
El Barcelona de Guardiola y la Selección Alemana campeona del mundo en 2014. Sólo recuerdo esos dos equipos. Sólo ellos para salir a ganar, siempre, en donde fuera: locales, visitantes, campo neutro, en el play. En donde fuera. Por eso los admiro siempre.
¿El resto del mundo del fútbol? No se ha podido emancipar de la proverbial y hereditaria “psicología del fútbol”, donde el libreto ya está escrito: el local “propone” y el visitante “sale a esperar”.
Siempre me ha generado curiosidad esa regla no escrita. Es como si los dioses del fútbol hubieran tallado en sus mandamientos que el local está obligado a ganar y el visitante se contenta siempre con mínimo un empate. Una visión que sigue intacta; que entrenadores, narradores y comentaristas replican porque si; porque así es; porque asi ha sido y así será. Una mediocridad hereditaria.
Cuando el fútbol nace en Inglaterra en el siglo XIX, no existían estas sandeces. Los dos equipos salían a ganar, donde fuera. Al fin y al cabo eran 22 hombres en un terreno de juego. Punto. No había que la psicología, que la presión, que las hinchadas. Tan así que ambos equipos salían con el mismo módulo (2-3-5) siempre, así jugaran de “visitantes”. Si, cinco delanteros jugando de visitante.
Posteriormente, el lenguaje de la táctica fue perfeccionándose, proyectando un amplio abanico de posibilidades ofensivas y defensivas. Sobre todo, el fútbol fue creando fuertes sentidos de pertenencia: las hinchadas fueron creciendo, las rivalidades nacieron, la mística de los estadios apareció estructurando la “localía” y al “visitante”. La FIFA terminó de consagrar esto premiando al gol visitante, como si fuese un acto sobrenatural que merece doble recompensa.
Para llegar al año 2017, donde el planeta fútbol sigue rigiéndose por la santa máxima según la cual el “local” tiene la obligación de proponer y el visitante sale a “esperar”.
Pero si me preguntan, extraño la simpleza del inicio del fútbol, donde eran 22 hombres en un campo de juego. Punto. Sin excusas de que la “presión”, la “localía”, salir a “proponer”, “jugar con los nervios del local” etc… Piénselo: es pura construcción social. Son 22 hombres y un balón, pero los partidos ya empiezan desde antes; desde que se asume con resignación ser “local” o “visitante”.
¿Se les enseña el fútbol a los niños diciéndoles que por ser "visitantes" tienen que salir a no perder? Espero que no. Que mediocre sería.
El Barcelona de Guardiola y la Selección Alemana campeona del mundo en 2014. Sólo ellos dos para conservar su estilo en todos los contextos: Para salir a ganar donde fuera.
¿El resto del mundo del fútbol? No se ha podido emancipar de la proverbial y hereditaria “psicología del fútbol”, donde el libreto ya está escrito: el local “propone” y el visitante “sale a esperar”.
Siempre me ha generado curiosidad esa regla no escrita. Es como si los dioses del fútbol hubieran tallado en sus mandamientos que el local está obligado a ganar y el visitante se contenta siempre con mínimo un empate. Una visión que sigue intacta; que entrenadores, narradores y comentaristas replican porque si; porque así es; porque asi ha sido y así será. Una mediocridad hereditaria.
Cuando el fútbol nace en Inglaterra en el siglo XIX, no existían estas sandeces. Los dos equipos salían a ganar, donde fuera. Al fin y al cabo eran 22 hombres en un terreno de juego. Punto. No había que la psicología, que la presión, que las hinchadas. Tan así que ambos equipos salían con el mismo módulo (2-3-5) siempre, así jugaran de “visitantes”. Si, cinco delanteros jugando de visitante.
Posteriormente, el lenguaje de la táctica fue perfeccionándose, proyectando un amplio abanico de posibilidades ofensivas y defensivas. Sobre todo, el fútbol fue creando fuertes sentidos de pertenencia: las hinchadas fueron creciendo, las rivalidades nacieron, la mística de los estadios apareció estructurando la “localía” y al “visitante”. La FIFA terminó de consagrar esto premiando al gol visitante, como si fuese un acto sobrenatural que merece doble recompensa.
Para llegar al año 2017, donde el planeta fútbol sigue rigiéndose por la santa máxima según la cual el “local” tiene la obligación de proponer y el visitante sale a “esperar”.
Pero si me preguntan, extraño la simpleza del inicio del fútbol, donde eran 22 hombres en un campo de juego. Punto. Sin excusas de que la “presión”, la “localía”, salir a “proponer”, “jugar con los nervios del local” etc… Piénselo: es pura construcción social. Son 22 hombres y un balón, pero los partidos ya empiezan desde antes; desde que se asume con resignación ser “local” o “visitante”.
¿Se les enseña el fútbol a los niños diciéndoles que por ser "visitantes" tienen que salir a no perder? Espero que no. Que mediocre sería.
El Barcelona de Guardiola y la Selección Alemana campeona del mundo en 2014. Sólo ellos dos para conservar su estilo en todos los contextos: Para salir a ganar donde fuera.