
Ferran Valls Tor es catalán. Toda su familia es de Barcelona, acérrimos hinchas blaugranas. Su destino estaba trazado, pero algo ocurrió. Ferran, a los 5 años, se enamoró del fútbol con Zidane y los “Galácticos”: se enamoró del Real Madrid. ¿Se imagina?
Fue una tragedia familiar, pero hoy a los 23 años, es un orgulloso catalán “merengue”… independentista. Si, Ferran es un activo militante por la independencia de Cataluña, hincha del Real Madrid. ¿Complejo, cierto?
Ferran es sincero. Lo que le pasó a él, le pasó a millones de personas en el mundo. Siendo un niño, no tenía mucha idea de la vida. Sencillamente la magia de Zidane lo hizo enamorarse. Se enamoró de los blancos: “Verlo jugar era algo superior; es irrepetible”. De adolescente, empezó a entender que la vida era más complicada. Que su identidad catalana lo obligaba tomar una postura. Él lo hizo: es un independentista orgullosamente hincha del Real Madrid. Al carajo con los que no entiendan.
Casos como el de Ferran abundan. No escogieron de quién se enamoraron. Sencillamente, sucedió.
En 2014, en las calles de Israel, Alemania estaba de moda. En pleno Mundial de Fútbol, se evidenció que los más jóvenes le estaban haciendo fuerza a “Die Mannschaft”. No es que estos jóvenes judíos desconocieran su historia o el Holocausto: sencillamente la belleza letal del fútbol alemán los flechó y pudo más que cualquier resentimiento o prevención dictada desde la tradición. Para los más viejos era una locura: “¿Un joven judío israelí haciéndole fuerza a Alemania?” No entendían que esos niños y jóvenes sencillamente se habían enamorado.
Si usted lee Pinceladas, seguramente sabrá que la rivalidad entre el Rangers (protestantes) y Celtic (católicos) ha sido dictada desde la religión durante casi más un siglo. Si usted nacía en Glasgow y era protestante, su equipo ya estaba predeterminado: usted iba a ser un “Gers” e iría a Ibrox Stadium a ver a su Rangers. Pero si usted era católico, por regla impuesta usted le iba a ir al Celtic.
Hoy, miles y miles de escoceses se han revoltado contra esta arbitrariedad. Hoy, usted encuentra jóvenes protestantes hinchas del Celtic y católicos hinchas del Rangers. Le hicieron pístola a la tradición: los abuelos los tachan de “traicioneros” pero ellos simplemente se enamoraron. ¿Qué no son “normales” o no son “buenos hinchas”? ¿A quién le importa?
La historia de Yuta Matsui, el japonés de 19 años que cumplió el sueño de ver a Santa Fé es un ejemplo más. Yuta explica que el fútbol japonés no le bastaba y mantenía pendiente del fútbol en general. En 2014 asistió a un amistoso entre Venezuela y Japón. Más allá del resultado, un venezolano lo flechó: Luis Manuel Seijas lo deslumbró con un gran partido. Todo suele empezar por un jugador; ese afán de volverlo a ver plantó una semilla en el japonés quien ahora devoraba cuanta información obtenía sobre Independiente Santa Fe.
La hoguera fue prendiéndose. Ya no era sólo Seijas. Era también Omar Pérez, Robinson Zapata, era la Copa Sudamericana, la Liga colombiana, era averiguar sobre Pandolfi, Cañon y el “Tren” Valencia”: era un amor a distancia que cobraba forma. En 2017, habiendo ahorrado esta vida y la otra, vino a Colombia a cumplir su sueño: ver al “León” en el Estadio el Campín.
Siempre habrá quién le diga “casposo”. No faltará ese ser obtuso y cerrado que le negará esa felicidad, que lo increpará por ser diferente. La verdad es que Yuta Matsui se enamoró, fue consecuente con su sentimiento y cumplió su sueño.
Este fue un homenaje a todos los Hinchas Improbables del mundo. Aquellos que se enamoraron de lo prohíbido. Quizás rompieron reglas, costumbres, prejuicios, tradiciones pero fueron honestos con ese sentimiento.
En la vida, el amor es una excusa para romper esas cadenas: en el fútbol es igual.
(Con insumos de: elespanol.com (Ser hincha del Madrid, separatista catalán y no morir en el intento),gq.com (Israel support Germany World Cup),soho.com (El japonés que viajó a Bogotá para ver jugar a Santa Fe))
Fue una tragedia familiar, pero hoy a los 23 años, es un orgulloso catalán “merengue”… independentista. Si, Ferran es un activo militante por la independencia de Cataluña, hincha del Real Madrid. ¿Complejo, cierto?
Ferran es sincero. Lo que le pasó a él, le pasó a millones de personas en el mundo. Siendo un niño, no tenía mucha idea de la vida. Sencillamente la magia de Zidane lo hizo enamorarse. Se enamoró de los blancos: “Verlo jugar era algo superior; es irrepetible”. De adolescente, empezó a entender que la vida era más complicada. Que su identidad catalana lo obligaba tomar una postura. Él lo hizo: es un independentista orgullosamente hincha del Real Madrid. Al carajo con los que no entiendan.
Casos como el de Ferran abundan. No escogieron de quién se enamoraron. Sencillamente, sucedió.
En 2014, en las calles de Israel, Alemania estaba de moda. En pleno Mundial de Fútbol, se evidenció que los más jóvenes le estaban haciendo fuerza a “Die Mannschaft”. No es que estos jóvenes judíos desconocieran su historia o el Holocausto: sencillamente la belleza letal del fútbol alemán los flechó y pudo más que cualquier resentimiento o prevención dictada desde la tradición. Para los más viejos era una locura: “¿Un joven judío israelí haciéndole fuerza a Alemania?” No entendían que esos niños y jóvenes sencillamente se habían enamorado.
Si usted lee Pinceladas, seguramente sabrá que la rivalidad entre el Rangers (protestantes) y Celtic (católicos) ha sido dictada desde la religión durante casi más un siglo. Si usted nacía en Glasgow y era protestante, su equipo ya estaba predeterminado: usted iba a ser un “Gers” e iría a Ibrox Stadium a ver a su Rangers. Pero si usted era católico, por regla impuesta usted le iba a ir al Celtic.
Hoy, miles y miles de escoceses se han revoltado contra esta arbitrariedad. Hoy, usted encuentra jóvenes protestantes hinchas del Celtic y católicos hinchas del Rangers. Le hicieron pístola a la tradición: los abuelos los tachan de “traicioneros” pero ellos simplemente se enamoraron. ¿Qué no son “normales” o no son “buenos hinchas”? ¿A quién le importa?
La historia de Yuta Matsui, el japonés de 19 años que cumplió el sueño de ver a Santa Fé es un ejemplo más. Yuta explica que el fútbol japonés no le bastaba y mantenía pendiente del fútbol en general. En 2014 asistió a un amistoso entre Venezuela y Japón. Más allá del resultado, un venezolano lo flechó: Luis Manuel Seijas lo deslumbró con un gran partido. Todo suele empezar por un jugador; ese afán de volverlo a ver plantó una semilla en el japonés quien ahora devoraba cuanta información obtenía sobre Independiente Santa Fe.
La hoguera fue prendiéndose. Ya no era sólo Seijas. Era también Omar Pérez, Robinson Zapata, era la Copa Sudamericana, la Liga colombiana, era averiguar sobre Pandolfi, Cañon y el “Tren” Valencia”: era un amor a distancia que cobraba forma. En 2017, habiendo ahorrado esta vida y la otra, vino a Colombia a cumplir su sueño: ver al “León” en el Estadio el Campín.
Siempre habrá quién le diga “casposo”. No faltará ese ser obtuso y cerrado que le negará esa felicidad, que lo increpará por ser diferente. La verdad es que Yuta Matsui se enamoró, fue consecuente con su sentimiento y cumplió su sueño.
Este fue un homenaje a todos los Hinchas Improbables del mundo. Aquellos que se enamoraron de lo prohíbido. Quizás rompieron reglas, costumbres, prejuicios, tradiciones pero fueron honestos con ese sentimiento.
En la vida, el amor es una excusa para romper esas cadenas: en el fútbol es igual.
(Con insumos de: elespanol.com (Ser hincha del Madrid, separatista catalán y no morir en el intento),gq.com (Israel support Germany World Cup),soho.com (El japonés que viajó a Bogotá para ver jugar a Santa Fe))