Lector, lo voy a guiar a través de una leyenda urbana verídica; surreal pero cierta. Para que no se pierda, le explicaré paso a paso para que entienda, se ponga en los guayos de ellos y se pregunte: “¿Habría yo hecho lo mismo?”
Barbados se enfrentaba a Granada el 27 de enero de 1994 en el marco de la Copa del Caribe. Era el último partido de la fase de grupo y se daba en un contexto con estas reglas:
-Barbados necesitaba ganar por dos goles para llegar a la final.
-En caso de empate, habría extra tiempo, donde cada gol valdría doble.
¿Estamos listos? ¿Seguro? Hagámole. Abróchese el cinturón. En serio; abrócheselo porque lo que se viene es surreal.
Barbados desplegando un buen juego se pone arriba 2-0 en el marcador, consiguiendo de esta manera su clasificación a la anhelada final.
Granada, al minuto 83 descuenta… y pone el partido 2-1. Ahora es Granada quién pasa a la final.
Faltando apenas 7 minutos para el final del partido, los jugadores de Barbados parecen nerviosos y frustrados: es poco tiempo para hacer uno más y establecer otra vez esa diferencia de dos goles que necesitan. A menos de que…
Si, señor lector, desde el camerino, les recuerdan las reglas. “Si el partido queda empatado, la prórroga es obligatoria.“
¿Entiende?
En vez de salir desbocados a marcar un gol, las reglas hacían que si Barbados se hacía un autogol… ponía el partido 2-2 y forzaba la prórroga. Y eso hicieron. Un autogol para mantenerse con vida.
¡Pero hay más!
Piénselo. Quedaban ahora 2 minutos y si Granada se hacía un autogol, ¡perdían sólo por un gol de diferencia y pasaban ellos a la Final ! (Recuerde que Barbados necesitaba dos goles de diferencia.)
Esos dos minutos fueron una obra de arte surrealista: Barbados debió defender su arco… ¡pero también impedir que Granada se hiciera un autogol ! Estábamos ante un nuevo deporte.
Al final, se fueron a la prórroga, donde ya pasada la locura, Barbados se impuso anotando un gol.
¿Confundido? Es normal. Léalo de nuevo; es real, veraz; una perla en su cultura general sobre fútbol y la capacidad del ser humano a hacer lo que sea para ganar y obedecer reglas.
Barbados se enfrentaba a Granada el 27 de enero de 1994 en el marco de la Copa del Caribe. Era el último partido de la fase de grupo y se daba en un contexto con estas reglas:
-Barbados necesitaba ganar por dos goles para llegar a la final.
-En caso de empate, habría extra tiempo, donde cada gol valdría doble.
¿Estamos listos? ¿Seguro? Hagámole. Abróchese el cinturón. En serio; abrócheselo porque lo que se viene es surreal.
Barbados desplegando un buen juego se pone arriba 2-0 en el marcador, consiguiendo de esta manera su clasificación a la anhelada final.
Granada, al minuto 83 descuenta… y pone el partido 2-1. Ahora es Granada quién pasa a la final.
Faltando apenas 7 minutos para el final del partido, los jugadores de Barbados parecen nerviosos y frustrados: es poco tiempo para hacer uno más y establecer otra vez esa diferencia de dos goles que necesitan. A menos de que…
Si, señor lector, desde el camerino, les recuerdan las reglas. “Si el partido queda empatado, la prórroga es obligatoria.“
¿Entiende?
En vez de salir desbocados a marcar un gol, las reglas hacían que si Barbados se hacía un autogol… ponía el partido 2-2 y forzaba la prórroga. Y eso hicieron. Un autogol para mantenerse con vida.
¡Pero hay más!
Piénselo. Quedaban ahora 2 minutos y si Granada se hacía un autogol, ¡perdían sólo por un gol de diferencia y pasaban ellos a la Final ! (Recuerde que Barbados necesitaba dos goles de diferencia.)
Esos dos minutos fueron una obra de arte surrealista: Barbados debió defender su arco… ¡pero también impedir que Granada se hiciera un autogol ! Estábamos ante un nuevo deporte.
Al final, se fueron a la prórroga, donde ya pasada la locura, Barbados se impuso anotando un gol.
¿Confundido? Es normal. Léalo de nuevo; es real, veraz; una perla en su cultura general sobre fútbol y la capacidad del ser humano a hacer lo que sea para ganar y obedecer reglas.