
Tensiones raciales han permeado la historia de Brasil desde siempre; heridas que persisten hoy en día como en todos los países con pasado colonial.
En 1919 llega al poder el presidente Epitácio Pessoa, defensor de una visión "blanca" de la nación brasilera. Avergonzado del carácter pluriétnico de su país, va a “recomendar” que jugadores negros no puedan representar a la nación en competiciones internacionales.
Esta presión se evidencia en la Copa América de 1921 donde una delegación manifiestamente blanca termina subcampeona detrás de Argentina, país organizador. Eran otros tiempos… el racismo estatal era tolerado, no había una conciencia global.
En 1922 una nueva edición de la Copa América tendría lugar en Brasil, con la obvia presión de ganarla como fuera.
Para ese entonces había un jugador, hoy legendario, conocido como Arthur Friedenreich. De padre alemán y madre brasilera, físicamente era una mezcla sin igual; un puente entre las facciones europeas y africanas.
Arthur era en ese entonces la máxima estrella de su país, virtuoso y potente goleador de quien se dice logró más goles que Pelé. Su presencia en la selección era indispensable, a tal punto que flexibilizó en algo el racismo contra los negros imperante.
Esa Copa América la terminaron ganando. Lo irónico es que su gran estrella Friedenreich se lesionó en el primer partido.
P.D.: El primero en contar esta historia fue Eduardo Galeano, en su libro “Futbol a Sol y Sombra”. En él, el uruguayo habla de un “decreto presidencial” formula que molesta a los Brasileros. Desde entonces, cada vez que se cuenta la historia se habla de ese tal decreto.
El abogado Marcilio Toscano Franca demuestra en su escrito “Epitacio, futebol e Pureza Racial” que tal decreto no existió, pero si hubo presiones por parte del ejecutivo.
En 1919 llega al poder el presidente Epitácio Pessoa, defensor de una visión "blanca" de la nación brasilera. Avergonzado del carácter pluriétnico de su país, va a “recomendar” que jugadores negros no puedan representar a la nación en competiciones internacionales.
Esta presión se evidencia en la Copa América de 1921 donde una delegación manifiestamente blanca termina subcampeona detrás de Argentina, país organizador. Eran otros tiempos… el racismo estatal era tolerado, no había una conciencia global.
En 1922 una nueva edición de la Copa América tendría lugar en Brasil, con la obvia presión de ganarla como fuera.
Para ese entonces había un jugador, hoy legendario, conocido como Arthur Friedenreich. De padre alemán y madre brasilera, físicamente era una mezcla sin igual; un puente entre las facciones europeas y africanas.
Arthur era en ese entonces la máxima estrella de su país, virtuoso y potente goleador de quien se dice logró más goles que Pelé. Su presencia en la selección era indispensable, a tal punto que flexibilizó en algo el racismo contra los negros imperante.
Esa Copa América la terminaron ganando. Lo irónico es que su gran estrella Friedenreich se lesionó en el primer partido.
P.D.: El primero en contar esta historia fue Eduardo Galeano, en su libro “Futbol a Sol y Sombra”. En él, el uruguayo habla de un “decreto presidencial” formula que molesta a los Brasileros. Desde entonces, cada vez que se cuenta la historia se habla de ese tal decreto.
El abogado Marcilio Toscano Franca demuestra en su escrito “Epitacio, futebol e Pureza Racial” que tal decreto no existió, pero si hubo presiones por parte del ejecutivo.