
Los años 70 fueron convulsionados políticamente en el mundo gracias a las tensiones de la Guerra Fría. Italia no era la excepción; desde finales de los años 60 el Partido Comunista había ganado una fuerza inusitada.
En ese contexto creció Paolo Sollier, nacido en 1948, según él mismo cuenta: “Comencé a realizar trabajos sociales en mi barrio, la Vanchiglia (entonces zona obrera en Turín) en una organización católica llamada Manai Tese. Éramos voluntarios. Al crecer me fuy acercando a la izquierda y a la democracia proletaria”.
Pronto, Sollier, comenzó a alternar su actividad política, en la cual se volvió miembro del movimiento "Avanguardia Operaia", con su otra pasión: el fútbol. Fue en la Serie C, tercera división italiana, jugando en el Cosatese donde este mediapunta tuvo la oportunidad de debutar. Pero eran otros tiempos y a Paolo lo que ganaba jugando en tercera no le alcanzaba para vivir, así que aparte de jugar fútbol trabajaba como obrero en una fábrica de la FIAT. “Siempre trabajé de peón y como futbolista. Entraba en el vestuario, me ponía la camiseta y las botas y entraba en otro mundo. El día a día quedaba fuera. Luego me volvía a cambiar, me despedía de todos y volvía a mi vida”.
Sus buenas actuaciones lo llevaron al Pro Vercelli, histórico equipo del fútbol italiano, y de ahí al Perugia, para aquel entonces en la Serie B. Sollier sería fundamental para que su equipo lograra el ascenso a la Serie A. Ya en la máxima división del fútbol italiano, nuestro protagonista, ganaría la atención de los medios; pero no exactamente por sus gambetas y sus goles, era más bien el hecho de que siempre saludaba a la grada con el puño en alto, la grada del Perugia le cantaba “A la izquierda de Dios”, tan pronto como el futbolista izaba su puño.
Respecto a este gesto, Sollier, afirmó: “Cuando jugaba de aficionado y mis amigos venían a verme alzábamos el puños recíprocamente, lo hacía yo en el campo y ellos en la grada, era un modo de saludarnos, de sentirnos compañeros cómo somos hoy. Cuando llegué a profesional me preguntaron que si quería continuar haciéndolo y la respuesta fue sí, si no sería hacer una cosa diferente dependiendo de donde se encuentre uno; sería un comportamiento hipócrita
A Paolo, contrario a tantos futbolistas, no le interesaba ocultar su posición política. Al contrario siempre la defendió y criticó al futbolista apolítico: “Había pocos jugadores que quisieran hablar de política. De los grandes de la época tan solo Gianni Rivera mostró cierto interés por lo que estaba sucediendo, su actividad tras dejar el fútbol (Rivera activo en política desde 1987 al punto de llegar a eurodiputado) demuestra que tenía buena cabeza. Del resto, ninguna noticia”.
Sin embargo también reconoce que nunca tuvo problemas con sus compañeros por su filiación, ya que “si tú vas al campo, eres generoso y haces todo lo posible por el equipo, los otros te aceptan".
Los hinchas de la Lazio (muy identificados con la ultraderecha italiana) lo despreciaban, pero era mutuo: “No es correcto hablar de fans del Lazio. Es mejor hablar de los fascistas del Lazio. Me gritaron “Verdugo Sollier”, esa gentuza de mierda, los muy bastardos, haciendo el saludo fascista. Entré en el estadio tranquilamente. Si hubiera alzado el puño, hubieran conseguido llamar la atención con sus insultos. Tenía miedo, estaba temblando”.
Aun jugando en primera Sollier seguía trabajando como peón y pertenecía al sindicato. Su saludo, el del puño, conoció la fama definitivamente cuando en un partido en Turín frente a la Juve, Paolo Sollier, se acercó al palco donde se encontraba la familia Agnelli, propietaria del club y de la FIAT, donde Sollier había trabajado, y extendió su brazo con el puño arriba. Un acto provocador y reivindicativo en pleno estadio visitante, frente a sus ex patrones.
La aventura de Sollier en primera duró poco, apenas una temporada. Luego militó en la Serie B de nuevo y terminó jugando, de nuevo, en tercera. Tras el retiro escribió un libro: Calci e sputi e colpi di testa - Riflessioni autobiografiche di un calciatore per caso (Patadas escupitajos y cabezazos Reflexiones de un futbolista por accidente), en el que de manera autobiográfica describe su militancia política y habla de fútbol desde su punto de vista, entre otras cosas considera que el fútbol estaría mejor sin tanto dinero alrededor, porque, según él, el dinero en exceso atrae la corrupción; y a la luz de los acontecimientos que han rodeado a este bello deporte en los últimos años, no parece faltarle razón a Paolo, el futbolista obrero.
En ese contexto creció Paolo Sollier, nacido en 1948, según él mismo cuenta: “Comencé a realizar trabajos sociales en mi barrio, la Vanchiglia (entonces zona obrera en Turín) en una organización católica llamada Manai Tese. Éramos voluntarios. Al crecer me fuy acercando a la izquierda y a la democracia proletaria”.
Pronto, Sollier, comenzó a alternar su actividad política, en la cual se volvió miembro del movimiento "Avanguardia Operaia", con su otra pasión: el fútbol. Fue en la Serie C, tercera división italiana, jugando en el Cosatese donde este mediapunta tuvo la oportunidad de debutar. Pero eran otros tiempos y a Paolo lo que ganaba jugando en tercera no le alcanzaba para vivir, así que aparte de jugar fútbol trabajaba como obrero en una fábrica de la FIAT. “Siempre trabajé de peón y como futbolista. Entraba en el vestuario, me ponía la camiseta y las botas y entraba en otro mundo. El día a día quedaba fuera. Luego me volvía a cambiar, me despedía de todos y volvía a mi vida”.
Sus buenas actuaciones lo llevaron al Pro Vercelli, histórico equipo del fútbol italiano, y de ahí al Perugia, para aquel entonces en la Serie B. Sollier sería fundamental para que su equipo lograra el ascenso a la Serie A. Ya en la máxima división del fútbol italiano, nuestro protagonista, ganaría la atención de los medios; pero no exactamente por sus gambetas y sus goles, era más bien el hecho de que siempre saludaba a la grada con el puño en alto, la grada del Perugia le cantaba “A la izquierda de Dios”, tan pronto como el futbolista izaba su puño.
Respecto a este gesto, Sollier, afirmó: “Cuando jugaba de aficionado y mis amigos venían a verme alzábamos el puños recíprocamente, lo hacía yo en el campo y ellos en la grada, era un modo de saludarnos, de sentirnos compañeros cómo somos hoy. Cuando llegué a profesional me preguntaron que si quería continuar haciéndolo y la respuesta fue sí, si no sería hacer una cosa diferente dependiendo de donde se encuentre uno; sería un comportamiento hipócrita
A Paolo, contrario a tantos futbolistas, no le interesaba ocultar su posición política. Al contrario siempre la defendió y criticó al futbolista apolítico: “Había pocos jugadores que quisieran hablar de política. De los grandes de la época tan solo Gianni Rivera mostró cierto interés por lo que estaba sucediendo, su actividad tras dejar el fútbol (Rivera activo en política desde 1987 al punto de llegar a eurodiputado) demuestra que tenía buena cabeza. Del resto, ninguna noticia”.
Sin embargo también reconoce que nunca tuvo problemas con sus compañeros por su filiación, ya que “si tú vas al campo, eres generoso y haces todo lo posible por el equipo, los otros te aceptan".
Los hinchas de la Lazio (muy identificados con la ultraderecha italiana) lo despreciaban, pero era mutuo: “No es correcto hablar de fans del Lazio. Es mejor hablar de los fascistas del Lazio. Me gritaron “Verdugo Sollier”, esa gentuza de mierda, los muy bastardos, haciendo el saludo fascista. Entré en el estadio tranquilamente. Si hubiera alzado el puño, hubieran conseguido llamar la atención con sus insultos. Tenía miedo, estaba temblando”.
Aun jugando en primera Sollier seguía trabajando como peón y pertenecía al sindicato. Su saludo, el del puño, conoció la fama definitivamente cuando en un partido en Turín frente a la Juve, Paolo Sollier, se acercó al palco donde se encontraba la familia Agnelli, propietaria del club y de la FIAT, donde Sollier había trabajado, y extendió su brazo con el puño arriba. Un acto provocador y reivindicativo en pleno estadio visitante, frente a sus ex patrones.
La aventura de Sollier en primera duró poco, apenas una temporada. Luego militó en la Serie B de nuevo y terminó jugando, de nuevo, en tercera. Tras el retiro escribió un libro: Calci e sputi e colpi di testa - Riflessioni autobiografiche di un calciatore per caso (Patadas escupitajos y cabezazos Reflexiones de un futbolista por accidente), en el que de manera autobiográfica describe su militancia política y habla de fútbol desde su punto de vista, entre otras cosas considera que el fútbol estaría mejor sin tanto dinero alrededor, porque, según él, el dinero en exceso atrae la corrupción; y a la luz de los acontecimientos que han rodeado a este bello deporte en los últimos años, no parece faltarle razón a Paolo, el futbolista obrero.