no es contra nadie... Déjame pensar en una sola persona, en Zubeldía.
Se acordaba de Osvaldo Zubeldía, de su maestro... Me dejó chiquitito así, me esfumó la bronca, no sabía qué más decir. Al tipo lo habían basureado, lo habían destrozado y no tenía ningún rencor, no gritaba revancha. Era campeón del mundo, había ganado todo... y no tenía resentimiento. Es una gran imagen que tengo, ésa de Bilardo.
5. Los ídolos del Pibe

"Soy un enamorado del fútbol, y lo fuí desde niño. Hoy, todavía, lo que más me agrada, después de jugar, es ver partidos de fútbol por televisión. Fui y soy hincha del fútbol brasilero. Ese es el fútbol mío. Por eso, por ser tan apasionado por este deporte, estoy viendo fútbol desde niño.
En eso tuvo que ver mucho mi abuelo Justo, porque yo era su nieto preferido, y entonces siempre me llevaba a ver al Unión Magdalena. Iba tomado de su mano y oía que me aconsejaba: "Observa a los grandes jugadores. Mira todos sus movimientos, como paran el balón, como se mueven en la cancha. No los pierdas de vista."
Y yo, iba a ver a los grandes jugadores. Mis ídolos eran Alfredo Arango y Jairo Arboleda. Dos "crackazos" de verdad. Alfredo era más serio, más goleador, más temperamental. Yo lo veía con esa imponencia con que manejaba el balón; cómo lo protegía, con los codos abiertos.
Despúes quería imitarlo en mis partidos de calle. No imaginaba que doce o trece años más tarde jugaría con él en el Unión Magdalena. De Jairo Arboleda me gustaba su facilidad para hacer los pases. Parecía un mago. Un "irresponsable" del fútbol, como le decían.
En verdad, si a alguien me parezco en el fútbol es a Jairo Arboleda, y es, en definitiva, a quién quisiera parecerme."
Extracto de "El Pibe" de Fabio Poveda Márquez, Intercambio Editores, 1994
En eso tuvo que ver mucho mi abuelo Justo, porque yo era su nieto preferido, y entonces siempre me llevaba a ver al Unión Magdalena. Iba tomado de su mano y oía que me aconsejaba: "Observa a los grandes jugadores. Mira todos sus movimientos, como paran el balón, como se mueven en la cancha. No los pierdas de vista."
Y yo, iba a ver a los grandes jugadores. Mis ídolos eran Alfredo Arango y Jairo Arboleda. Dos "crackazos" de verdad. Alfredo era más serio, más goleador, más temperamental. Yo lo veía con esa imponencia con que manejaba el balón; cómo lo protegía, con los codos abiertos.
Despúes quería imitarlo en mis partidos de calle. No imaginaba que doce o trece años más tarde jugaría con él en el Unión Magdalena. De Jairo Arboleda me gustaba su facilidad para hacer los pases. Parecía un mago. Un "irresponsable" del fútbol, como le decían.
En verdad, si a alguien me parezco en el fútbol es a Jairo Arboleda, y es, en definitiva, a quién quisiera parecerme."
Extracto de "El Pibe" de Fabio Poveda Márquez, Intercambio Editores, 1994