
Hincha a morir del Feyenoord, a Rooie Marck le diagnosticaron un cáncer terminal a sus 54 años. Corría el mes de Junio de 2013.
Una noticia de ese talante relativiza todo; la inminente muerte poniéndolo todo en perspectiva, la arena en el reloj por agotarse. Bueno, Rooie, él, manifestó su último deseo antes de morir: ver a su equipo del alma.
El Club al enterarse del predicamento de su hincha manifestó toda la voluntad para ayudarlo. La cuestión era el tiempo: el paciente empeoraba inexorablemente y solo le daban algunas semanas de vida. Aun en pretemporada, se decidió que Rooie asistiría como invitado de honor al primer entrenamiento de puertas abiertas.
El momento tan esperado le llegó al paciente hincha. Con ya nada que perder, fue degustando un cigarrillo que penetró en camilla al campo. Parecía un niño, vibrando con la perspectiva de comulgar por última vez con su equipo.
Una tribuna fue habilitada para permitir el ingreso de un numeroso grupo de hinchas. Ellos sabían que Rooie hoy se despedía. Sabían que hoy era su día. Por ello cantaron y vitorearon su nombre, desplegando una pancarta con su imagen y cantando “You will never walk alone.”
Conmovido por el gesto, Rooie se paró de la camilla con las fuerzas que le quedaban. Saludó a esa tribuna, despidiéndose de aquellos hermanos desconocidos que hoy hacían acto de presencia para decirle hasta pronto.
El momento cumbre: el abrazo con los jugadores. Uno por uno, en un momento inolvidable para todos los participantes.
El tema es que Rooie falleció tres días después.
Pero mucha paz habrá tenido en ese día en el Estadio de De Kuip.
Una noticia de ese talante relativiza todo; la inminente muerte poniéndolo todo en perspectiva, la arena en el reloj por agotarse. Bueno, Rooie, él, manifestó su último deseo antes de morir: ver a su equipo del alma.
El Club al enterarse del predicamento de su hincha manifestó toda la voluntad para ayudarlo. La cuestión era el tiempo: el paciente empeoraba inexorablemente y solo le daban algunas semanas de vida. Aun en pretemporada, se decidió que Rooie asistiría como invitado de honor al primer entrenamiento de puertas abiertas.
El momento tan esperado le llegó al paciente hincha. Con ya nada que perder, fue degustando un cigarrillo que penetró en camilla al campo. Parecía un niño, vibrando con la perspectiva de comulgar por última vez con su equipo.
Una tribuna fue habilitada para permitir el ingreso de un numeroso grupo de hinchas. Ellos sabían que Rooie hoy se despedía. Sabían que hoy era su día. Por ello cantaron y vitorearon su nombre, desplegando una pancarta con su imagen y cantando “You will never walk alone.”
Conmovido por el gesto, Rooie se paró de la camilla con las fuerzas que le quedaban. Saludó a esa tribuna, despidiéndose de aquellos hermanos desconocidos que hoy hacían acto de presencia para decirle hasta pronto.
El momento cumbre: el abrazo con los jugadores. Uno por uno, en un momento inolvidable para todos los participantes.
El tema es que Rooie falleció tres días después.
Pero mucha paz habrá tenido en ese día en el Estadio de De Kuip.