
Si el fútbol tiene algo especial, es que cada cuanto se dan los resultados menos esperados.
Pues bien, ese 16 de julio de 1950, este deporte fue testigo de la más grande proeza realizada por un puñado de hombres, que a pesar de tener a mas la más grande cantidad de personas en contra en un escenario deportivo, cerca de 205 mil, pudieron arrebatar el título al favorito y dueño de casa, dejándolo con la fiesta literalmente armada.
Esa fue la historia del “Maracanazo” algo que muchos conocemos, sin embargo, lo que no muchos saben es que esa demostración de la “garra” uruguaya no sería posible sin un líder que encabezaba a ese grupo de guerreros.
Más que un líder tenían un capitán en todo el sentido de la palabra, de esos que se vuelven leyendas no por goles marcados ni por sus virtudes para transportar el balón, sino por su capacidad de hacer dar a los compañeros lo que ni ellos mismos sabían que podían dar, ese hombre con la espalda ancha marcada con el número cinco era Obdulio Varela.
“El partido se gana con los huevos en la punta de los botines”, les decía Varela a sus compañeros de equipo que temblaban en el túnel de salida, y sentían como esa multitud quería comérselos vivos, sin embargo “el negro jefe”, insistía con una aparente calma que el partido se jugaba abajo y no arriba. En aquel momento el poderoso Brasil se fue adelante, y cuando las cabezas celestes miraban al piso con resignación, el capitán sacó el balón de su red, pidió un fuera de lugar que no existió y luego protestó con el árbitro un momento, fue luego que Varela explicaba que hizo eso para enfriar el partido y generar inquietud y nervios en los brasileños.
El final, todos lo conocemos, sin embargo la parte triste fue que las medallas doradas se quedaron en manos de los dirigentes uruguayos, los mismos que les decían a sus jugadores que con cuatro goles en contra que se fueran a casa estaría bien. Por eso Obdulio Varela, manifestaba que de saber eso, sí hubiera perdido a propósito.
Su carrera estuvo llena de títulos con su amado Peñarol, sin embargo el final de sus días en el año de 1996, dieron testimonio de una extrema pobreza, en la cual murió. Pese a toda la gloria recogida y entregada a su pueblo, éste nunca se la supo devolver, en medio del llanto de todos los Uruguayos, lo reclamos por un homenaje en vida por parte de la dirigencia solo quedó reducido, a los costos de su entierro, sin embargo “El negro jefe” es hoy en día, la perfecta motivación para la celeste y un nuevo encuentro en el coloso de Río de Janeiro que se avecina.
Pues bien, ese 16 de julio de 1950, este deporte fue testigo de la más grande proeza realizada por un puñado de hombres, que a pesar de tener a mas la más grande cantidad de personas en contra en un escenario deportivo, cerca de 205 mil, pudieron arrebatar el título al favorito y dueño de casa, dejándolo con la fiesta literalmente armada.
Esa fue la historia del “Maracanazo” algo que muchos conocemos, sin embargo, lo que no muchos saben es que esa demostración de la “garra” uruguaya no sería posible sin un líder que encabezaba a ese grupo de guerreros.
Más que un líder tenían un capitán en todo el sentido de la palabra, de esos que se vuelven leyendas no por goles marcados ni por sus virtudes para transportar el balón, sino por su capacidad de hacer dar a los compañeros lo que ni ellos mismos sabían que podían dar, ese hombre con la espalda ancha marcada con el número cinco era Obdulio Varela.
“El partido se gana con los huevos en la punta de los botines”, les decía Varela a sus compañeros de equipo que temblaban en el túnel de salida, y sentían como esa multitud quería comérselos vivos, sin embargo “el negro jefe”, insistía con una aparente calma que el partido se jugaba abajo y no arriba. En aquel momento el poderoso Brasil se fue adelante, y cuando las cabezas celestes miraban al piso con resignación, el capitán sacó el balón de su red, pidió un fuera de lugar que no existió y luego protestó con el árbitro un momento, fue luego que Varela explicaba que hizo eso para enfriar el partido y generar inquietud y nervios en los brasileños.
El final, todos lo conocemos, sin embargo la parte triste fue que las medallas doradas se quedaron en manos de los dirigentes uruguayos, los mismos que les decían a sus jugadores que con cuatro goles en contra que se fueran a casa estaría bien. Por eso Obdulio Varela, manifestaba que de saber eso, sí hubiera perdido a propósito.
Su carrera estuvo llena de títulos con su amado Peñarol, sin embargo el final de sus días en el año de 1996, dieron testimonio de una extrema pobreza, en la cual murió. Pese a toda la gloria recogida y entregada a su pueblo, éste nunca se la supo devolver, en medio del llanto de todos los Uruguayos, lo reclamos por un homenaje en vida por parte de la dirigencia solo quedó reducido, a los costos de su entierro, sin embargo “El negro jefe” es hoy en día, la perfecta motivación para la celeste y un nuevo encuentro en el coloso de Río de Janeiro que se avecina.