
En esta ocasión, las “viejeras de futbol” no hacen referencia a proezas realizadas por algún maestro del balompié mundial, esta vez se expone una triste historia, en la que el fútbol se convirtió en la peor condena que algún hombre pudiera tener.
Así es, en una condena perpetua se convirtió la vida de Moacir Barbosa, un nombre que no asimilan muchos, pues la historia lo reconoció por siempre como el arquero del Maracanazo.
Hasta ese entonces era considerado uno de los cinco mejores porteros del mundo, la elasticidad y poder físico hacía del primer arquero de raza negra de la “canarinha”, un muro que difícilmente era permeado, incluso un año antes de aquel nefasto día de julio, había ganado la copa América siendo una de las figuras de aquella selección.
Pero esa tarde llegó, nadie durmió la noche antes, y paradójica mente nadie quería despertarse el día después, la poderosa Brasil perdió ante la vista de un hervidero de doscientas mil cabezas que dirigieron sus ojos justicieros a la presencia de Moacir Barbosa como la causa de la derrota, ante un disparo que según el negro Obdulio Varela volante uruguayo, tenía simplemente su destino escrito.
Moacir, solo tomó fuerza y miró hacia atrás, de ahí en adelante su condena comenzaría, "La pena máxima en mi país son 30 años, yo llevo 40 años pagando por un crimen que no cometí", le mencionó este viejo, décadas después cuando describió su historia a un escritor mexicano.
En el año 2000 murió Moacir por segunda vez, falleció en medio la pobreza, y una excesiva sencillez, que no merecía, no hubo homenajes, ni al menos minutos de silencio, no más de cincuenta personas despidieron a ese hombre que ya estaba muerto.
Así es, en una condena perpetua se convirtió la vida de Moacir Barbosa, un nombre que no asimilan muchos, pues la historia lo reconoció por siempre como el arquero del Maracanazo.
Hasta ese entonces era considerado uno de los cinco mejores porteros del mundo, la elasticidad y poder físico hacía del primer arquero de raza negra de la “canarinha”, un muro que difícilmente era permeado, incluso un año antes de aquel nefasto día de julio, había ganado la copa América siendo una de las figuras de aquella selección.
Pero esa tarde llegó, nadie durmió la noche antes, y paradójica mente nadie quería despertarse el día después, la poderosa Brasil perdió ante la vista de un hervidero de doscientas mil cabezas que dirigieron sus ojos justicieros a la presencia de Moacir Barbosa como la causa de la derrota, ante un disparo que según el negro Obdulio Varela volante uruguayo, tenía simplemente su destino escrito.
Moacir, solo tomó fuerza y miró hacia atrás, de ahí en adelante su condena comenzaría, "La pena máxima en mi país son 30 años, yo llevo 40 años pagando por un crimen que no cometí", le mencionó este viejo, décadas después cuando describió su historia a un escritor mexicano.
En el año 2000 murió Moacir por segunda vez, falleció en medio la pobreza, y una excesiva sencillez, que no merecía, no hubo homenajes, ni al menos minutos de silencio, no más de cincuenta personas despidieron a ese hombre que ya estaba muerto.