Francia 98 fue el primer mundial del cual tengo recuerdos. Quizá por ello es que le tengo un especial cariño a esa cita orbital.
No lo considero el mejor mundial de la historia ni nada por el estilo, mi aprecio es, como ya les dije, un tema de nostalgia.
Se ha satanizado un poco a la nostalgia; en un primer momento por que ha sido asociada a la tristeza, lo que es incorrecto, porque la nostalgia es un sentimiento de anhelo por algo del pasado, a mí me produce alegría; en otro sentido se ha atacado a la nostalgia por considerar que quien la siente piensa que tiempo pasado fue mejor, y quizá, pero no necesariamente, como en el caso de quien escribe. Es sólo que me gusta rememorar momentos que me hicieron feliz y Francia 98 fue, sin duda, uno de ellos.
Lo primero que viene a mi mente es el extraño álbum que editó Panini para ese mundial ¿Lo recuerdan? Ese álbum que pese a ser un producto oficial del campeonato estaba lleno de irregularidades; burdos montajes en equipos como Nigeria e Inglaterra; ausencia de muchos escudos que eran reemplazados por un holograma de la bandera; el caso de Irán, cuyas láminas no venían en los sobres y tocaba comprar un cartón aparte que traía todas las “monas” de dicha selección; una joya ese álbum oficial con rasgos de pirata
Después pienso en FIFA 98, en su edición mundialista, juego que obtuve en la navidad de 1997 para PC. Recuerdo la pataleta que hice aquella nochebuena después de recibir mi regalo en casa de mi abuela, para que nos fuéramos a casa y poder jugar en mi computador. La pataleta fue en vano, pero al otro día pude poner el CD y ver aquel vídeo que al ritmo de ‘I get Knocked Down” de Chumbawamba m ostraba a Footix por toda Francia. Cuántas horas de diversión me brindó ese CD, cuántas veces habré llevado a Colombia a la gloria virtual…
Luego vienen a mi cabeza dos goles: el de Preciado ante Túnez. Léider era un tipo que jugaba en el equipo de mis amores, en ese mediocre Santa Fe de los 90, y ahora estaba bailando el ‘pasito tun tun’ en Montpellier, era increíble para mí, simplemente no podía entenderlo. El otro gol que se quedó grabado en mi mente fue aquella obra de arte de Denis Bergkamp ante Argentina. Ese pase de 60 metros, esa forma que durmió el balón con en el empeine, el recorte que dejó en el suelo a Ayala y la definición con el borde externo es la descripción gráfica de arte. Hoy me gusta buscar el vídeo del gol en dos versiones: con la narración holandesa en la que el relator se desgarra la garganta gritando “¡Denis Bergkamp!” y la narración argentina en la que Macaya Márquez dice algo así como “pero que golazo nos acaban de hacer”.
Cuando Colombia quedó eliminada a manos de Inglaterra, con la imagen de Mondragón rompiendo en llanto, mi atención se volcó hacia Croacia. Yo no sabía en esos años que ese país existía. Pero quizá por su llamativo uniforme a cuadros captó mi atención. Luego lo seguí como propio. Si tuviera que elegir al jugador de ese mundial, sería Davor Suker, quien se trasformó en mi nuevo ídolo. La eliminación a manos de Francia en semifinal la sentí como propia.
Recuerdo ese capítulo de “El Siguiente Programa” titulado “Fracasamos otra vez, ¡rotundamente!” en el que Martín y Santiago intentaban, con su particular forma de ver el mundo, explicar las razones que condujeron al fracaso mundialista de Colombia. Es una pieza que debe ser salvaguardada como uno de los mejores momentos de la televisión nacional y que denunciaba desde esos días todos los vicios del periodismo deportivo.
En fin, a Francia 98 le debo mucho de esta pasión que siento por el fútbol. Ningún mundial logró cautivarme tanto como ese. Quizá Brasil 2014 me gustó mucho desde el nivel técnico que mostró e indudablemente que la buena actuación de Colombia le dio un ingrediente especial, pero es que el de 1998 fue el primero.
Tal vez resulte extraño que entre mis reminiscencias no se encuentre en primer plano nada relacionado con Francia o Brasil, por ejemplo, pero qué sé yo, la mente trabaja de extrañas formas. Ah, y me disculpo de antemano si hay algún error en los datos que di en este post, pero es que quise apelar únicamente a la memoria para hacerlo, por aquello de que fuera la nostalgia quien lo escribiera.
No lo considero el mejor mundial de la historia ni nada por el estilo, mi aprecio es, como ya les dije, un tema de nostalgia.
Se ha satanizado un poco a la nostalgia; en un primer momento por que ha sido asociada a la tristeza, lo que es incorrecto, porque la nostalgia es un sentimiento de anhelo por algo del pasado, a mí me produce alegría; en otro sentido se ha atacado a la nostalgia por considerar que quien la siente piensa que tiempo pasado fue mejor, y quizá, pero no necesariamente, como en el caso de quien escribe. Es sólo que me gusta rememorar momentos que me hicieron feliz y Francia 98 fue, sin duda, uno de ellos.
Lo primero que viene a mi mente es el extraño álbum que editó Panini para ese mundial ¿Lo recuerdan? Ese álbum que pese a ser un producto oficial del campeonato estaba lleno de irregularidades; burdos montajes en equipos como Nigeria e Inglaterra; ausencia de muchos escudos que eran reemplazados por un holograma de la bandera; el caso de Irán, cuyas láminas no venían en los sobres y tocaba comprar un cartón aparte que traía todas las “monas” de dicha selección; una joya ese álbum oficial con rasgos de pirata
Después pienso en FIFA 98, en su edición mundialista, juego que obtuve en la navidad de 1997 para PC. Recuerdo la pataleta que hice aquella nochebuena después de recibir mi regalo en casa de mi abuela, para que nos fuéramos a casa y poder jugar en mi computador. La pataleta fue en vano, pero al otro día pude poner el CD y ver aquel vídeo que al ritmo de ‘I get Knocked Down” de Chumbawamba m ostraba a Footix por toda Francia. Cuántas horas de diversión me brindó ese CD, cuántas veces habré llevado a Colombia a la gloria virtual…
Luego vienen a mi cabeza dos goles: el de Preciado ante Túnez. Léider era un tipo que jugaba en el equipo de mis amores, en ese mediocre Santa Fe de los 90, y ahora estaba bailando el ‘pasito tun tun’ en Montpellier, era increíble para mí, simplemente no podía entenderlo. El otro gol que se quedó grabado en mi mente fue aquella obra de arte de Denis Bergkamp ante Argentina. Ese pase de 60 metros, esa forma que durmió el balón con en el empeine, el recorte que dejó en el suelo a Ayala y la definición con el borde externo es la descripción gráfica de arte. Hoy me gusta buscar el vídeo del gol en dos versiones: con la narración holandesa en la que el relator se desgarra la garganta gritando “¡Denis Bergkamp!” y la narración argentina en la que Macaya Márquez dice algo así como “pero que golazo nos acaban de hacer”.
Cuando Colombia quedó eliminada a manos de Inglaterra, con la imagen de Mondragón rompiendo en llanto, mi atención se volcó hacia Croacia. Yo no sabía en esos años que ese país existía. Pero quizá por su llamativo uniforme a cuadros captó mi atención. Luego lo seguí como propio. Si tuviera que elegir al jugador de ese mundial, sería Davor Suker, quien se trasformó en mi nuevo ídolo. La eliminación a manos de Francia en semifinal la sentí como propia.
Recuerdo ese capítulo de “El Siguiente Programa” titulado “Fracasamos otra vez, ¡rotundamente!” en el que Martín y Santiago intentaban, con su particular forma de ver el mundo, explicar las razones que condujeron al fracaso mundialista de Colombia. Es una pieza que debe ser salvaguardada como uno de los mejores momentos de la televisión nacional y que denunciaba desde esos días todos los vicios del periodismo deportivo.
En fin, a Francia 98 le debo mucho de esta pasión que siento por el fútbol. Ningún mundial logró cautivarme tanto como ese. Quizá Brasil 2014 me gustó mucho desde el nivel técnico que mostró e indudablemente que la buena actuación de Colombia le dio un ingrediente especial, pero es que el de 1998 fue el primero.
Tal vez resulte extraño que entre mis reminiscencias no se encuentre en primer plano nada relacionado con Francia o Brasil, por ejemplo, pero qué sé yo, la mente trabaja de extrañas formas. Ah, y me disculpo de antemano si hay algún error en los datos que di en este post, pero es que quise apelar únicamente a la memoria para hacerlo, por aquello de que fuera la nostalgia quien lo escribiera.